A casi 4 años de la invasión del imperialismo ruso a Ucrania
Desde hace casi cuatro años continúa la feroz y a gran escala agresión imperialista rusa contra el pueblo de Ucrania. Durante casi cuatro años, el pueblo ucraniano ha ofrecido una heroica resistencia a este ataque inhumano. El “segundo ejército del mundo” de un país de 140 millones de habitantes, con armamento nuclear y un poderoso complejo militar-industrial, ha llevado a cabo un acto sin precedentes de agresión y ocupación de una parte considerable del territorio de un país no nuclear, muy débil y dependiente, de unos 40 millones de habitantes y con un capitalismo periférico.
Este ataque imperialista, que en toda su magnitud comenzó el 24 de febrero de 2022, se ha convertido en un serio y sin precedentes desafío para todo el movimiento socialista a nivel mundial en cuanto a la aplicación del método dialéctico marxista para analizar los fenómenos sociales. También se ha convertido en un punto clave para poner a prueba la autenticidad de las fuerzas revolucionarias actuales en su antiimperialismo y en su apoyo a las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos y víctimas de agresiones imperialistas. De una u otra forma, la invasión rusa trazó una línea divisoria entre las fuerzas de izquierda de todo el mundo.
Sobre la naturaleza de la guerra ruso-ucraniana
Desde el inicio mismo de la agresión rusa a gran escala, la Liga Internacional Socialista expuso su posición de principio en una serie de declaraciones y artículos políticos.
La guerra en Ucrania combina, desde sus comienzos, dos procesos paralelos. Por un lado, la justa defensa por parte de Ucrania de su soberanía y del derecho del pueblo ucraniano a la autodeterminación y al desarrollo independiente; y por otro,el agravamiento de las tensiones y contradicciones Inter imperialistas entre las potencias de la OTAN y los imperialismos emergentes de Rusia y China. La falta de comprensión de este carácter dual de la guerra constituye la base de la confusión que prevalece entre una parte considerable de la izquierda.
Los izquierdistas campistas, neo estalinistas y ciertas organizaciones trotskistas marginales apoyan abiertamente a la Rusia imperialista de Putin, aprovechándose del odio de las masas populares hacia el imperialismo estadounidense y la OTAN. Tal posición sólo merece el rechazo de cualquier revolucionario consecuente, pues, sea cual sea la caracterización de la guerra actual, nada puede justificar el alineamiento con un poder capitalista opresor de los pueblos y con un régimen tan reaccionario como el ruso. Para justificarse, algunos llegan a negar el carácter capitalista del régimen ruso; otros difunden el mito de que es Rusia, y no Ucrania, la principal víctima de la guerra. Todas estas organizaciones actúan como correas de transmisión de las mentiras emanadas del enorme aparato propagandístico de Moscú.
El objetivo de la invasión imperialista rusa es someter a Ucrania, devolverla a su zona de influencia, privarla incluso de su independencia relativa y apoderarse en la mayor medida posible de su territorio. Desde los primeros días de la agresión rusa, la Liga Internacional Socialista declaró de manera clara y categórica que las masas obreras y populares de Ucrania tienen pleno derecho a defenderse y a dar una respuesta militar a los ocupantes. Es una guerra justa en defensa del derecho del pueblo ucraniano a la autodeterminación. Por eso, los socialistas revolucionarios están obligados a apoyar este movimiento de liberación nacional, poniendo todo lo que esté en nuestras manos para derrotar al invasor.
Nuestro apoyo a la resistencia ucraniana no tiene nada que ver con el apoyo al poder burgués ucraniano ni al imperialismo occidental, que, aprovechándose de la gravísima situación en la que se encuentra el pueblo ucraniano, intenta afianzar su influencia en Ucrania. Nuestro apoyo a la resistencia ucraniana en el plano militar no implica ningún respaldo político ni colaboración con el gobierno neoliberal y anti obrero de Zelenski. Apoyamos la resistencia en lo militar desde una posición de clase, manteniendo una política de independencia y delimitando el amplio movimiento popular de resistencia de la burguesía ucraniana.
