Movimiento triunfante en Jammu Cachemira: Preludio de los temblores revolucionarios que vendrán en el subcontinente del sur de Asia

Por Sajid Naeem

El 11 de mayo se ha convertido en una fecha que será recordada durante eones por venir. Ese es el día en que las masas trabajadoras del PAJK (Jammu Cachemira administrada por Pakistán) comenzaron a marchar hacia Muzaffarabad, la capital del territorio. El llamado a la larga marcha fue hecho por el JAAC (Comité de Acción Conjunta Awami), que se formó en septiembre del año pasado, después que se extendiera a toda la zona en junio y julio. La masa del pueblo era tan gigantesca y su entusiasmo tan eléctrico que el 13 de mayo no sólo el gobierno estatal sino también los gobernantes en Islamabad tuvieron que inclinar sus antes rígidas cabezas ante la voluntad del pueblo y aceptar sus demandas.

La estrecha franja de 5.000 millas cuadradas se extiende desde la División Mirpur en el sur hasta Muzaffarabad en el extremo norte, mientras que la División Poonch, el epicentro del movimiento, se sitúa entre ambas. Inicialmente, fue un movimiento disperso que no abarcaba ni siquiera a toda la División Poonch, pero su carta de reclamos y su estrategia fueron elaboradas por mentes bien preparadas y el movimiento fue tan conmovedor que se apoderó de los corazones y las mentes de la gente común en poco tiempo. Sus tres demandas básicas eran el suministro de electricidad a su valor de costo, el suministro de suficiente de harina subsidiada y el fin de los lujosos privilegios de la burocracia estatal, incluido los del poder judicial superior. La estrategia fue boicotear el pago de la electricidad, incluso quemando las facturas, llamando a protestas, manifestaciones, paros y bloqueos de tránsito. Todo esto impulsó el movimiento al nivel en que el gobierno estatal tuvo que tomarlo en serio y ofrecer un diálogo. Pero antes de acudir a la mesa de diálogo, recurrieron a la represión, el método que suelen utilizar cuando no logran debilitar a los movimientos con sus mentiras y campañas de propaganda. El 29 de septiembre, allanaron las viviendas de algunos activistas y los arrestaron. Pero en lugar de debilitar el movimiento, lo fortalecieron aún más. Al día siguiente, grandes manifestaciones obligaron al gobierno a liberar a los cautivos y a sentarse en la mesa de diálogo el 18 de octubre. 

Luego hubo una serie interminable de negociaciones, que eran un fin en sí mismo. El gobierno aceptó verbalmente las demandas pero no tomó ninguna medida concreta. De hecho, fue simplemente una táctica dilatoria destinada a desactivar el movimiento. Entre el 18 de octubre y el 5 de febrero, el JAAC realizó numerosos llamamientos a protestas que luego canceló a último momento. El 5 de febrero fue nuevamente declarado día de protesta. Oficialmente, este día es celebrado como el “Día de la Solidaridad con Cachemira” por el Estado paquistaní, una de las potencias imperialistas involucradas en la ocupación y división de Jammu Cachemira, junto con India y China. Por lo tanto, la elección de este día en particular para la protesta fue muy discutible. Obviamente, la dirección de la JAAC había brindado a las autoridades estatales una oportunidad para desatar una vez más su campaña propagandística de etiquetar al movimiento como proindio. Mientras tanto, en la noche del 4 al 5 de febrero, los dirigentes de el JAAC, dejando de lado algunas gloriosas excepciones, volvieron al proceso de diálogo y por la mañana alcanzaron una especie de MOU (Memorándum de entendimiento) con el gobierno. Al respecto, se emitió una notificación por parte del Departamento de Servicios y Administración General. 

El MOU y la notificación podrían, en el mejor de los casos, describirse como una farsa. Las masas anticiparon con razón que su lucha se había topado con una traición absoluta por parte de su dirección. Salieron en masa y rechazaron con razón el MOU y la notificación. Debido a la creciente presión desde abajo, el JAAC tuvo que retirarse unilateralmente de ese acuerdo con el Estado y el 1 de marzo convocó a una “larga marcha” desde Bhimber a Muzaffarabad.

