El 9 de agosto el Senado argentino rechazó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que había obtenido media sanción en Diputados. La Iglesia Católica y la derecha celebraron, pero es un triunfo pírrico.
Durante las 17 horas que duro el debate, cientos de miles de personas colmaron las calles aledañas al Congreso, desafiando el frío, el viento y la lluvia incesante. A pesar de la bronca, la sensación predominante es que ya no hay vuelta atrás de los efectos de la marea verde. Este Senado antidemocrático podrá frenar la legalización del aborto por ahora, pero la abrumadora mayoría social que apoya la legalización quedó al descubierto, con encuestas que muestran un apoyo contundente de la población a la ley de aborto legal, seguro y gratuito.
Esa marea es parte de la revolución feminista mundial en curso, revolución que tuvo en el Ni Una Menos argentino de 2015 su primera gran expresión. Aquella movilización multitudinaria expresó una bronca acumulada durante años que finalmente estalló. Y la rebelión se sintió en todo el mundo. Surgió el Ni Una Menos en Chile, el Vivas Nos Queremos en México, y la huelga de mujeres en Polonia contra el intento de prohibir el aborto en 2016. Le siguió la masiva movilización de mujeres contra Trump en su asunción presidencial, y la huelga internacional de mujeres en 2017.
Este año la revolución feminista marcó nuevos hitos. En el aniversario de la presidencia de Trump las mujeres protagonizaron lo que fue la mayor movilización en la historia de Estados Unidos, al tiempo que se expandió masivamente la campaña #MeToo contra el abuso y el acoso sexual. En el Día Internacional de la Mujer se realizó el segundo paro Internacional de mujeres, con acciones coordinadas en más de 170 países, y un increíble paro de cinco millones de mujeres en el Estado Español. En Irlanda, al calor de una movilización histórica, se ganó por amplia mayoría un referéndum que anuló la prohibición constitucional del aborto. Y en Argentina, ascendió la ola verde por el aborto legal, seguro y gratuito.
Arrancó el propio Día Internacional de la Mujer, que tomó el aborto como consigna central, y cuya marcha se transformó en una verdadera marea de pañuelos verdes. Durante tres meses, cada martes, cuando se reunían las comisiones que trataban el proyecto de ley, pañuelazos de miles de mujeres se juntaron en la puerta del Congreso. Nueve días antes de que Diputados tratara el proyecto, la marcha de Ni Una Menos inundó las calles de Buenos Aires con otra marea verde, de 150.000 personas. Y el día de la sesión, un millón de personas colmaron las calles en la zona del Congreso. La presión de este proceso de movilización masiva logró la media sanción por 129 votos contra 125, después que dos legisladores se dieran vuelta a ultimo momento.
La contraofensiva de la Iglesia y sectores de derecha, junto a la equivocada postura triunfalista de la dirección de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que desequilibró hacia la negociación parlamentaria, desmovilizando y cediéndole la iniciativa a la derecha, colaboraron con que la votación en el retrógrado y antidemocrático Senado saliera desfavorablemente. Pero se trata de una batalla perdida en una guerra en la que la correlación de fuerzas está fuertemente inclinada hacia la revolución feminista mundial, y que tiene a la Iglesia y demás sectores reaccionarios a la defensiva y en franco retroceso en el mundo entero.
La lucha por el aborto en Argentina fue seguido de cerca por millones en todo el mundo, y feministas de diversos países la tomaron como propia. En más de 40 países se realizaron pañuelazos en las embajadas argentinas el 8 de agosto, mientras el Senado debatía la Ley de aborto, y miles de mensajes de solidaridad recorrieron las redes sociales, de la actriz estadounidense Susan Sárandon y el mexicano Gaél García Bernal, de la diputada irlandesa que impulsó el referéndum contra la prohibición del aborto y de miles de activistas feministas de todo el mundo. Nuestra corriente internacional Anticapitalistas en Red estuvo entre los principales impulsores de esta campaña internacional. Las organizaciones de la corriente organizaron pañuelazos y movilizaciones a embajadas y consulados en sus paises, en algunos en unidad con otras organizaciones. Desde Buenos Aires recopilamos y difundimos masivamente los mensajes solidarios que nos llegaron de todo el mundo y desde Barcelona fuimos parte de la organización de un twitazo internacional a los senadores, entre otras iniciativas.
La verdadera campaña internacional de solidaridad que logramos significa un salto cualitativo para la revolución feminista mundial. Esta coordinación y accionar internacionalista va a ser clave para que la lucha por el aborto legal en Argentina vuelva a la carga y triunfe. Y será fundamental para el avance global de la revolución feminista anticapitalista, anticlerical y antipatriarcal.