Esta posición nos distingue de las posturas campistas y pacifistas, y también de quienes minimizan el papel de la guerra en la disputa imperialista por el reparto del mundo, como la corriente principal de los partidos socialdemócratas, sindicatos occidentales, y sectores de izquierda que hicieron la vista gorda ante la expansión de la OTAN y sus programas de armamento. Algunos llegaron a apoyar la intervención y expansión de la OTAN y las sanciones contra Rusia, todo lo cual es parte de la Nueva Guerra Fría y la militarización. Rechazamos esa adaptación a la burguesía occidental, especialmente en los países imperialistas occidentales, donde constituye una forma de apoyo político a la burguesía “propia” en su disputa por el reparto del mundo.
Sin embargo, esto no altera la naturaleza justificada de la autodefensa ucraniana. Si la clase obrera y los revolucionarios, tanto en Ucrania como a nivel mundial, no están preparados para luchar contra la invasión imperialista rusa, dejan una poderosa arma política a la burguesía ucraniana y fortalecerán las ilusiones en el imperialismo «democrático» al negarse a apoyar una legítima autodefensa nacional.
Los verdaderos intereses de los “socios occidentales” de Ucrania
El sistema imperialista actual existe con su compleja dialéctica de unidad y lucha de contrarios, que coexisten en toda su complejidad. La agudización de las contradicciones interimperialistas tiende a romper la manifestación de unidad y a la creación de alianzas y realineamientos competitivos. Y dado que todas las grandes potencias del mundo —EE. UU. y China, pero también las potencias de Europa Occidental, la UE, Rusia y Japón— quieren, al menos por ahora, evitar una confrontación directa, esto incluye diversas manifestaciones de unidad imperialista. Y esta unidad se fortalece más, cuanto mayor es la unidad de la clase obrera en sus esfuerzos por destruir el capitalismo y cuanto más teme el imperialismo mundial, la amenaza de un alza cualitativa y global de sus luchas.
La mayoría de los imperialismos occidentales, evidentemente, están profundamente atemorizados ante cualquier posibilidad de la caída del régimen de Putin, que les resulta comprensible y previsible. La esperada ola de movimientos de liberación nacional de los pueblos oprimidos de la Federación Rusa, en caso de desintegración y colapso del régimen de ese país, abriría una dinámica positiva para la lucha por nuestros derechos sociales y democráticos y para impulsar una perspectiva en sentido socialista.
Desde el inicio mismo de la agresión rusa a gran escala, los países del imperialismo occidental intentaron sacar del país al liderazgo ucraniano para neutralizar cualquier intento de organizar la resistencia. Sin embargo, fue precisamente la resistencia popular de base del pueblo ucraniano ante la ocupación rusa, y no las acciones de la cúpula burguesa de Zelenski ni de sus “socios” en Estados Unidos y Europa Occidental, la que se convirtió en el factor clave y decisivo para frenar el blitzkrieg ruso (guerra relámpago sorpresiva y potente) o en la primavera de 2022. Fue precisamente esa resistencia popular generalizada la que obligó al imperialismo occidental, hacia el verano y otoño de 2022, a comenzar el suministro de armamento y la ayuda financiera a Ucrania.
Durante los primeros años de la guerra, las potencias imperialistas occidentales querían aprovechar la oportunidad para debilitar al imperialismo ruso. Se propusieron armar a Ucrania e impusieron sanciones económicas masivas contra Rusia, algo nunca visto contra una potencia imperialista desde la Segunda Guerra Mundial. Consideraban que era una oportunidad para humillar a Rusia y convertirla en un Estado imperialista de segunda categoría. Al mismo tiempo, querían evitar una confrontación militar directa con una potencia nuclear (lo que habría sido una guerra imperialista reaccionaria para ambos bandos) y la caída del régimen de Putin, ya que esto desestabilizaría a toda la región, incluso abriendo la posibilidad de luchas de liberación nacional y una dinámica de lucha por nuestros derechos sociales y democráticos y para el avance de una perspectiva socialista.
