Por Luis Meiners
La transición oficial hacia el gobierno de Biden ha comenzado y ya se anunciaron algunos nombres de quienes integrarán su gabinete. Como era de prever, las denuncias legales de Trump no han prosperado, y las autoridades de estados clave como Michigan, Pennsylvania y Nevada han certificado los resultados electorales. El órgano oficial encargado de la transición presidencial ha comenzado el proceso formal. ¿Qué podemos esperar del nuevo gobierno?
Anuncios del gabinete
Los anuncios de los primeros integrantes del gabinete de Biden marcan una clara orientación de su gobierno: restaurar la legitimidad del sistema y la hegemonía imperialista. No es casualidad que haya comenzado los nombramientos por los cargos que manejan la seguridad nacional y la política exterior. La conferencia montada para la presentación de los nominados buscó mostrar un quiebre con la política de Trump. Se destacó la necesidad de superar el “aislacionismo” y retornar a la cooperación con los aliados. Los medios de comunicación destacaron el nombramiento de la primera mujer a la cartera de inteligencia, Avril Haines, y el primer latino e inmigrante en Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas.
Detrás de esta retórica de renovación, se trata fundamentalmente de funcionarios de carrera que integraron la administración de Obama, con fuertes vínculos con el establishment. Se destaca entre ellos Antony Blinken nombrado como Secretario de Estado, cargo que supervisa la política exterior. Como Director de Personal del Comité de Relaciones Exterior del Senado, presidido por Biden, jugó un importante papel en el apoyo a la invasión de Irak. Integró la administración de Obama, durante la cual apoyó la intervención militar en Libya. Luego, fundó la consultora WestExec advisors con vínculos con la industria armamentística. En este último “emprendimiento” se asoció a Michele Flournoy, cuyo nombre figura prominentemente como opción para la Secretaría de Defensa.
Otro caso testigo es el de Janet Yellen como Secretaria del Tesoro, quien estuvo a cargo de la Reserva Federal durante el segundo mandato de Obama. En palabras del economista Michael Roberts, “Yellen es una perfecta representante del actual consenso en política económica: es decir, los gobiernos deben gastar ahora para aminorar la caída por la pandemia, pero deben empezar a tirar de la soga rápidamente para controlar el déficit y el endeudamiento”. Su nominación, junto a los demás nombres dados a conocer, ha sido recibida por los mercados con subas en la bolsa.
Pandemia y crisis
La transición ha comenzado en una coyuntura marcada por la profundización de la crisis de la pandemia. Las noticias sobre los avances en la vacuna para el Covid19 no han opacado el hecho de que Estados Unidos se encuentra en la tercer ola de contagios a nivel nacional. A diferencia de la primera y la segunda que estuvieron relativamente circunscritas a distintas regiones, la actual ha impactado de manera más general en todo el país. Estados que estuvieron en el epicentro de la ola en la primavera pero luego mantuvieron el nivel de casos relativamente bajo y estable durante el verano, como es el caso de Nueva York, están experimentando un crecimiento acelerado en las últimas semanas. El aumento de casos está en los niveles más altos desde el inicio de la pandemia, por encima de los 150 mil casos diarios. Todo parece indicar que la situación empeorará antes de la llegada de la vacuna.
En este marco, la recuperación económica del tercer trimestre no parece repetirse en el cierre del año. La nueva ola de contagios está reduciendo el ritmo de la recuperación económica. De conjunto, se estima que la economía de EEUU caerá un 3,5% en 2020. El informe de Octubre del Departamento de Estadísticas Laborales admite que, si bien el nivel de desempleo viene bajando de su pico en Abril, su nivel actual es el doble del de Febrero de este año. A esto debemos sumarle la perspectiva de una crisis fiscal por una marcada caída de los ingresos públicos. Según un estudio del Urban Institute, un relevamiento de 44 estados demuestra una caída de 31 mil millones de dólares en la recaudación entre Marzo y Agosto de 2020 comparada con el mismo periodo del año anterior. Los gobiernos, tanto Republicanos como Demócratas, han respondido con recortes en los presupuestos de servicios sociales, agravando las consecuencias de la crisis.
Esta es la coyuntura en la que la nueva administración asumirá el 20 de enero. Todo esto dentro del marco más general de una profunda crisis del régimen político, del modelo de acumulación y de la hegemonía imperialista.
Un gobierno con debilidades estructurales
Hemos visto que la orientación política del gobierno de Biden pueden sintetizarse como un retorno al pre 2016, el regreso a la “normalidad” añorada por el establishment. Sin embargo, llevar adelante este programa no le será nada sencillo. No solamente por las dificultades coyunturales y las condiciones estructurales, sino por sus propias debilidades.
En primer lugar, será un gobierno dividido. La composición final del senado depende de dos elecciones de segunda vuelta. Los Demócratas necesitan ganas ambas para lograr que la distribución de escaños sea de 50 para cada partido y el desempate quede en manos de la Vice Presidenta electa, Kamala Harris. Esto no parece ser lo más probable. Pero, aun si sucediera, la confirmación de Amy Coney Barret a la Corte Suprema ha consolidado una mayoría conservadora con capacidad de revocar legislación.
Simultáneamente, como demostraron los resultados de la elección, el “trumpismo” es un actor político que permanecerá activo. Esto probablemente incluya una oposición de derecha al gobierno con presencia en las calles. Una repetición, con mayor magnitud y unificada detrás de una dirección política, de lo que fueron las protestas del “Tea Party” en 2009 contra el gobierno de Obama. Dentro de este universo, además, existen grupos de extrema derecha, supremacistas blancos, con tendencias fascistas.
Pero la oposición de derecha en las calles y los obstáculos institucionales que el Partido Republicano pueda poner, no son la única fuente de debilidad del nuevo gobierno. La histórica rebelión antiracista que tuvo su pico en el verano no fue derrotada, aunque parte de su energía haya sido canalizada hacia las elecciones. Pero la presencia de millones en las calles enfrentando tanto a Trump como a gobernadores y alcaldes Demócratas tendrá un efecto duradero.
En este cuadro, existe un gran potencial de resistencia frente a los recortes y medidas de austeridad que impulse el gobierno de Biden o los gobiernos estaduales y locales. Esto también puede suceder en los lugares de trabajo, como las huelgas al inicio de la pandemia.
La izquierda tiene por delante un enorme desafío y oportunidades. La situación coloca como una tarea fundamental que pueda aparecer como una fuerza independiente, enfrentando tanto al gobierno de Biden como a la derecha. No hacerlo dejará a la derecha como la única oposición visible. Esto no solamente alimentará a esas fuerzas, sino que además le hace el juego al guión del “mal-menor” usado por los Demócratas. Por eso es fundamental reorientar los esfuerzos hacia la independencia política y las luchas.