Costa Rica: Contra el oportunismo reformista

Por David Morera Herrera, sociólogo

El marxismo revolucionario rechaza el dogmatismo y el sectarismo estéril de algunos mal llamados grupos «trotskistas» (para desgracia de la memoria y obra genuina de Trotsky). Nos referimos a ello en una polémica que sostuvimos con el compañero Manuel Sandoval, a propósito de nuestro llamado al voto crítico por el Frente Amplio para las recientes elecciones municipales: Ver: https://periodicobanderaroja.com/contra-el-sectarismo/

No obstante, ese ni de lejos es el principal obstáculo para el triunfo definitivo de la lucha contra el sistema patriarcal, capitalista y ecocida (es decir, destructor del ecosistema planetario). Ojalá lo fuera, porque los grupos sectarios por naturaleza hacen vocación de su cómoda marginalidad. La base psicosocial de esa conducta en la izquierda es la pequeña burguesía intelectual. Por creerse autosuficientes, torpedean todas las tácticas leninistas de unidad de acción y frente único, sin considerar la coyuntura. Quienes creen tener siempre la razón, jamás se autocritican, “buscan el pelo en la sopa” para “diferenciarse” y se creen inmaculados, siempre estarán en el aislamiento.

Mil veces más peligroso para el marxismo y la izquierda en general es el oportunismo reformista. Coincide en su base psicosocial con la naturaleza pequeñoburguesa del sectarismo, pero agrega, lo que no es cosa menor, a burocracias parlamentarias de izquierda y centroizquierda, a burocracias sindicales y ONG’s. Ubicamos nuestro debate más precisamente con la corriente autodenominada progresista. Este debate ha sido sostenido por el PRT a lo interno del Frente Nacional de Lucha (FNL), del cual somos fundadores y promotores desde la primera hora. Debatimos entonces para aportar a la discusión político-ideológica, sobre todo, para las nuevas generaciones de luchadoras y luchadores, en el marco democrático que es uno de los cimientos y aciertos más importantes que tiene el FNL.

Una necesidad apremiante: el reagrupamiento de las y los revolucionarios

El movimiento puramente sindical y gremial de la clase obrera, campesinado, de las y los oprimidos por etnia, sexo/género, nacionalidad, los cada vez más connotados movimientos feministas y ambientalistas, por sí solos y fragmentados; jamás podrán alcanzar un triunfo definitivo. Para ello se requiere que sus elementos más decididos, abnegados y combativos se organicen. Con un claro objetivo: la transformación social revolucionaria. Para ello se requiere forjar una herramienta en consecuencia: una organización revolucionaria con la teoría, el programa, la política adecuada y la vocación, hecha material y concretamente, en la práctica militante. En definitiva, con la estrategia “para que la tortilla se vuelva”, para la revolución socialista. Tremenda y ardua tarea, al tiempo que urgente por la acelerada descomposición del capitalismo y sus graves amenazas de saqueo, miseria y guerras.

Es esa la razón de ser, el horizonte por el que brega el PRT, muy conscientes de nuestras debilidades y limitaciones. Pero además, sabemos a ciencia cierta que la organización revolucionaria es un complejo proceso de construcción. Desde esa comprensión, estamos convencidos que esa organización revolucionaria que se requiere urgentemente surgirá de la confluencia, el reagrupamiento de distintos sectores con distintas experiencias y aportes.

¿Qué es eso de “institucionalidad”?

Desde la fundación del FNL, al interior de su Coordinación, y recientemente en los chats internos del FNL, hemos insistido que rechazamos la formulación ambigua de “defensa de la institucionalidad” o defensa del llamado “Estado social de Derecho”. Vale destacar que, tanto ésta como la consigna de defensa de la institucionalidad, que también rechazamos, no se han aprobado en la declaración de principios y objetivos del FNL.

Defender «la institucionalidad costarricense» es muy confuso y peligroso en su contenido. La institucionalidad es sinónimo del conjunto de instituciones del estado. ¿Acaso eso no es defender al “Estado” en su conjunto?

La primera gran confusión es que no hay un análisis de clase del Estado costarricense. Para el PRT es un estado capitalista, cada vez más neocolonial desde la aprobación del TLC.

Analicemos. El gobierno de Chaves, los cuerpos antimotines y represivos, la Sala IV, la Dirección de Inteligencia y Seguridad, son instituciones del Estado (capitalista) de Costa Rica. ¿Acaso se incluyen en esa defensa? Desde luego no es parte de los objetivos del FNL. Esa referencia ambigua, confusa, de la «institucionalidad» no la compartimos.

¿Qué bicho es ese del Estado social de derecho? (¡!)

Lo mismo pensamos sobre lo incoherente de hablar del «Estado social de Derecho», que no es más que un artilugio conceptual socialdemócrata. Alude al sueño iluso de volver a lo que el economista burgués Keynes llamó el “Estado de Bienestar” (Welfare State). Es una quimera, en lo fundamental, porque hoy la lucha por las reformas más elementales (más precisamente en esta etapa de resistencia la lucha por preservarlas) tienden a volverse anticapitalistas.