Por lo tanto, esta ayuda, por supuesto, ha sido y continúa siendo limitada, y en descenso progresivo, tanto más frente a la apertura declarada del imperialismo estadounidense hacia el imperialismo ruso bajo la administración Trump. En cuanto a la UE, se manifiestan abiertos contrastes en su interior respecto al posicionamiento frente a Rusia: entre imperialismos o potencias hostiles, como Francia y Polonia, gobiernos declaradamente pro-rusos, como Hungría y Eslovaquia, y gobiernos en posiciones intermedias, como los italianos. El giro de Trump a favor de Putin tiende a profundizar estas contradicciones en la UE.
También conviene recordar que Ucrania se volvió tan débil militarmente a partir de 1994, cuando, bajo la presión simultánea y coordinada del imperialismo ruso y occidental, se vio obligada a firmar el llamado “Memorando de Budapest”. De acuerdo con este documento, todo el armamento nuclear existente en el territorio ucraniano fue transferido a Rusia, al igual que todos los portadores de dicho armamento (misiles de largo alcance y aviones de aviación estratégica). Precisamente esos misiles y aviones, que Ucrania entregó a Rusia en su momento, son los que hoy están destruyendo al pueblo ucraniano y su resistencia.
La idea principal y clave para entender la ayuda militar estadounidense y europea a Ucrania es suministrar armamento exactamente en la medida necesaria para evitar que Ucrania pierda la guerra y, al mismo tiempo, impedir que la gane. Desde que Trump asumió la presidencia, no existe una política común del imperialismo occidental hacia Ucrania. El equipo de Donald Trump declara abierta y repetidamente que su tarea clave es destruir la alianza político-militar entre Rusia y China y atraer a Rusia a su lado. Está claro que ello solo podrá lograrse a costa de concesiones a Putin, es decir, a costa de la partición de Ucrania y de la ocupación de una parte considerable de su territorio. Donald Trump puede decir una y otra vez que está «decepcionado con Putin», pero sus acciones reales muestran exactamente lo contrario.
La transformación del imperialismo mundial
Como ya se mencionó anteriormente, esta agresión imperialista se ha convertido en una especie de prueba de fuego para que todos los actores del ámbito izquierdista internacional definan su posición frente a esta situación. Sus reflexiones, la aplicación del método marxista y los paradigmas moral-éticos con los que evalúan lo que está ocurriendo han resultado ser muy diversos, e incluso a veces diametralmente opuestos. Una vez más, se ha confirmado el axioma marxista de que la conciencia social a menudo no logra seguir el ritmo del cambiante ser social.
La transformación cualitativa y la creciente complejidad del mundo imperialista, así como la aparición de nuevos imperialismos jóvenes y agresivos, Rusia y China, no han sido, lamentablemente, comprendidas ni analizadas de manera adecuada por una parte considerable del campo de la izquierda. A la situación mundial, que ha cambiado de forma drástica, y a los conflictos Inter imperialistas que se han agudizado, se le han aplicado formas y clichés de análisis tradicionales y, en gran medida, ya obsoletos.
Nosotros, la Liga Internacional Socialista, nunca hemos negado ni negamos el papel predominante del imperialismo estadounidense a nivel mundial, un papel que aún se mantiene. Pero no reconocer la dinámica de su transformación y su notable debilitamiento en la escala global significa caer en el autoengaño, realizar un análisis erróneo y desorientar a la clase trabajadora internacional.
La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán e Irak, el desplazamiento de las fuerzas militares francesas por unidades armadas rusas en el norte y centro de África, la política exterior abiertamente prorrusa de dos países miembros de la OTAN -Hungría y Eslovaquia-, así como la política exterior completamente independiente de otro miembro de la Alianza, Turquía; la total impotencia del imperialismo estadounidense ante la situación en Venezuela y Cuba, junto con el creciente protagonismo de China y Rusia en esas regiones: son factores que aún requieren un análisis minucioso en toda su complejidad y dinámica.
Pero la OTAN respondió expandiéndose a Suecia y Finlandia, aumentando el gasto militar hasta un 5 %. Una coalición liderada por Gran Bretaña y Francia, intenta, al menos, apuntalar el oeste y centro de Ucrania y defenderse de Rusia. Sin embargo, todos estos intentos por frenar el declive relativo de las potencias occidentales se ven obstaculizados por presiones económicas y sociales. Es evidente que el imperialismo estadounidense y las potencias de Europa Occidental, atraviesan momentos difíciles y están debilitados. Si bien la OTAN ha aumentado su presupuesto desde 2022, la propia alianza continúa en crisis como resultado de las crecientes divisiones entre EE. UU. y las potencias de europa occidental.
