En las bibliotecas y escuelas de Estados Unidos tan sólo en 2023 la ola conservadora llegó a prohibir 3 mil títulos en 41 estados y hubo 5.894 intentos de censura. Esta deliberada campaña se enmarca en un ataque a la libertad de expresión impulsada por grupos antiderechos y el ala política republicana. Con la crisis capitalista, libertades básicas en la cuerda floja.
Por Carolina Menéndez Trucco
Cuando el castillo de naipes está a punto de caerse. Pareciera que la crisis del capitalismo actual ha llegado a tal punto que no resiste los derechos más básicos. El año pasado, grupos de padres conservadores en Estados Unidos solicitaron retirar 2.571 títulos de las bibliotecas en las escuelas públicas, la mayoría escritos por o sobre miembros de la comunidad LGBT+ y autores negros, entre ellos clásicos como The Bluest Eye de Toni Morrison y The Handmaid’s Tale de Margaret Atwood, y obras más recientes como Este Libro es Gay de Juno Dawson y Gender Queer de Maia Kobabe. Pero la medida llega a abarcar también una gran variedad de ejemplares, desde best sellers como Stephen King, hasta obras clásicas como Anna Karenina, de León Tolstoi.
Pero hay más. Son decenas de autores consagrados cuyos libros fueron eliminados de las bibliotecas estudiantiles, incluyendo a Aldous Huxley, Ernest Hemingway, Jack Kerouac, Gabriel García Márquez, entre más de 1.200 autores. La nueva legislación busca regular el contenido de las bibliotecas o la forma en que los bibliotecarios hacen su trabajo. Según la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA, por sus siglas en inglés), el incremento se debe a las quejas elevadas por padres, “activistas”, funcionarios de las juntas escolares y legisladores que cuestionan el acceso de los niños a determinados libros. Las campañas de prohibición están operadas por grupos como, por ejemplo, Madres por la Libertad, Padres Defensores de la Educación y No al Giro a la Izquierda en la Educación. Cada año, los índices crecen. En suma, pequeños grupos imponen su censura y avasallan las libertades del conjunto.
La doble moral
No sólo colectivos retrógrados están detrás.“Lo que reflejan los números es que se trata de una campaña de grupos políticamente partidistas para eliminar una gran cantidad de libros que no cumplen con su agenda, ya sea una agenda política, religiosa o moral”, sostiene Deborah Caldwell-Stone, directora de la Oficina para la Libertad Intelectual de la Asociación Estadounidense de Bibliotecas.
En particular la de algunos políticos, como el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, que intenta prohibir libros y así ganar votos para las próximas elecciones presidenciales. En 2022, el conservador hizo aprobar la ley ‘Individual Freedom Act’ o ley de libertad individual. Los maestros en Florida no pueden hacer comentarios libremente sobre ciertos temas, a pesar de que la normativa sigue siendo objeto de controversia y viola la primera Enmienda de la Constitución. Su política antiderechos es bien sabida, pero la ley, también conocida como ‘Stop WOKE’ o ‘No digas gay’, prohíbe cualquier debate sobre orientación sexual e identidad de género en el aula, por lo tanto, atenta contra las libertades constitucionales básicas.
Ahora bien, aunque el gran duelo del vacío moral podría batirse en las próximas primarias del partido republicano de 2024, el principal rival de Trump sigue ensayando. DeSantis actúa con doble vara. Por un lado, condena enérgicamente lo que considera el “adoctrinamiento” de los jóvenes, pero por otro, impone una materia en las escuelas, contando su sesgada versión de la historia: los estudiantes deben recibir al menos 45 minutos de instrucción cada noviembre sobre las “víctimas del comunismo”.
Democracias endebles
Del estante al cesto. La prohibición de libros se triplicó en el último año en los Estados Unidos, con Florida a la cabeza con la mayor cantidad de casos, superando a la conservadora Texas. La asociación PEN America, de la que forman parte más de 7.500 escritores, advirtió que se trata de la peor ola de censura en décadas, con más de 5.800 libros prohibidos desde 2021.
En la supuesta patria de la democracia, ¿cuál podría llegar a ser el futuro de las próximas generaciones con tantas obras restringidas que ni siquiera llegan a rozar la rebelión en sus tramas? La educación excede los programas escolares, pero lo que se aprende en el colegio y en la casa es decisivo. Esta censura cultural, que busca anular todo pensamiento crítico desde la infancia, es otra expresión más de la decadencia generalizada de la democracia burguesa en tiempos de crisis capitalista. Hilando fino, se trata de una crisis cultural, social y política que pone en la mira el propio sistema: el último naipe del capitalismo tarde o temprano termina desplomando al resto.