Brasil: La izquierda radical no debe perder oportunidades

Si queremos construir una alternativa política revolucionaria, tenemos que acabar con las ilusiones en el Frente Amplio de conciliación de clases.

Por Verónica O’Kelly – miembro de la dirección de Revolución Socialista – PSOL y de la LIS (Liga Internacional Socialista)

Las elecciones municipales en Brasil han demostrado, en primer lugar, que el Frente Amplio no es suficiente para derrotar a la derecha, ni a la extrema derecha y, en segundo lugar, que no existe una alternativa política anticapitalista, revolucionaria y con capilaridad de masas. Nuestros mayores esfuerzos deben ser dirigidos hacia la vanguardia, que rompa con la conciliación de clases y el Frente Amplio, junto con la necesidad de romper el camino sin salida que presenta el ultraizquierdismo sectario y propagandista para avanzar en la tarea fundamental de construir una alternativa política anticapitalista y revolucionaria en Brasil y en el mundo.

El Frente Amplio da un espaldarazo a la derecha y extrema derecha

El gobierno Lula 3.0, además de haber llegado al poder de la mano de la derecha tradicional brasileña, colocando a Geraldo Alckmin como vicepresidente como garantía de unidad, ha incorporado al gobierno a ministros de derecha y extrema derecha. Ellos son Carlos Fávaro (PSD), Agricultura y Ganadería; Jader Barbalho Filho (MDB), Ciudades; Juscelino Filho (UNION), Comunicaciones; José Múcio (PRD), Defensa; André Fufuca (PP), Deportes; Alexandre Silveira (PSD), Minas y Energía; André de Paula (PSD), Pesca y Agricultura; Simone Tebet (MDB), Planificación y Presupuesto; Sílvio Costa Filho (Republicanos), Puertos y Aeropuertos; Renan Filho (MDB), Transportes; Celso Sabino, (UNION), Turismo.

Este gobierno, lejos de responder a las demandas populares, promesa de campaña contra Bolsonaro, se dedica a responder a las demandas del capital financiero (gran beneficiario de las políticas de Lula) y de los empresarios (especialmente del agronegocio, que hace enormes fortunas con la destrucción del medio ambiente en Brasil). El Marco Fiscal, el nuevo Techo de Gastos, mantiene el ataque a los derechos de la clase trabajadora y de los sectores populares y abre espacio para el perverso mecanismo de la Deuda Pública que enriquece a los banqueros, negando aumentos salariales a los funcionarios y reduciendo los presupuestos sociales, pero como esto no es suficiente (y nunca lo será porque la crisis capitalista exige cada vez más ajustes), el gobierno ha recortado la financiación del Beneficio de Prestación Continuada (BPC), con el voto repudiable de la mayoría de los diputados del PSOL. También planea descontar del trabajador la multa del FGTS pagada por el empleador en caso de despido, cambiar los criterios de pago del Seguro de Desempleo, alterar los pisos constitucionales de Salud y Educación, reducir el subsidio salarial para los que ganan hasta dos salarios mínimos y desvincular los derechos de seguridad social del salario mínimo. Un paquete de medidas diseñadas para garantizar el objetivo de reducir el déficit a cero y asegurar la continuidad del Marco Fiscal. Nada que envidiar a las medidas típicas de gobiernos anteriores, incluido el de Bolsonaro.

Así, en un gobierno para los ricos, las masas ven deteriorarse su nivel de vida mientras Lula habla cínicamente de gobernar para los pobres y los «compañeros» trabajadores. No es un problema ideológico, es un problema profundamente material y concreto que significa que no hay vuelta atrás en el proceso de fracaso de los llamados gobiernos progresistas.

La centro izquierda está destinada al fracaso

Lula, el PT y toda la centroizquierda se presentaron a estas elecciones para postular su conocido programa de gobierno, que ya ha frustrado las expectativas de los sectores populares y de la clase trabajadora. Sus «cantos de sirena» sobre las bondades de la conciliación de clases ya no convencen a las masas y esto está provocando que miles de personas, en busca de una alternativa política, se abstengan de votar o voten por la derecha y la extrema derecha.

El PT mantiene una importante influencia sindical al dirigir la CUT (Central Única dos Trabalhadores), la principal central obrera de Brasil. Así, la política de estas direcciones sindicales está dirigida a desmovilizar, provocando la derrota de las luchas. Este trabajo de la burocracia sindical profundiza la desmoralización de la clase trabajadora y también favorece el crecimiento de la derecha y de la extrema derecha.

Por eso, aunque el PT todavía tenga un peso significativo entre las masas, la dinámica es que su declive seguirá acentuándose, producto de su limitación de clase al haber traicionado el proyecto de partido de trabajadores de sus inicios y ser ahora un partido del régimen burgués. La polarización social que vivimos es producto de la crisis capitalista, que no deja espacio para proyectos reformistas o progresistas, como lo fueron muchos de los gobiernos de América Latina a principios de siglo. Los progresistas de hoy se ven obligados a aplicar planes de austeridad y atacar los logros de décadas anteriores. De esta manera, mantienen el pacto de gobernar para el capital mientras pierden la base social que vive bajo la traición de estas direcciones que juraron defender los intereses de las mayorías explotadas y oprimidas.