Sobre la naturaleza contrarrevolucionaria y las manifestaciones del “campismo”
En la situación actual, cualquier manifestación de análisis “campista” en el ámbito de la izquierda adquiere rasgos verdaderamente alarmantes para el desarrollo de la autonomía e independencia política de la clase trabajadora mundial. El apoyo de hecho al imperialismo ruso o chino bajo la fórmula “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, o en el marco del tradicional “antiamericanismo” de muchos sectores de la izquierda, no solo es categóricamente inaceptable para nosotros y para nuestro análisis, sino que además resulta extremadamente perjudicial para las perspectivas de la izquierda en general.
La reacción de los estalinistas ante la agresión armada del imperialismo ruso era previsible, y su “campismo” es de sobra conocido. Pero lo que realmente resulta desalentador es que una serie de organizaciones que pretenden reivindicar la herencia política del trotskismo hayan terminado en el mismo campo que los estalinistas. No enumeraremos esas organizaciones – son conocidas, y en cada país hay suficientes ejemplos. Pero, independientemente de los argumentos con los que intenten encubrir su capitulación teórica y política ante el “campismo”, todas ellas comparten un rasgo común: la total negación del derecho del pueblo ucraniano a un desarrollo independiente y autónomo, así como su participación de hecho en la agresión imperialista rusa.
En los últimos tiempos, la idea central de este sector circunstancial del “campismo” contemporáneo se resume en el siguiente argumento: “una auténtica guerra defensiva y de liberación nacional sólo es posible cuando el proletariado ha tomado el poder y está dirigida por un partido revolucionario. Si el proletariado no está en el poder en el país que sufre una agresión imperialista, cualquier llamado a la resistencia solo beneficiará a la burguesía de ese país y no a su proletariado”. Es decir, en la práctica se trata de un llamado a renunciar a la resistencia frente a una agresión imperialista, disfrazado con una atractiva envoltura de retórica pseudo marxista y con el abandono del principio leninista de apoyo incondicional al derecho de autodeterminación y al desarrollo independiente de todos los pueblos del mundo.
Internacionalismo en acción
Para nosotros, la Liga Internacional Socialista, ser verdaderamente internacionalistas significa no cerrar los ojos ante ninguna forma de opresión nacional ni ante las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos o agredidos por el imperialismo, sino apoyar esas luchas con todas nuestras fuerzas.
Nosotros, los marxistas revolucionarios, comprendemos la relación dialéctica entre la forma de opresión nacional y la forma principal de opresión – la de carácter de clase y económico. Pero también comprendemos perfectamente que proponer a los trabajadores luchar exclusivamente por el poder proletario y mentirles conscientemente afirmando que dicho poder por sí mismo resolverá automáticamente todos los demás problemas inherentes al mundo capitalista, desigualdad, opresión y explotación, equivale a desarmar conscientemente a las masas proletarias.
Es como proponer a los indios del siglo XIX que lucharan por el poder proletario y que no resistieran la agresión del Imperio británico… Proponer a los revolucionarios irlandeses que renunciaran a la resistencia contra los ocupantes británicos bajo el pretexto de que el proletariado aún no está en el poder en Irlanda… Proponer a los revolucionarios polacos del siglo XIX que dejaran de resistir a los ocupantes zaristas/rusos y que dirigieran todo su potencial de lucha exclusivamente contra sus propios feudales polacos (la szlachta)… Proponer a los revolucionarios palestinos, kurdos, catalanes, vascos, del Sáhara Occidental y de muchos otros que renuncien a los lemas de autodeterminación e independencia de sus pueblos alegando que en sus países aún no gobierna un partido proletario…
Olfateamos el evidente tufo imperial-chovinista y proimperialista de esa posición.
Karl Marx, por su parte, apoyó el derecho del pueblo indio a la resistencia en 1857, incluso cuando esta no se desarrollaba bajo consignas proletarias, como lo expresó en sus notas sobre historia de la India y en otros. En ningún momento llamó a los indios a dirigir sus armas contra sus brahmanes, negándose a resistir a los ocupantes británicos.
