Por David Morera Herrera
Cada vez es más aguda la escalada militar entre las potencias imperialistas. Se anuncia la colocación de misiles crucero yankis, de largo alcance en Alemania, algo inédito en la tradición alemana, qué con esta medida rompe con el orden de la segunda posguerra.
Con el sumiso apoyo del «socialdemócrata» Scholtz, EEUU cruza una línea roja. Al mismo tiempo, los socios menores del imperialismo yanki, reunidos en la cumbre del OTAN, aumentan el gasto militar para sostener a su títere Zelensky en Ucrania.
Se desgarran vestiduras por la invasión rusa en Ucrania y sus operaciones militares, pero sin sonrojo financian y arman hasta los dientes al genocidio del nazi sionista Netanyahu.
La Cumbre de la OTAN, con un senil Biden, acosado por su declive en la intención de voto, mantuvo la sombra de Trump en primer plano.
En Gaza, el genocidio no cesa. Pero los imperialismos en disputa, incluido el chino, salvo ayuda humanitaria y declaraciones, miran para otro lado.
El genocidio en Gaza y el acoso militar en Cisjordania no cesan un solo día. Palestina solo cuenta con el acompañamiento militar de las milicias de Hizbula y Yemen.
Moscú amenazó con una severa respuesta militar. El presidente del parlamento ruso amenazó directamente con emplazar misiles en Corea del Norte, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Es este escenario en extremo exacerbado de disputa interimperialista, se confirman las tendencias hacia una tercera guerra imperialista mundial.
A las y los revolucionarios se nos plantea la urgente necesidad de movilizar a los pueblos oprimidos y la clase trabajadora de todos los países. Tenemos el enorme e imprescindible desafío de fraguar el reagrupamiento alrededor de un programa común para la revolución.