El canciller Scholz y la ministra de Asuntos Exteriores Baerbock salieron a las calles contra la derecha y al mismo tiempo protegen al gobierno israelí de ultraderecha. Nuestra crítica a ese apoyo del gobierno federal a Israel ante la Corte Internacional de Justicia, en medio de un contexto de protestas.
Por Carolina Menéndez Trucco
Es difícil superar la contradicción: el canciller Olaf Scholz del Partido Socialdemócrata alemán y la ministra de Asuntos Exteriores Annalena Baerbock de Los Verdes se pronunciaron contra el giro a la derecha ante miles de personas en Potsdam el pasado domingo 14; mientras en la Corte de La Haya, protegen al gobierno ultraderechista israelí, al que Sudáfrica ha acusado de acciones genocidas en Gaza. Dada la posición fundamentalmente proisraelí de Alemania, también sorprende la arrogancia con la que el gobierno federal anuncia que la acusación contra Tel Aviv, presentada por abogados de alto rango, “no tiene fundamento alguno”. ¿Y qué pasa si La Haya decide contra Israel? ¿Se situará entonces el gabinete Scholz por encima del tribunal de la ONU?
Mientras las calles se iban colmando de gente el domingo 14 en la capital de Brandeburgo, el canciller y la ministra alemana posaban ante las cámaras. “Potsdam es colorido” y “Nos mantenemos unidos” exhibían numerosos carteles en el Mercado Viejo. Miles de personas protestaron en las inmediaciones de Berlín contra la ultraderecha, después de que se supo que sus activistas estaban discutiendo la deportación de millones de inmigrantes y ciudadanos alemanes “no deseados” y reuniéndose con políticos de la AfD: Alternativa para Alemania, de extrema derecha. “Estoy aquí como uno de los miles de residentes de Potsdam que defienden la democracia y contra el viejo y el nuevo fascismo”, declaró Baerbock ante la Agencia Alemana de Prensa. El canciller también vive en la capital del Estado y, al igual que la ministra tiene allí su electorado, es decir representan el área de Potsdam en el Parlamento alemán. Ambos llevaban pañuelos de color bordó con la inscripción Potsdam muestra sus colores. Según el iniciador de la manifestación local, el alcalde Mike Schubert, en Potsdam participaron 10.000 personas, pero otros miles también se reunieron en varias ciudades y en la simbólica Puerta de Brandeburgo durante el fin de semana.
Desde que se supo que la ultraderecha estaba considerando deportar en masa a personas que no se ajustan a su imagen alemana, ha habido una enorme propagación de protestas. “¡Todos juntos contra el fascismo!” gritaban algunos de los 10.000 manifestantes que marcharon por Leipzig el lunes por la tarde sosteniendo sus teléfonos con la lámpara encendida. Más de 15.000 personas se manifestaron este lunes también en Essen. En Leipzig además de protestar contra la AfD también lo han hecho contra el grupo ultraconservador Unión de Valores bajo el lema “¡Basta!” y se han coreado consignas como “Fascismo nunca más”. También hubo manifestaciones en Rostock y en Hamburgo.
La usina del extremismo
Hubo un supuesto desencadenante. La semana pasada, el medio Correctiv publicó los resultados de una investigación acerca una reunión de ultraderecha en Potsdam a la cual asistieron figuras del Movimiento Identitario, de AfD y dos representantes de la asociación Unión de Valores, afiliada a la demócrata-cristiana CDU. El líder del Movimiento Identitario, Martin Sellner, confirmó a la Agencia de Prensa Alemana que había hablado de “remigración” allí. Cuando los extremistas de derecha utilizan el término, normalmente quieren decir que un gran número de personas de origen extranjero deberían abandonar el país, incluso bajo coacción. Según la investigación de Correctiv, Sellner nombró tres grupos como objetivo: solicitantes de asilo, extranjeros con derecho a permanecer en el país y “ciudadanos no asimilados”.
En alusión al hecho, el alcalde de Potsdam, Mike Schubert, pudo remarcar que “estos planes recuerdan el capítulo más oscuro de la historia alemana”. AfD ha tratado de distanciarse de la reunión, señalando que no tenía “ningún vínculo” organizativo o financiero con el evento, que los miembros que aparentemente asistieron lo hicieron a título puramente personal y que no era responsable de lo que se discutió allí.
Debate sobre la prohibición de la AfD
Después de la escandalosa reunión, volvió a estallar el debate sobre una posible prohibición de la AfD. El partido es considerado claramente de extrema derecha en Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia por la respectiva Oficina para la Protección de la Constitución y también un caso sospechoso en todo el país. Sin embargo, no se puede confiar en las ambivalencias del presidente federal Frank-Walter Steinmeier del reformista SPD. “No puedo juzgar las posibilidades de éxito; un proceso probablemente llevaría mucho tiempo”, dijo Steinmeier al diario Süddeutsche Zeitung.
Prohibir la AfD y luchar contra las derechas no sólo es factible, sino también urgentemente necesario, dados los peligros para las libertades fundamentales y los derechos de la clase trabajadora. Pero el llamamiento a la solidaridad no funciona si el canciller termina cediendo a las presiones de la derecha y deportando gente a gran escala. Por otro lado, cabría preguntarse por qué Alemania no toma también una postura congruente a nivel internacional, rompiendo relaciones diplomáticas con el Estado genocida de Israel, apoyando la denuncia presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, en vez de rechazarla y querer intervenir como parte indirecta en el juicio. “Que diferentes países evalúen de modo distinto la operación de Israel en la Franja de Gaza”, como quiere hacer entender el gobierno alemán a través de las declaraciones de su portavoz, Steffen Hebestreit, no quiere decir que sea la verdad de lo ocurrido. La historia de apartheid que sufre el pueblo palestino data de hace 75 años. Y quienes dicen enfrentar a la extrema derecha deberían ser coherentes y combatirla en todos lados, también en Israel. No hacerlo es tener doble moral.