Biden y Netanyahu se desnudan como genocidas

Por Allen Perez 

En una gélida noche, 5 de diciembre de 2023, tuvimos, cerca de mi casa, la ingrata visita de un belicoso llamado Joe Biden. Vino para recaudar fondos para reelegirse.  ¡Abominable dinero! 

A Joe Biden lo perseguirán en su conciencia sus crímenes. Ya no podrá esconderse, como tampoco lo podrá hacer Anthony Blinken (su secretario de Estado), o, Jake Sullivan, (el director del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, el nuevo y malévolo Kissinger).  

Ellos son los estrategas neoconservadores de esta administración, los halcones, que solo los ingenuos o desinformados asociaban exclusivamente con los republicanos. Los demócratas también son una amenaza para la humanidad. Son los mismos que sin misericordia bombardearon Vietnam, que lanzaron bombas atómicas en Japón y que nunca pidieron perdón. Los que mintieron en Irak y en medio mundo. ¡Ni olvido ni perdón!  

Ese mismo día, la Cámara de Representantes aprobó una resolución que equipara explícitamente el antisionismo con el antisemitismo y define muchos lemas comunes utilizados por los manifestantes propalestinos como antisemitas. Israel no es sinónimo de judaísmo. Tal bazofia, fundamentada en falsedades, es un atentado contra la libertad de expresión. Significa el nacimiento de la censura, la instauración del terror informativo y organizativo.  Este es un paso peligroso hacia la ilegalización de la oposición que denuncia este apartheid financiado y respaldado por Estados Unidos. La protesta contra este genocidio avanza hacia su criminalización, hasta en famosas universidades como Harvard y MIT, hecho que me consta, porque vivo a muy corta distancia de estas instituciones, los líderes estudiantiles han sido amenazados con fuertes sanciones disciplinarias. Como en Vietnam, porque estamos ante otro Vietnam, asunto que Martin Luther King también habría dicho. 

Esta infamia es darle un aplauso efusivo al neofascista de Netanyahu. ¿Por qué es tan fuerte la aseveración? Simplemente porque Israel es un sistema político y social como el que existió en el apartheid sudafricano, el que Mandela (en su tiempo considerado terrorista por Estados Unidos), adjetivo también endilgado a no pocos héroes que combatieron la violenta opresión; así el neofascismo israelí, régimen dictatorial que, en este caso, solo concede amplias libertades democráticas a los judíos israelíes y que excluye a los israelíes árabes que no gozan de iguales derechos.  Me siento orgulloso de mis amigos judíos y palestinos, intelectuales o no, que me han educado sobre los hechos y contextos de 75 años de esta cruel guerra colonizadora de limpieza étnica y de latrocinio de tierras ajenas. Yo no puedo callar ante este genocidio, o, como cualquier otro, porque mi bandera es la de los derechos humanos.  Lo correcto es que judíos y palestinos vivan en paz y democráticamente bajo un mismo Estado. 

El sionismo es una réplica del apartheid sudafricano, rodeados ambos modelos del hedor racista y totalitario. El apartheid fue una realidad que “desde 1948, el Partido Nacional afrikáner asumió el gobierno sudafricano y estableció diferentes leyes que profundizaron la brecha entre blancos, negros y otras razas que habitaban el país. Este partido prohibió las relaciones matrimoniales y sexuales entre personas de diferente raza, estableció su separación geográfica habitacional y laboral, y dividió el uso de los servicios públicos, como el transporte o el acceso a los hospitales”. El secretario general de la ONU aseguró que esta ola de violencia “no surge de la nada”, sino «que nace de un conflicto de larga duración, con 56 años de ocupación y sin un final político a la vista”.  

