Palestina marchando contra la agonía
Por Mariano Salas, desde México.
Las movilizaciones en los EE. UU. contra el genocidio en Gaza y la instalación de campamentos de estudiantes y profesores en campus, se extienden a cerca de 200 universidades[1] que empiezan a estar acompañadas en una buena cantidad de países -incluida la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)- convirtiéndose en la síntesis del escenario mundial. La importancia de este hecho es inmensa debido a que cuando los universitarios norteamericanos se levantan, “algo” va a pasar. Esto mismo sucedió en 1967 cuando se inició en las universidades el movimiento contra la guerra de Vietnam, llegando a Paris y de ahí a toda Europa y América Latina en 1968-69. Algo similar aconteció en 1985 cuando se iniciaron movilizaciones en los campus contra el apartheid en Sudáfrica, para después extenderse a Europa y muchos países más.
Esta nueva oleada de movilizaciones tiene sus características propias, como cada ejemplo de los anteriores. Uno que parece importantísimo es que el sistema político estadounidense vive su peor crisis desde la Guerra Civil en el siglo XIX, con facciones enfrentadas como nunca y que atraviesan al Partido Demócrata y al Partido Republicano. No hay que olvidar que Trump amenazó con que, si pierde las elecciones “habrá un baño de sangre”. Otro elemento, quizá el más importante, es que en los EE. UU. se vive un gran del ascenso del movimiento de masas,[2] particularmente sindical, pero no únicamente dado que la juventud blanca se ha radicalizado como se demostró en la gesta de 2020 -en plena pandemia- contra el racismo, una de las características más subyacentes del sistema de explotación yanqui. Antes, en 2016, es muy significativo tener en cuenta que Bernie Sanders, hoy senador independiente, cuando fue precandidato logró una amplísima simpatía entre esta juventud blanca que se reclamaba ¡socialista democrática![3]
El ascenso del movimiento de masas es lo que ha dividido a la clase dominante estadounidense respecto a cómo enfrentar este proceso de radicalización que experimenta su juventud y su clase trabajadora. Este ambiente en los EE. UU. muestra un desgaste ideológico y político del imperialismo acentuando la crisis de su sistema político y no existe, por ahora, alternativa pues Trump, el favorito para ganar las elecciones de noviembre, se vio obligado a declarar su apoyo a Israel y al genocidio lo cual no debe haberle redituado en sus bonos, sino al contrario, será también arrastrado por los jóvenes negándose a ver como santos a los que son solamente charlatanes y asesinos. Tampoco creerse el cuento de que hay un héroe en cada bandido o en cada hombre político de éxito.
Europa no se queda atrás pues el desgaste de los regímenes amantes de la libertad y la democracia se acentuó también debido al genocidio, provocando un profundo desprestigio de los gobiernos tanto de la OTAN como de la Unión Europea; en momentos que más necesitan apoyo para acometer contra Rusia por lo de la guerra en Ucrania. Macron, presidente de Francia, “goza” del más grande desprestigio y desconfianza entre los franceses a los que quiere llevar a la guerra. Rishi Sunak, primer ministro del Reino Unido no está mejor. Son los choznos del imperio, tiranuelos que siempre han sabido ponerse el traje inteligente para las ocasiones cretinas.
[1] Hay que agregar que las madres de los estudiantes se han organizado para apoyarlos de distintas maneras y aunque la policía las ha querido sacar de los campus, le está costando mucho trabajo. Las madres de los estudiantes han formado un movimiento al que llaman “Madres que cuidamos a los hijos de otras madres”.
[2] Para muchos el más grande desde los años ‘30 del siglo pasado en plenos efectos de la Gran Depresión.
[3] Encuestas de 2016, arrojaban que el 47 por ciento de la juventud blanca se decía socialista.