Las izquierdas pierden una nueva oportunidad

El PSOL perdió una gran oportunidad en estas elecciones con la candidatura de Boulos a la intendencia de la mayor ciudad de América del Sur, São Paulo. Estuvo en los debates organizados por los grandes medios de comunicación, ocupó los titulares de todos los periódicos y dispuso de millones y millones de reales del fondo electoral para presentarse a la población, una inmensa visibilidad, tuvo la oportunidad de hablar de las políticas públicas necesarias para responder a los problemas de las periferias, y no lo hizo. Podría haber hablado del programa PSOL sobre seguridad, explicando de forma simple que no es con la policía sino con políticas sociales que se responde a los problemas de seguridad pública, o hablar de la «guerra a las drogas» como una cuestión de salud y de la guerra al narcotráfico, protegiendo al usuario. También podría haber hablado de la necesidad urgente de concursos públicos para atender las demandas de la enorme población que sufre el desmantelamiento del Estado, de cómo defender las empresas públicas contra las privatizaciones, entre otras muchas propuestas que el propio programa del PSOL defiende y que Boulos simplemente se negó a defender en nombre de la «táctica electoral» o, mejor dicho, de un cálculo electoral y pragmático.

En resumen, podría haber aprovechado este momento, pero prefirió un discurso y una política alineados con el orden burgués. Se adaptó tanto a este orden que se quedó sin forma, sin cuerpo. Por eso Guilherme Boulos quedó tercero, perdiendo ante Ricardo Nunes y las abstenciones.

La izquierda clasista también ha perdido una preciosa oportunidad de presentarse ante las masas como alternativa política, esta vez por la razón opuesta a Boulos y la dirección mayoritaria del PSOL. El sectarismo y la autoproclamación, características principales de estos sectores, es la gran barrera que tenemos para la construcción de unidad, incluso en el terreno electoral.

Las fuerzas de la izquierda revolucionaria siempre han tenido tácticas de unidad con partidos reformistas o centristas, no hacerlo es un grave error que nos aleja de la posibilidad de movilizar a las masas contra la extrema derecha o el fascismo. Es un error clásico de la ultraizquierda y hay que combatirlo.

Pero esto nunca puede significar perder la independencia política, la libertad de criticar las traiciones de los reformistas y de seguir luchando una vez que éstos capitulan y abandonan la lucha. Como dijo Trotsky: «Participamos en el frente único, pero no podemos disolvernos en él bajo ninguna circunstancia. Intervenimos con una visión independiente «[1] El Frente Amplio, ampliamente defendido por gran parte de las corrientes del PSOL y, por supuesto, por la centro izquierda, no tiene nada que ver con el Frente Único que, como bien explica Trotsky, nunca puede significar que el partido revolucionario se alíe con el reformismo en la lucha por el poder.

Entonces, la pregunta sigue siendo: «¿qué hacer?

No podemos desaprovechar las oportunidades. Mientras ello ocurre, nos alejamos del objetivo revolucionario de acabar con este sistema que nos conduce a la barbarie. Esto significa utilizar todos nuestros recursos para agitar en favor de nuestro programa socialista y revolucionario, para hacerlo accesible a las mayorías explotadas y oprimidas. También tenemos que convencer a la vanguardia de que no hay atajos, el «mal menor» favorece el crecimiento de nuestros peores enemigos, la derecha y la extrema derecha. Y, quizás la más importante de todas las tareas que tenemos, iniciar un proceso de reagrupamiento de los revolucionarios. Esto comienza, por supuesto, en las luchas que estamos librando contra los gobiernos y la patronal, pero no termina ahí, sino que requiere de los mayores esfuerzos para construir un polo de unidad política de fuerzas que estén dispuestas a ser una alternativa política con peso de masas y así luchar por el único sistema viable para la clase obrera, el sistema socialista.

Este reagrupamiento, que necesariamente debe ser parte de un proyecto internacional, es lo que exige esta etapa histórica en la que el sistema nos conduce hacia la barbarie, porque es la única alternativa que tienen los capitalistas para recuperar las tasas de explotación que garantizan su incesante acumulación de capital. Si no se acaba con el capitalismo, no sólo en un país sino en el mundo, éste acabará con todo. Este es el camino que hemos emprendido con la LIS (Liga Internacional Socialista), proponiéndonos construir un proyecto no sectario ni oportunista, reagrupando organizaciones que han tenido distintas experiencias en distintos países y continentes, con distintas tradiciones revolucionarias, y que hoy estamos seguros que necesitamos dar pasos firmes en la tarea de construir una organización internacionalista y revolucionaria capaz de dar vuelta la tortilla de una vez por todas.

[1] León Trotsky. «La táctica del Frente Único», documento escrito en Moscú en marzo de 1922 para la reunión del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, que se reunió en febrero del mismo año, como material para un informe sobre la cuestión de los comunistas franceses.