¿Qué ha pagado el pueblo de Gaza en esta guerra que lleva décadas de lucha por recuperar lo que les pertenece? Ahora, en Gaza, hay más de 13 mil civiles muertos (70% mujeres y niños), más de 30 mil heridos, 45% de las viviendas bombardeadas destruidas, miles de prisioneros políticos, hospitales casi inservibles, el agua y la electricidad cortada, y la ayuda humanitaria fundamentalmente obstruida.  Ahora, ¿qué ha pagado Israel en una verdadera guerra absolutamente asimétrica? António Guterres, como corresponde a un diplomático de rango mundial que tiene la obligación de conciliar y resolver conflictos, condenó los ataques de Hamás contra militares y civiles en la periferia de Gaza, que han dejado más de 800 israelíes muertos y más de 2500 heridos.  Esta desproporción en tiempos de guerra no tiene parangón. Israel decidió aplicar un cruel castigo colectivo. 

Human Rights Watch: “Desde 1948, Israel estableció un régimen de dominación y opresión racial sobre el pueblo palestino principalmente en los ámbitos de la nacionalidad y la tierra. Inmediatamente después de la Nakba, Israel adoptó una serie de leyes, políticas y prácticas que sellaron el despojo del pueblo palestino indígena, negando sistemáticamente el regreso de los refugiados palestinos y de otros palestinos que se encontraban en el extranjero en el momento de la guerra. Al mismo tiempo, Israel impuso un sistema de discriminación racial institucionalizada sobre los palestinos que permanecían en el territorio, muchos de los cuales habían sido desplazados internamente. Esas leyes israelíes han constituido la arquitectura jurídica del apartheid israelí que se sigue imponiendo al pueblo palestino en la actualidad.”   

Amnistía Internacional recomienda lo siguiente: “Poner fin a todo apoyo de Estados Unidos a las violaciones de derechos y crímenes de lesa humanidad del gobierno israelí contra los palestinos, en particular la campaña ilegal de desplazamiento forzado mediante demoliciones de viviendas, desalojos y expansión de asentamientos en la Jerusalén Oriental ocupada y los Territorios Ocupados”.  

Pregunto: ¿Denunciar estos crímenes de lesa humanidad puede considerarse antisemitismo? ¿O no denunciarlos es abyecta complicidad? 

Otra vez la conciencia de las Naciones Unidas a través de sus órganos informativos oficiales: “El director de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) declaró este lunes en el Consejo de Seguridad que el nivel de destrucción en Gaza «no tiene precedentes, la tragedia humana que se está desarrollando bajo nuestra mirada es insoportable”. A pesar de que las autoridades israelíes han ordenado a la mitad de la población de Gaza que se desplace hacia el sur, un número considerable de gazatíes han muerto mientras buscaban refugio. Lo he dicho muchas veces y lo diré de nuevo: ningún lugar es seguro en Gaza». “Este desplazamiento forzoso ha dejado a más de 670.000 personas en escuelas y sótanos de la UNRWA abarrotados. Lazzarini continuó señalando que casi el 70% de los muertos reportados son niños y mujeres: casi 3200 niños han sido asesinados en Gaza en tres semanas, superando el número de niños asesinados anualmente en todas las zonas de conflicto del mundo desde 2019. Esto no puede ser un daño colateral», subrayó, añadiendo que Israel está llevando a cabo un «castigo colectivo». 

Afirmar que los crímenes de Israel equivalen a antisemitismo es raya en la complicidad porque es una falacia, una aberración histórica y una manipulación histórica típica de los ideólogos fascistas. Seamos claros: Biden y Trump en nada se diferencian, subrayo, en absolutamente nada, en cuanto al genocidio del pueblo palestino. Lo aplauden y lo animan al precio que sea, aunque la presea sea la muerte colectiva de un pueblo que nació y creció en su propia tierra y que también es semita. 

En Boston, recibimos a Biden como se lo merece: con potentes protestas, animadas y decididas.  No es un hombre de paz, saborea la guerra y despilfarra trillones de dólares en aventuras militares, dinero que los estadounidenses necesitamos desesperadamente para mejorar nuestras condiciones de vida tan venida a menos. 