Probablemente fue un intento desesperado de deshacerse de las fuerzas que el JAAC había despertado, pero en lugar de controlarlas pasó a ser controlado y obligado a avanzar. Incluso bajo condiciones normales, hubiera sido una tarea casi inimaginable. No sólo el JAAC, sino también el gobierno estatal y las autoridades administrativas, cometieron errores de cálculo. No tuvieron la capacidad para entender la dinámica del movimiento de masas y esto los llevó a cometer un error tras otro. Durante la primera semana de mayo, las redes sociales fueron inundadas de notificaciones sobre el despliegue de la Policía de Fronteras y la Policía de Punjab para “mantener la ley y el orden”. 

En lugar de asustar a las masas, esto las enfureció aún más y proporcionó un nuevo impulso al movimiento. Sin visualizar la furia hirviente, el 9 de mayo la administración arrestó a unos 50 activistas de la División Mirpur, el lugar desde dónde se lanzó la larga marcha. En una rápida respuesta, las masas salieron en masa a protestar contra esta represión estatal. 

En Dadyal, esto provocó enfrentamientos abiertos entre los manifestantes y la policía. Para hacer una demostración de fuerza, la administración decidió dispersar la protesta pacífica por la fuerza, pero todo terminó en una derrota humillante para los uniformados. Después de sortear los gases lacrimógenos y los ataques con porras, los manifestantes obligaron a la policía a huir del campo de batalla. El subcomisario de la zona fue golpeado después de haber abofeteado a algunos manifestantes. Los vídeos de los policías huyendo se hicieron virales en todo el mundo. Esto demostró claramente a las masas en general que si salían en número suficiente no sólo eran capaces de derrotar a las fuerzas de opresión sino que también podían lograr su objetivo. 

Lo que el mundo presenció el 11 de mayo fue descrito perfectamente hace décadas por el gran poeta revolucionario Faiz Ahmad Faiz en su poema épico, “Hum Dekhenge”:

Veremos…

Cuando las montañas de crueldad y tortura

Vuelen como trozos de algodón.

Bajo los pies de los gobernados

La tierra se estremecerá, temblará y latirá

Y sobre la cabeza del gobernante

El rayo tronará

¡Lo veremos!

Esta es una descripción acertada de las escenas del 11 de mayo, con la única diferencia de que no se trataba de lo que “veremos”, sino que el mundo estaba viendo la tierra literalmente temblando bajo los pies de los oprimidos. Las montañas de crueldad, cuando los manifestantes enfurecidos y furiosos pero decididos y entusiasmados las enfrentaron, resultaron ser incluso más ligeras que trozos de algodón. 

En Islamgarh, Mirpur, un subinspector de policía fue asesinado en condiciones muy sospechosas. El asesinato fue orquestado muy probablemente para desatar un reinado de terror contra los manifestantes, pero ni siquiera entonces se pudo detener la marcha. En Khuiratta, distrito de Kotli, los manifestantes superaron fácilmente la resistencia policial, removieron las barricadas y siguieron adelante. Así ocurrió también en Broyan, Sehnsa, con la diferencia de que allí presenciamos una réplica de lo ocurrido el día anterior en Dadyal. Fue una lucha breve pero feroz entre los manifestantes y la policía, donde estos últimos primero fueron obligados a huir, luego capturados y golpeados, y luego echados del lugar. 

La batalla más decisiva y dura se libró en la zona selvática de la aldea de Reyan, situada entre Kotli y Tata Pani. Allí el número de fuerzas estatales era mucho mayor. Además, fue el último intento desesperado por parte de la administración. Las fuerzas no enfrentaron a los manifestantes. Se habían escondido detrás de los árboles y ocupado las alturas privilegiadas de la montaña. Sin embargo, a pesar de todo eso, después de las heridas iniciales que sufrieron los manifestantes, las masas dominaron a las fuerzas estatales, infligiéndoles una derrota humillante. 

El relámpago tronó sobre los gobernantes. La victoria fue completa, ya que la División Mirpur era considerada el eslabón más débil del movimiento de protesta, e incluso ahí las autoridades fracasaron completamente en sus objetivos. A partir de ahí, comenzó la División Poonch, que ha sido un campo de batalla probado en el tiempo por los movimientos de protesta. Las autoridades decidieron no obstaculizar más a los manifestantes y cuando las caravanas entraron en la División Poonch, les esperaba una cálida y emotiva bienvenida con escenas conmovedoras de hospitalidad y fraternidad. 

Al día siguiente, todos los manifestantes se reunieron en Rawalakot, donde las autoridades una vez más ofrecieron un proceso de diálogo, que pronto fracasó. Hubo una enorme presión sobre los dirigentes del JAAC para que no hicieran ninguna concesión al gobierno, y las autoridades se mostraron renuentes a aceptar lo esencial de la carta de demandas. Entonces, los manifestantes avanzaron hacia Dhirkot para instalar un campamento nocturno. 

