Defendamos nuestro derecho a la vida contra los capitalistas que nos explotan.

Por Gérard Florenson

Más de dos millones de firmas en Francia (1) contra la ley Duplomb, verdadera máquina de guerra contra el medio ambiente y la agricultura campesina en beneficio de los industriales y de una minoría de grandes explotadores: la población se moviliza para exigir la retirada de la ley votada por los partidos gubernamentales y el Reagrupamiento Nacional. Este rápido resultado entusiasmó a los firmantes que tomaron conciencia de su propia fuerza y, más allá de las ilusiones institucionales, vieron en ello la posibilidad de una respuesta masiva a los ataques del gobierno. Nos alegramos, por supuesto, de esta movilización, subrayando que no debemos quedarnos ahí y que hay que prepararse para continuar la lucha en las empresas y en la calle. Conseguir nuevas firmas es útil siempre y cuando se inscriba en esta perspectiva.

El éxito de la petición dejó atónitos a los políticos y a los pretendidos sindicalistas agrícolas al servicio de las industrias agroalimentarias que explotan el trabajo de los campesinos. Se vieron obligados a un primer retroceso; no creemos en la espontaneidad de la censura parcial de la ley, llega justo a tiempo para calmar la cólera de los opositores y ganar tiempo antes de volver a la carga con una versión menos provocadora del texto, tal como lo anunció el propio Duplomb.

Un retroceso parcial y provisorio para calmar la contestación

El Consejo Constitucional censuró la parte del texto que autorizaba el retorno del acetamiprid, un insecticida que afecta a la biodiversidad y en particular mata a las abejas, y probablemente peligroso para los seres humanos. En cambio, las demás disposiciones del texto no fueron censuradas y, acto seguido, Emmanuel Macron promulgó lo que quedaba de la ley.

No somos tan ingenuos como para creer en la conversión ecologista de los miembros del Consejo Constitucional ni en su independencia. Al censurar la parte de la ley que había estado en el centro de la contestación, los “Sabios” (2) finalmente le hicieron un favor a Macron, que no sabía cómo manejar la situación: pasar en fuerza hubiera sido arriesgado y el debate parlamentario se habría desarrollado en medio de manifestaciones.

Al mismo tiempo, permitieron la aplicación de los otros aspectos de la ley, igualmente graves para la población y la mayoría de los campesinos, pero menos visibles: la petición exige ciertamente la retirada de toda la ley, pero los argumentos se centraron casi exclusivamente en los peligros de los tratamientos químicos. Emmanuel Macron entendió bien la oportunidad que se le ofrecía de dar satisfacción a la FNSEA en los demás puntos.

¿Una ley para defender “a nuestros agricultores”? ¡Mentira!

Ante el rápido éxito de la petición, los partidarios de la ley hicieron todo para desacreditar a los firmantes: ignorantes manipulados por los ecologistas izquierdistas, que no se darían cuenta de las dificultades del mundo agrícola (3). Olvidan deliberadamente las posiciones de científicos y profesionales de la salud, nada ignorantes y mucho menos izquierdistas, que apelan al principio de precaución… ¿De qué lado están los oscurantistas? Son los mismos que niegan o, al menos, relativizan las consecuencias del cambio climático y las indispensables adaptaciones de las políticas agrícolas, empezando por la gestión de los recursos hídricos.

Por supuesto, nos vuelven a sacar el mito de la “Granja Francia” amenazada y del campesinado insultado y despreciado, como si todos los agricultores, grandes o pequeños, formaran parte de la misma familia.

¿Al servicio de todas las megabalsas que permiten a una minoría monopolizar el recurso hídrico?

En el mismo sentido van las “simplificaciones” para ampliar las explotaciones avícolas o porcinas. Las empresas agrícolas implicadas tienen perfectamente los medios para gestionar las cuestiones administrativas, en cambio hay que acelerar los procedimientos para cortar de raíz las protestas de la población contra las molestias de estas instalaciones gigantes (4). Esta concentración, deseada por el gobierno y los industriales, va a provocar la desaparición de miles de pequeños criaderos, algo también catastrófico para el entramado territorial y la lucha contra los incendios. Los mismos que contribuyen a la desertificación de zonas enteras tienen el cinismo de pretender defender la ruralidad. ¡Y llaman a esta política “defensa de los agricultores”!

El discurso del gobierno y de los “sindicatos” reaccionarios insiste en la competencia desleal de los productores de otros países – incluso europeos – que no están sometidos a las mismas normas: su respuesta es, como siempre, un alineamiento con el menor estándar ambiental y social. Mirando lo que ocurre en otros lados, no parece sin embargo que los agricultores estén más prósperos que en Francia, y que al menos un uso menos encuadrado de los pesticidas baste para hacer su felicidad. Hemos visto cómo las movilizaciones de los campesinos de Francia tuvieron eco en toda Europa. Basta con leer la prensa agrícola de los distintos países para constatar que las dificultades son en todas partes las mismas y, sobre todo, que la preocupación central es poder vivir de su trabajo, es decir, garantizar un ingreso.

En todas partes la misma exigencia: poder vivir de su trabajo

Hay un gran ausente en el discurso de los defensores de la ley Duplomb: los precios pagados a los productores. El ingreso estaba en el centro de las movilizaciones campesinas, pero el gobierno y la FNSEA lograron desviar la cólera hacia los impuestos, las “trabas” y la burocracia, y naturalmente los agricultores no ganan un euro más. La ley Duplomb responde a la misma lógica. Tereos y los otros 4 grandes grupos azucareros no son cuestionados, como si no tuvieran ninguna responsabilidad en la situación de los cultivadores de remolacha. También olvidada la supresión de las cuotas que, adaptando la producción a la demanda, protegían un poco los ingresos.

