Por Ana-Marcela Montanaro
Hay algo que me chirría en lo que expresa la señora Melania Vega en su respuesta al presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves. Si bien dice sentirse orgullosa de ser doctora, ser médica especialista, trabajar para la Caja Costarricense del Seguro Social y de estudiar derecho, en ningún momento hace una defensa de lo público, no hay una defensa del sistema público de salud costarricense. Es más, no habla de jornada laboral, sino que ella habla de jornada de producción, usando un lenguaje en el mismo tono neoliberal y con olor a producción industrial en serie.
Pienso en Rodrigo Chaves, presidente de Costa Rica y aspirante a Trump y a Milei; pienso en Rodrigo Arias, Pilar Cisneros, Eli Feinzaig, en diputadas, diputados PLN- PUSC, o aquellos del PAC de memoria poco grata, o en cualquier empresario de cámaras empresariales, quienes abogan por mayor productividad, jornada de producción en lugar de jornada laboral, y que llaman “colaboradores” a los trabajadores. Usualmente son ellos y ellas, los que se expresan claramente en esa cadencia neoliberal, pero esta vez lo hizo la médica.
El neoliberalismo permea todo, incluso a los trabajadores, incluso a los funcionarios públicos y también a una trabajadora, como es Melania, que por más especialista en medicina, sigue siendo una asalariada del estado y de una institución esencial para salvaguardar la vida digna y la salud de la clase trabajadora que cotiza para pagar el salario de los profesionales especialistas y mantener con vida la Caja Costarricense del Seguro Social.
Sí, quienes acuden a la Caja Costarricense del Seguro Social, tienen derecho a la salud y a la atención médica. Y es que el sistema de seguridad costarricense se basa en la solidaridad y en los aportes de la clase trabajadora, patronos y estado. Sí, las personas trabajadoras cotizan, mes a mes, para pagarles el salario a los médicos y a la Dra.
Melania, mucho menos habla de las jornadas extraordinarias de trabajo, por mucho extenuantes y poco sanas para cualquier persona trabajadora, como lo es ella. Tampoco refiere a la necesidad de más médicos especialistas, parece que este tema es casi vedado para la discusión.
Los pacientes que atiende, al final para ella y para la misma institución, son números. Y es que así se expresa el neoliberalismo en números, en estadísticas para medir la eficiencia y la productividad. Luego, al mejor estilo del individualismo neoliberal, la médica Vega, nos señala sobre los 1723 pacientes, o sea personas atendidas, las cirugías y demás procedimientos médicos que ha realizado, y que ella calcula en 190 millones de colones el costo de atención, mencionando que es lo que ella, o cualquier otro médico, ganaría en la medicina privada o lo que le deberíamos pagarles en la privada. Olvida que fue la clase trabajadora costarricense, que ya pagó parte de su salario.
Melania, ni siquiera hace una reflexión sobre ética y la solidaridad que existe en el sistema de seguridad social costarricense, sino que se enfoca en su posibilidad de lucro. Claro está, quienes son especialistas en medicina, merecen salarios justos, jornadas de trabajo dignas y también de descanso.
Siguiendo con el lenguaje del post, usado por Melania. La médica Vega Oreamuno, se siente orgullosa de hacer trabajo excesivo. Tal y como lo hicieron algunas diputadas cuando se discutía la ampliación de la jornada laboral, la llamada 4 /3, sea 4 días de trabajo de 12 horas cada uno por 3 de descanso.
Las personas trabajadoras tenemos derecho a una jornada laboral. Quienes trabajan atendiendo seres humanos enfermos, también cumplen una jornada de trabajo, pero al parecer, al menos para Melania no es jornada laboral sino una jornada de producción. Atender personas enfermas no un proceso de producción, tal y como dice la médica, al estilo de maquila industrial, o de producción en masa, que refiere a mayor eficiencia, menores costos y tiempos de producción más rápido. Una pena que médicos y médicas de la seguridad social costarricense piensen así.
Melania la Dra., obvia la conciliación familiar y los cuidados, algo que las feministas hemos puesto en el centro del debate para hacer frente al desmantelamiento de lo público, incluida el sistema de salud. Sí, la vida digna, la solidaridad y los cuidados como esenciales.
Pues eso, que la médica habla al mejor estilo neoliberal; recalca la meritocracia, el individualismo, el discurso de la producción, el lucro, las estadísticas, la eficiencia, su derecho a ganar mucho dinero por ello. Claro está, mientras otros, las grandes mayorías trabajadoras no llegan a fin de mes o apenas les alcanza un salario mínimo de vergüenza en un país donde el costo de la vida es altísimo.
La salud es un derecho, no puede estar supeditado al individualismo, ni al gremialismo, ni a los buitres que aspiran la privatización de lo público. La salud es un derecho humano, y no puede estar supeditado al lucro, tampoco a los intentos de los gobiernos de turno por destruir una de las instituciones más importantes de Costa Rica. Y es que a la Caja Costarricense de Seguro Social, el estado le adeuda dinero.
La salud, tiene que ver con la defensa de la institucionalidad, la defensa de los servicios públicos y no, no es el chantaje de irse a la medicina privada, bajo el sacrosanto derecho de la libertad de elección.
El derecho a la salud, tampoco es la retórica del feminismo de la prosperidad neoliberal, con que nos habla Vega, ese que nos indica ser exitosas y romper los techos de cristal. Ese feminismo de los discursos del éxito empoderado.
Y es que cada vez, que alguna mujer rompe los techos de cristal, los cristales rotos serán otras mujeres las que los recogerán con sus pies pegados al lodo. Los limpiarán aquellas mujeres que trabajan por salarios de hambre y jornadas extenuantes, sin espacios de cuidado, ni para ellas ni para sus criaturas y muchas veces sin siquiera seguro social.
Urgen más médicos y médicas especialistas, urgen salarios justos para las personas trabajadoras, sobre todo para las que menos ganan; trabajadores del campo, en las plantaciones de piña, en las plantaciones de banano, trabajadoras de zonas francas; urgen salarios justos para las trabajadoras del hogar, para las jornaleras; salarios justos para choferes, para las maestras, para secretarias, salarios justos, para profesionales en medicina, para profes de universidad, para conserjes, para barrenderas, para quienes recolectan la basura. Salarios justos, cuidados y jornadas de trabajo menos extenuantes para la clase trabajadora, la que madruga y genera riqueza. Urge ética, solidaridad y lazos de comunidad urge también, dosis de realidad.
El feminismo combativo y de clase, nos enseña que nadie debe quedarse atrás. Más igualdad y menos desigualdad. Los cuidados en el centro. Más justicia social y defensa de lo público, más lo colectivo, menos individualismo y más insumisión ante un sistema que nos depreda.
Un trabajo digno, jornadas de trabajo justas, salarios justos y derecho a la salud, son derechos consagrados constitucionalmente.
No es ponernos a pelear entre quienes estamos abajo, sino más bien luchar para ensanchar la justicia social. Sí, el acceso a la salud es un derecho y es democracia.
No me refiero a la ortografía de la médica, esperemos que acentúe el pulso, pero eso se lo dejo a los profesores de derecho.
Ana-Marcela Montanaro
@marcemontanaro