Como plantea el Programa de Transición de la IV Internacional (Ver: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm), escrito por León Trotsky en los albores de la Segunda Guerra Mundial: la tendencia a la radicalización de los combates, el hecho de que hasta las reivindicaciones democráticas tienden a tornarse anticapitalistas, se debe a la podredumbre del sistema capitalista-imperialista. En Costa Rica no por casualidad enfrentamos a Chaves, representante de una oligarquía voraz de mega millonarios proyanquis, su agenda es deteriorar el servicio público del agua, vender el BCR y desmantelar a la Caja del Seguro Social. Por otro lado, la quimera reformista revela absoluto desconocimiento del contexto nacional e internacional en que se aplicó ese modelo de Estado que se añora.

El keynesianismo (“Welfare State”) impulsó el crecimiento de instituciones de servicio público y asistencia social que ciertamente generaron un incremento de las capas medias de la población, más se da en un contexto completamente distinto al actual.

A escala nacional: Ese modelo de estado redistributivo de la renta nace con las reformas sociales del 42 del siglo XX, impulsadas debido al peso del movimiento obrero hegemonizado por el Partido Comunista (PVP) en el Bloque de la Victoria. Estas reformas no solo fueron conservadas, sino luego reforzadas y consagradas en la Constitución del 49, por el PLN encabezado por su caudillo Pepe Figueres. El figuerismo astutamente se alinea totalmente a EEUU en la guerra fría y se beneficia ampliamente de los fondos de la AID norteamericana. Nunca olvidar que el PLN desató una larga persecución e ilegalización del otrora poderoso Partido Comunista (PVP), ilegalización que culminó 30 años después.

A escala internacional: Esas reformas sociales que permitieron una movilidad social ascendente, se amparan en las condiciones del llamado boom económico de la segunda posguerra, una onda larga de crecimiento de la economía mundial.

¿Sobre qué bases? La terrible destrucción de fuerzas productivas: fuerza de trabajo (millones de seres humanos), industrias, usinas, represas, puentes, ciudades entreras. Sobre la devastación de Europa, la antigua Unión Soviética, Japón y China se impone el orden mundial de Bretton Woods que funda el FMI, EE. UU. lanza el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa, se impone el patrón dólar-oro (siendo la mayor moneda convertible a escala mundial, hasta la fecha). El espectacular ascenso de la economía yanki, imperialismo con pocos bajas militares y humanas, pero con enormes ganancias, así como la bomba nuclear en su poder (probada en el genocidio de Hiroshima y Nagasaki; constituye la base material que permite la hegemonía yanki en la segunda posguerra y el auge de la economía mundial, mismo que se prolongó hasta la crisis 74-76 del siglo XX.

Hoy, a diferencia de aquella época está en decadencia el imperialismo norteamericano, cunden vientos de guerra, las tendencias recesivas e inflacionarias campean en le economía mundial. En un marco de feroz disputa por mercados y recursos naturales, no tiene la burguesía ánimo de ceder ni una migaja del obsceno pastel de sus grandes dividendos. La única manera de reconquistar derechos perdidos, defender los amenazados y conquistar nuevos es en una lucha encarnizada y organizada en las calles. Para rematar, en este país absolutamente dependiente del dólar y por lo tanto de las exportaciones a los Estados Unidos, en cualquier momento podemos entrar en un colapso si se devalúa el dólar o se cierran los mercados de EE. UU.

Nuestra formulación: defensa de las conquistas y garantías sociales

Nuestra postura es la que se consigna en la misma de la declaración de principios del FNL. Refiere a la defensa de las conquistas y garantías sociales. Podría parecer una discusión menor. Pero no lo es en absoluto.

No defendemos al Estado, porque sabemos que el un estado del bloque en el poder. Para nada es un órgano regulador neutral, que está o puede estar al servicio del “bien común”. En su esencia está al servicio de los capitalistas. Pero también sería de una ceguera inaudita no ver que, en la movilización de los sectores obreros, populares y oprimidas y oprimidas, se han logrado conquistar derechos económicos, sociales y políticos que hay que defender a toda costa.

Justamente en un contexto que la voracidad de la mafia de Chaves y sus socios neoliberales desean desmantelar esas conquistas: un movimiento popular que no defiende lo conquistado, irá de retroceso en retroceso. En ese sentido, reafirmamos la dialéctica entre reforma y revolución, planteada por nuestra maestra Rosa Luxemburgo. Ver: https://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf

A modo de conclusión

Cuando reafirmamos que estamos luchando por preservar conquistas del pueblo costarricense, enfatizamos que no son una graciosa concesión dádiva de personajes o gobiernos burgueses de antaño, sino que son fruto de combativas y valientes luchas del movimiento popular en toda su diversidad. Asimismo, con esa conciencia y memoria histórica, se trata de formar políticamente a las y los luchadores del pueblo en la convicción de que sin luchas no hay victorias, sino más bien derrotas autoinfligidas de antemano.