En Polonia, Karl Marx y Friedrich Engels también apoyaron de manera decidida y coherente los levantamientos polacos contra el régimen zarista, en lugar de cínicamente instar a los insurgentes a “volver las armas” contra sus propios feudales polacos (la szlachta). En cuanto a Irlanda, su posición fue igualmente coherente y análoga.
El hecho es que nuestros grandes clásicos sabían establecer con claridad las prioridades del momento y analizaban todos los procesos sociales desde su lógica interna y su dinámica de desarrollo. Para nosotros, la Liga Internacional Socialista, la conclusión es sencilla: no puede alcanzarse la liberación de clase a escala planetaria mientras persista la opresión nacional, mientras continúen los ataques imperialistas contra los derechos e intereses legítimos de los pueblos que luchan por su autonomía e independencia.
La teoría y la estrategia de la Revolución Permanente de León Trotsky son importantes para el caso de Ucrania. La burguesía nacional, en la medida en que se ha visto obligada a resistir la amenaza a su existencia por el imperialismo y el colonialismo ruso, es incapaz y no tiene intención de lograr la independencia de Ucrania ni una soberanía significativa. Más bien, pretende cambiar la colonización rusa de una parte del país por convertirse en un Estado vasallo del imperialismo de occidente. Solo la clase obrera puede dirigir la lucha por la liberación nacional y, al hacerlo, establecer una república obrera.
La mentira y la verdad de “Zimmerwald”
El último intento del “campismo” para justificar su apoyo a la agresión imperialista rusa se basa en una apelación profundamente falsa e hipócrita a la herencia de la “izquierda de Zimmerwald” de 1915–1917 y a sus consignas: “¡Ningún crédito de guerra! ¡Ningún apoyo a nuestros gobiernos en la guerra imperialista!”.
Pero nuestros falsos y antihistóricos oponentes “campistas” olvidan deliberadamente que esas consignas, absolutamente justas, estaban dirigidas por los zimmerwaldianos precisamente al proletariado de las potencias imperialistas en guerra.
En cambio, en el contexto de la pequeña Serbia, atacada por el Imperio austrohúngaro, la situación analítica era completamente distinta. En su célebre obra La bancarrota de la Segunda Internacional (1915), Vladímir Lenin señalaba que “el elemento nacional en la guerra actual está representado únicamente por la guerra de Serbia contra Austria… Solo en Serbia y entre los serbios existe un movimiento nacional de liberación de muchos años, que abarca a millones de ‘masas populares’, y cuya continuación es la guerra de Serbia contra Austria. Si esta guerra fuera aislada, es decir, no vinculada con la guerra europea general, con los fines egoístas y de rapiña de Inglaterra, Rusia y otros, entonces todos los socialistas estarían obligados a desear el éxito de la burguesía serbia —esa es la única conclusión correcta y absolutamente necesaria que se desprende del elemento nacional en la guerra actual.”
Y, como es sabido, la negativa de Lenin a apoyar a Serbia estuvo relacionada precisamente con el hecho de que, en 1914, Serbia ya había ingresado en el bloque imperialista de la Triple Entente, y que los principales ejércitos de la Entente (Reino Unido, Francia, Rusia e Italia) ya participaban directamente (!) en las acciones militares en el territorio europeo.
¿Qué observamos, entonces, en la situación de la agresión imperialista rusa contra Ucrania, que entró en su fase más encarnizada en 2022?
- – La OTAN rechaza de manera persistente y sistemática las solicitudes de Zelensky para que Ucrania se una a la alianza.
- – La OTAN evita de forma constante y deliberada su participación directa en la guerra contra Rusia.
- – La OTAN limita considerablemente su suministros de armamento a Ucrania reduciéndolos al mínimo.
Resulta totalmente evidente que esta combinación de factores desmonta por completo toda la mitología “campista” según la cual el imperialismo de la OTAN estaría librando una guerra contra el imperialismo ruso.