El 13 de mayo, cerca de las cuatro de la tarde, el Primer Ministro Sr. Anwaar-ul-Haq apareció en las pantallas de televisión, derrotado y humillado, aceptando dos de las tres demandas básicas, en relación a la tarifa eléctrica y los precios de la harina, prometiendo al mismo tiempo la formación de una comisión judicial que reciba sugerencias para acabar con los privilegios de la burocracia estatal. 

Esta victoria histórica, que podría haber sido un festejo jubiloso sin precedentes, se vio empañada por el martirio de tres jóvenes a manos de los guardabosques casi simultáneamente con la conferencia de prensa del Primer Ministro. Ocurrió en Muzaffarabad, la capital y destino final de la larga marcha, donde decenas de miles de jóvenes resistían con éxito la entrada de las fuerzas paramilitares. Aquí también, al igual que la División Poonch, la gran cantidad de manifestantes (cualquiera fuera el número que pudo llegar a la ciudad en ese momento) fueron recibidos calurosamente en hoteles, restaurantes y otros negocios que ofrecían comida, alojamiento y necesidades adicionales gratis.

A pesar de esta trágica pérdida de vidas humanas en los momentos finales, este fue un movimiento maravilloso y victorioso de las masas trabajadoras y explotadas. Desde el principio hasta el final, avanzó sobre líneas de clase, destrozando los prejuicios reaccionarios del pasado y arrojándolos al basurero de la historia, si no para siempre, al menos por mucho tiempo. En todo momento, el nivel cultural se mantuvo en lo más alto. Durante todo el año no se ha producido ni un solo incidente desagradable, a pesar de que las autoridades hicieron todo lo posible por introducir la violencia y el caos en el movimiento para aplastarlo. Ni los dirigentes ni las bases del movimiento utilizaron nunca la fuerza para bajar la persiana y detener las ruedas. 

La adhesión a las llamadas de acción fue superior al 90%. La campaña para boicotear las facturas de electricidad, que en su punto máximo alcanzó alrededor del 80%, también fue totalmente voluntaria. La cadena de sentadas de protesta en diferentes ciudades y pueblos también fue una creación espectacular del movimiento. Fueron casi día a día y señalaron la continuación del movimiento de protesta, especialmente cuando no había mayor actividad. La iniciativa de la larga marcha, que movilizó a cientos de miles de personas, estuvo en manos de gente muy joven, cuya generación no está acostumbrada a las derrotas y a los compromisos. Debido al gran número de jóvenes en los países del sur de Asia, su número no era menor. Son ellos quienes derrotaron a las fuerzas estatales y no sólo allanaron el camino para que la marcha siguiera adelante, sino que también allanaron el camino para que el movimiento alcanzara la victoria.

Desde la partición reaccionaria del subcontinente del sur de Asia, Jammu Cachemira ha sido utilizada por los gobernantes imperialistas tanto de Pakistán como de India como herramienta para dividir, gobernar y explotar a millones y millones de trabajadores. Siempre han desviado la atención de las masas de sus problemas reales como la pobreza, el desempleo, el analfabetismo, la inflación y la falta de atención médica al exagerar y exagerar este tema y, en ocasiones, provocar la histeria bélica abiertamente. Dos de cada tres guerras entre India y Pakistán se libraron por Jammu Cachemira. Incluso el ascenso del BJP (partido derechista del primer ministro indio Narendra Modi) y la reacción negra del movimiento azafrán en la India se debe, en gran medida, a la disputa sobre Jammu Cachemira. Por otro lado, también ha servido como criadero del fundamentalismo islámico en Pakistán. 

Sin embargo, como había predicho hace años el gran teórico marxista Dr. Lal Khan, el papel de Jammu Cachemira en la región parece estar volviéndose dialécticamente lo opuesto. Movimientos similares al mencionado ya están ocurriendo en Jammu, Ladakh y Gilgit Baltistan. La victoria actual no sólo alentará a movimientos hermanos sino que también puede ayudar a vincularlos en líneas de clases. 

En cualquier caso, los cientos de millones de almas que sufren tanto en India como en Pakistán pueden tomar la dirección directa de este movimiento en sus manos, y los temblores de la creciente lucha de clases se sentirán en toda la región en los próximos días.