Los estadounidenses latinos (como yo), y las otras comunidades étnicas y, razas minoritarias), y, sobre todo la juventud, no olvidaremos en las próximas elecciones su complicidad con crímenes de lesa humanidad perpetrados por Israel. Se lo vamos a cobrar y no le daremos ni un ápice de apoyo. Que vaya él y su corte a las profundidades del averno. 

Israel es un estado terrorista, racista, y afirmar esto NO es antisemitismo, ni es una afirmación contra los principios humanistas religiosos de la fe judía, ni contra los judíos como etnia, ni como cultura ni como nación, porque también son merecedores de los derechos humanos como todos en este planeta. Pero Israel no representa a todos los judíos y una quinta parte de los israelís NO son judíos (fundamentalmente son árabes o palestinos). Y son tratados humillantemente como ciudadanos de segunda clase. La camarilla que encabeza Netanyahu es la que verdaderamente es antisemita al masacrar a sus propios primos árabes. 

Los judíos no son el problema, sino una ideología que predomina, colonialista y depredadora, llamada sionismo, una suerte de fascismo con ideas parecidas de limpieza étnica como las que tuvieron los derrotados en la última guerra mundial. Crueldad cometida contra judíos, comunistas, Testigos de Jehová, anarquistas, gitanos, homosexuales, discapacitados y enfermos mentales. En este caso, Israel apunta contra todo el pueblo palestino. Sin duda es otro estilo de holocausto, si se quiere a otra velocidad, llena de verborrea y mentiras, fabricadas con una alevosía que derrama la sangre de los oprimidos y expropiados. Porque ningún infante fue decapitado, ni se ha demostrado la existencia de una sola mujer violada. Ciertamente la propaganda sionista es monumentalmente intimidatoria: una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. A Goebbels se le atribuye haber dicho” miente, miente, que algo queda”. 

El sionismo es una versión del apartheid sudafricano, como lo denunció el arzobispo Desmond Tutu: “Sé de primera mano que Israel ha creado una realidad de apartheid dentro de sus fronteras y mediante su ocupación. Los paralelos con mi amada Sudáfrica son realmente dolorosos”. Escribió esto en 2014, en un llamado a la asamblea general presbiteriana en Estados Unidos para que respaldara las sanciones contra Israel».  

Ahora Biden pide10 billones de dólares más destinados a Israel para que los pandilleros de extrema derecha sigan financiando el genocidio. No por casualidad la extrema derecha europea, incluida la alemana, apoyan con fervor a la camarilla de Tel-Aviv. Lo mismo que el neofascista, Narendra Modi, gobernante de la India, sin faltar, por supuesto, el ultraderechista y nuevo presidente argentino, Javier Milei. Si Trump gana será responsabilidad exclusiva de Biden y sus asesores.  

Aprecio que la juventud judía de Boston haya despertado y que luche por los derechos de los palestinos. Mi bandera es la de los derechos humanos. Repudio “la solución final de Israel”. 

Esto es una guerra y la resistencia palestina tiene todo el derecho y el deber de defender a su pueblo, así como lo hicieron los soviéticos frente al imperialismo hitleriano, como lo hicieron los partisanos en muchas otras partes de Europa y como lo hizo victoriosamente el pueblo vietnamita Yo odio las guerras y con Jorge Debravo, insigne poeta costarricense, las desaparecía una a una.  Pero la realidad es otra: desde que el mundo es mundo el ser humano no ha podido superar la codicia y la explotación social, menos aún las guerras. Esta es una guerra en forma y color de genocidio y no es un juego.  Igual me conmueven los inocentes caídos de Rusia y Ucrania, la de los agredidos y los agresores de cualquier bando, de cualquier parte de nuestro planeta No olvido a los miles de civiles asesinados en Dresde por los incesantes bombardeos que británicos y estadounidenses contra la población civil por la mera y pura venganza. Tampoco deja de estar en mi memoria la masacre de My Lai.