Lejos de estar satisfechos con su situación, los productores españoles de remolacha azucarera (5) lamentan una disminución de las superficies y una baja de los precios. En este punto no denuncian a los ecologistas sino a los industriales y señalan de paso que estos últimos importan azúcar desde… Francia. En Francia son las importaciones desde Alemania las que se denuncian.

Los ganaderos suizos luchan con el sindicato Uniterre por un precio mínimo de 1 franco el litro de leche. En todas partes se pueden encontrar ejemplos semejantes que muestran cómo el comercio, los industriales, los exportadores y la gran distribución exprimen a los campesinos y cosechan enormes beneficios a costa de los productores, de los consumidores y de sus propios asalariados.

Esto no es propio de Europa. El cultivo de la soja, de la caña de azúcar, de las frutas exóticas se basa en la sobreexplotación de trabajadoras y trabajadores, sometidos además a las consecuencias para su salud y su vida de tratamientos químicos prohibidos en los países imperialistas, sabiendo que son a menudo sociedades de esos mismos países las que poseen las tierras (recordemos la United Fruit y se puede leer o releer “Fin de semana en Guatemala” de Miguel Ángel Asturias).

Luchar todos juntos más allá de las fronteras

Una gran parte de los agricultores europeos, más allá de las denuncias de las prácticas de los países vecinos, temen la competencia de Brasil a raíz de los acuerdos UE – MERCOSUR. Siempre se encuentran nuevos “competidores desleales”.

Existe una versión “progresista” de las demandas de proteccionismo nacional o europeo. Difiere poco de la versión reaccionaria salvo en el nivel de violencia. Los reformistas no rompen botellas ni vacían las estanterías de los supermercados, no bloquean camiones en la frontera española. En cambio, retoman el estribillo sobre la “competencia desleal”, olvidando que las reglas sociales y ambientales son regularmente violadas en Francia, que trabajadores precarizados, a menudo inmigrantes, son sobreexplotados, como se reveló en el caso de los vinos de Champaña y Burdeos, y que el fraude no concierne sólo al “bio español”.

Lo que la pretendida izquierda no quiere ver es que la competencia no viene de los pequeños campesinos de los países pobres, sino de las sociedades occidentales que han invertido en las llanuras cerealistas de Ucrania, en la producción de tomates cherry en Marruecos, de hortalizas en el Magreb y en África negra (6). En el límite, ve en las iniciativas de “nuestros capitalistas” una prueba del “resplandor de Francia”.

Lo que se desprende para todas las producciones agrícolas es el control de los mercados por unos pocos grandes grupos (como los 5 gigantes del grano en el trigo) que imponen su ley y sus precios poniendo en competencia a los campesinos del mundo entero. Exportadores, industriales y gigantes del comercio se preocupan poco del destino de los productores: ¡sus beneficios antes que nuestras vidas! (7)

Lo que necesitan: gigantescas fábricas de leche, carne, huevos para producir a menor costo alimentos industriales. Los gobiernos a su servicio les facilitan el trabajo: lo vemos en Francia con las “simplificaciones” ofrecidas a las mega-explotaciones que ya mostraron su nocividad en los países que tienen “ventaja”: contaminación, molestias y ruina de los pequeños campesinos. Y luego se presentará en Europa una nueva fase de concentración para “salvar nuestras agriculturas” frente a la competencia de Brasil o de China.

Sólo la lucha común de las trabajadoras y trabajadores podrá cambiar el mundo

Campesinos de todos los países, tenemos un enemigo común: los grandes grupos que nos explotan, nos reducen a la miseria y, más en general, el sistema capitalista que destruye nuestras vidas como al planeta. Son los mismos que explotan a sus asalariados y que pagan sicarios para expulsar y asesinar a los pequeños campesinos que, como en la Amazonia, defienden sus tierras. Podemos obtener victorias parciales, pero mientras este sistema no sea derribado, la deforestación, los éxodos de población y la crisis climática no podrán ser combatidos realmente.

Rechacemos la trampa de la división. Nuestros intereses están ligados a los de los campesinos de otros países y a los de todos los trabajadores, en una lucha común contra los explotadores y los opresores.

Los campesinos, los asalariados de todo el mundo, los pueblos en lucha por su supervivencia que combaten la destrucción del medio natural, las víctimas de las catástrofes climáticas deben enfrentarse juntos al sistema.

(1) Y cada día se registran nuevas firmas. No se firma en una mesa en la calle, para firmar hay que entrar en el sitio de la Asamblea Nacional utilizando códigos oficiales, lo que da la medida del resultado.

(2) El Consejo Constitucional fue creado por De Gaulle en 1959 para frenar cualquier reforma un poco seria en caso de que la izquierda se volviera mayoritaria en el Parlamento. Esta institución está al servicio del ejecutivo.

(3) ¿Cuántos entre los ministros y parlamentarios partidarios de la ley Duplomb conocen el precio a la producción de las remolachas azucareras?

(4) Leer en el sitio del MODEF, sindicato marcado a la izquierda: https://www.modef.fr/2025/06/27/non-a-la-loi-duplomb-oui-a-lagriculture-familiale/

(5) El punto de vista de los remolacheros españoles: https://share.google/c79OciXCUAqTYJJ1y

(6) Nada escapa a su voracidad: una sociedad “de aquí” quiere apoderarse del aceite de argán, producido tradicionalmente por pequeñas cooperativas de mujeres marroquíes.

(7) Así, DOUX, el primer grupo avícola de Francia, invirtió en Brasil para exportar a menor costo a Medio Oriente. Mañana podrá sin duda exportar desde Brasil… hacia Francia.