Falta menos de un mes para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, y en muchos estados ya ha comenzado la votación anticipada por correo. Sobre un trasfondo de crisis, rebelión y polarización, la campaña se ve sacudida por nuevos acontecimientos cada semana.
Por Luis Meiners
Dos días después del desastroso debate entre los candidatos presidenciales, Trump dio positivo por Covid-19 agregando aún más volatilidad a la coyuntura. De acuerdo a las encuestas, la ventaja de Biden se amplía. Frente a esto, Trump refuerza su retórica negacionista y polarizadora, y continúa cuestionando el proceso electoral.
La dinámica de la coyuntura está envuelta en síntomas de una crisis profunda, estructural, que las elecciones no lograrán cerrar. En este marco, hay profundos debates sobre el papel de la izquierda y su política hacia las elecciones y sobre el escenario que vendrá en los próximos meses.
Las raíces profundas de la polarización
Uno de los elementos centrales de la situación política en Estados Unidos es la fuerte polarización. Este proceso se desarrolla desde la crisis del 2008, pero sus raíces se encuentran en el agotamiento de la ofensiva patronal y neoliberal de las últimas décadas. Las políticas de ajuste y austeridad aplicadas desde la década del 70, sumadas a la globalización neoliberal, provocaron un fuerte crecimiento de la desigualdad. Para el año 2008, la concentración de la riqueza alcanzó los niveles previos a la crisis de 1929.
La crisis de 2008 demostró que este proceso no había logrado resolver los problemas profundos de la economía capitalista. La década que le siguió, con una «recuperación» económica en la que se incrementaron los niveles de desigualdad y de precarización laboral, se caracterizó por un ascenso de la lucha de clases acompañada de radicalización política. La crisis económica y el ascenso en las luchas, se combinaron y contribuyeron a una crisis de legitimidad del régimen político bipartidista. Ambos partidos del capital se vieron sacudidos por este proceso.
La pandemia ha acelerado todos los componentes de esta situación. La inmensa e histórica rebelión contra el racismo y la violencia policial ha sido la gran protagonista de los últimos meses. En respuesta a esto, Trump ha desplegado una fuerte ofensiva política, apoyándose en los departamentos de policía, en algunas agencias federales, y desplegando un discurso de «ley y orden» que se ha convertido en su eje principal de campaña. Esto ha movilizado a grupos de ultraderecha contra las protestas, como el caso de las milicias de las cuales era integrante Kyle Rittenhouse que mató a dos manifestantes en Kenosha.
Recta final hacia las elecciones
La campaña presidencial transita su recta final. Aunque el escenario sigue siendo volátil, Biden mantiene una ventaja sólida en las encuestas a nivel nacional y en varios Estados clave para los votos en el Colegio Electoral. El brote de Covid-19 en la Casa Blanca, y el comportamiento errático e irresponsable de Trump frente a ello, volvió a colocar el manejo de la pandemia como principal tema de la campaña. El resultado ha sido un crecimiento en la ventaja de Biden en las encuestas. Hay señales de que los republicanos se preparan para la posibilidad de una dura derrota. Ted Cruz, senador de Texas y figura importante dentro del Partido Republicano, advirtió sobre la posibilidad de perder tanto la presidencia como ambas cámaras en «un baño de sangre de las proporciones de Watergate», en referencia a la derrota electoral luego del escándalo de Nixon.
Con su retorno a la Casa Blanca tras haber estado internado, Trump redobló su campaña de cuestiona-miento al proceso electoral. Apunta fundamentalmente contra el voto por correo, continúa negándose a afirmar que reconocerá el resultado electoral y ha convocado a su base a vigilar los locales de votación. Teniendo en cuenta esto, y aunque un triunfo claro de Biden hoy es el resultado más probable, no se puede descartar la posibilidad de que una votación ajustada desemboque en cuestionamientos legales y mayor polarización en las calles.
Debates en la izquierda
En este marco se desarrollan importantes debates en la izquierda, que tienen hilos de continuidad con las discusiones en torno a las perspectivas estratégicas. Un aspecto del debate gira en torno a la caracterización de Trump y de la situación política. Parte de la izquierda ve a Trump en una posición de fuerza, a la ofensiva, y lo caracteriza como fascista. Esto puede verse en las posiciones expresadas por firmantes de la carta abierta titulada «Dump Trump, then battle Biden» (Terminar con Trump, luego combatir a Biden). El otro argumento central también parte de una evaluación derrotista y defensiva de la situación, y por lo tanto entiende al escenario electoral como el único terreno posible para la intervención política. Así, acepta los términos en los que los demócratas plantean el escenario.
El ejemplo más reciente de esta orientación ha sido una carta abierta titulada «Miembros del DSA organizando contra Trump». En esta breve declaración firmada por reconocidos miembros del DSA, incluyendo varios integrantes de sus organismos de conducción nacional y de varias regionales, se reitera el argumento central de la política del mal menor: «Una derrota de Trump sería inequívocamente mejor para la clase trabajadora y para nuestro movimiento que una victoria de Trump en su búsqueda de una reelección.» Sobre esta base expresa su compromiso para hacer «todo lo que podamos para asegurar una derrota de Trump.»
Este argumento parte de una visión equivocada sobre la relación de fuerzas entre las clases, y sobre la propia orientación política de la clase dominante. Si bien existen grupos de extrema derecha, y nunca hay que subestimarlos, lo que marca la dinámica es la inmensa rebelión antiracista. La movilización de la derecha ha sido precisamente en respuesta a esto, y en números incomparablemente menores. Por otro lado, la clase dominante de EEUU ha dado muestras de su apoyo a Biden, y de rechazo a Trump. El candidato demócrata viene cosechando más contribuciones económicas a su campaña, y en el último mes figuras importantes del aparato del estado han expresado públicamente su apoyo.
Esta perspectiva, además, está anclada en la idea de que las elecciones son el terreno fundamental de la política. La idea de que la izquierda solo puede tener incidencia real a través de la competencia electoral utilizando al Partido Demócrata, pretende que sólo así se pueda modificar la correlación de fuerzas entre las clases y generar mejores condiciones para la lucha de clases y el desarrollo de la izquierda. De ahí deduce que votar a Biden es el único camino realista en la coyuntura actual.
Al llamar a votar a Biden una parte importante de la izquierda contribuye a posponer la urgente tarea de construir una alternativa independiente. Además, no logrará su objetivo declarado de frenar a la extrema derecha. Un triunfo de Biden no resolverá las condiciones estructurales que posibilitan el desarrollo de estas fuerzas. La agenda neoliberal e imperialista de Biden las profundizará. El camino para frenar a la extrema derecha estará en la movilización, no en estas elecciones, y para esa tarea es fundamental construir una fuerza independiente.