La Liga Internacional Socialista ha señalado en numerosas ocasiones que, si el conjunto del imperialismo occidental y su bloque político-militar, la OTAN, llegaran a intervenir directamente en la guerra contra el imperialismo ruso, la situación para nuestro análisis cambiaría radicalmente, y nosotros llamaríamos de inmediato a la derrota de ambos bloques imperialistas y a la transformación de la guerra imperialista en una revolución proletaria mundial. Pero, por ahora, la perspectiva de la entrada de la OTAN en la guerra ruso-ucraniana parece improbable e incluso ínfima.
¡Viva la resistencia popular ucraniana! ¡Derrotar al imperialismo ruso!
Para nosotros resulta completamente evidente que, durante casi cuatro años, quien ha estado combatiendo al imperialismo ruso ha sido exclusivamente y en solitario el pueblo y la resistencia popular ucraniana. Y esa resistencia con mucha frecuencia se muestra eficaz y tenaz no gracias al poder burgués ucraniano, sino a pesar de él. Para los marxistas revolucionarios es importante participar en este movimiento de resistencia antiimperialista, no para ayudar a la “nuestra” burguesía a “liberarse” de los ataques de la burguesía “ajena”, sino precisamente para, de manera incansable, en el curso de esta lucha, que es parte inseparable de la lucha de clases, desenmascarar ante las masas trabajadoras a “nuestra” burguesía, denunciar su inconsecuencia y su traición a los verdaderos intereses nacionales.
Solo participando directamente en la lucha de liberación nacional de las masas populares contra el invasor extranjero, la vanguardia proletaria podrá recorrer ese arduo camino, el camino del desenmascaramiento de la «propia» burguesía. Eludir esta lucha conduce a la vanguardia proletaria a su autoliquidación como fuerza política real.
En adelante, es posible que Ucrania acepte los términos de una «paz» impuesta por el imperialismo por diversas razones, entre ellas, la amenaza de EEUU de cortar el suministro de armas. Frente a esto, los trabajadores ucranianos deben exigir que cualquier alto al fuego se produzca sin anexiones, sin aceptar la pérdida de ningún territorio capturado, incluso si no pueden recuperarlo inmediatamente.
También deben reconocer el derecho a la autodeterminación de las repúblicas de Crimea y el Donbás. Esto sólo podrá realizarse tras la retirada completa de las fuerzas de ocupación rusas de estos territorios, y no bajo el mando del ejército ucraniano. Todos los residentes de Crimea y el Donbás que vivían allí antes de la guerra, el año de la anexión imperialista rusa de estos territorios, deben tener derecho a participar en los respectivos referendos.
En Ucrania, las leyes restrictivas y antidemocráticas contra el pueblo deben ser derogadas. Los comités de trabajadores y residentes deben controlar la ayuda para la reconstrucción y su uso. Los trabajadores debemos exigir la condonación de la deuda de Ucrania y enfrentar las privatizaciones y entrega de recursos a Occidente. Luchando por expropiar empresas imperialistas y oligarcas sin compensación y bajo control obrero. Enfrentando al gobierno y a la extrema derecha, con el objetivo de tomar el poder para un gobierno obrero revolucionario. En Rusia, cuando la magnitud de las pérdidas contrasta con las miserables ganancias en medio de las dificultades económicas, fomentamos la protesta y el inicio de un movimiento, arraigado en la clase trabajadora, la juventud y las minorías oprimidas, para derrocar a Putin.
La Liga Socialista Ucraniana
Nuestra sección ucraniana, la LSU, ha llevado adelante, en condiciones cada día más difíciles, la orientación de la LIS durante los casi 4 años de agresión imperialista. Han colaborado permanentemente en la elaboración teórica y política, participando de foros y seminarios internacionales y enviando valiosas informaciones desde el terreno.
Han visto caer en combate a varios miembros del sindicato que dirigían y nos han permitido desarrollar una sólida campaña de solidaridad con la resistencia, al mismo tiempo que combatir las mentiras del aparato de difusión de Putin y enfrentar exitosamente las polémicas con el campismo y la izquierda centrista.
Parte fundamental de nuestras tareas como internacional en el próximo periodo es ayudar al desarrollo de la Liga Socialista Ucraniana y a nuestros trabajos en todo el Este europeo.
Aprobado por el III Congreso Mundial de la LIS




