Brasil: Enterrar a Bolsonaro y al bolsonarismo, ¡sin amnistía!

Por el Comité de Enlace – Alternativa Socialista y Lucha Socialista/PSOL – LIS en Brasil

¿Cómo llegamos a esto? Esta pregunta fue una de las más repetidas tras la invasión golpista y destrucción de las sedes de los tres poderes por unos miles de bolsonaristas en un momento de «trance» ultrarreaccionario. El balance hasta ahora es de depredación, obras de arte raras y piezas históricas parcial o totalmente dañadas, además de la desaparición y el robo de diversos objetos. Nada parecido había ocurrido en Brasilia desde su creación en 1960. En sí mismo, esto marca la proporción histórica. La invasión fue el colmo del golpismo de la extrema derecha bolsonarista, pero no fue el único. Al menos desde 2019 se han sucedido los ensayos golpistas con la connivencia de parte de las instituciones del Régimen. Bolsonaro siempre ha dicho a lo que ha venido. ¿Alguien dudaba de sus intenciones?

Desde hace tiempo es recurrente la comparación de las acciones de Bolsonaro en Brasilia con la invasión golpista del Capitolio estadounidense en 2021. Aparte de las diferencias y las similitudes, nuestra grotesca farsa brasileña tuvo lugar dos años después de lo ocurrido en el Capitolio. El principal culpable político, Bolsonaro, siguió desde alguna alcantarilla de EEUU. También en Estados Unidos, Anderson Torres (Unión), su ex ministro de Justicia y secretario de Seguridad del DF, siguió todo desde lejos, siendo exonerado el mismo día de la invasión y detenido días después (días antes de que el comandante de la PM/DF también fuera detenido), acusado hasta ahora como el principal responsable de la complacencia de las fuerzas policiales con los invasores.

Desde el resultado de la segunda vuelta de los comicios, en octubre de 2022, que confirmó la victoria electoral de Lula, un número minoritario de bolsonaristas ha ocupado y permanecido a las puertas de cuarteles del ejército en varias ciudades del país pidiendo la anulación de las elecciones y la intervención militar, todo ello con financiación masiva de empresarios. Con la aceptación del gobierno de entonces, las fuerzas represivas, sectores del régimen y el letargo de las principales organizaciones de la clase trabajadora, estos lugares sirvieron de reagrupamiento de la extrema derecha, organización de los actos terroristas en Brasilia todavía en diciembre y de la invasión golpista del pasado día 8. Al menos desde el día de la toma de posesión del nuevo gobierno, la invasión ya estaba programada.

Régimen dominante y Bolsonarismo, unidad y tensiones

Para nosotros, marxistas, no hay duda de que el Régimen burgués de redemocratización utilizó a Bolsonaro como carta para su victoria electoral en 2018. La burguesía quiso en los últimos cuatro años domesticar a Bolsonaro en su collar político para aplicar todas las retiradas de derechos no realizadas en el gobierno de Michel Temer (MDB). Con algunos éxitos, convivió con las constantes tensiones creadas por Bolsonaro en sus intentos de crear su propio régimen donde él sería el «Bonaparte» fascista que lideraría la manada verde y amarilla y decidiría, con el apoyo de las fuerzas armadas, por encima de las instituciones. Con mucha resistencia, y desgraciadamente con muchas traiciones, esto no ocurrió. Pero en este último período se impusieron varios daños a los derechos de la clase obrera.

La pregunta inicial de «¿cómo hemos llegado a esto?» sirve para entender el crecimiento de la extrema derecha en democracia. Si se considerara universalmente, parecería inaceptable. Visto desde una perspectiva clasista revolucionaria, resulta perfectamente posible el control del fascismo como salvaguardia contra el movimiento obrero. Para eso ha servido Bolsonaro y el bolsonarismo. Al aprobar todos las retiradas de derechos con el apoyo de figuras y partidos que hoy integran carteras ministeriales en el gobierno Lula-Alckmin, Bolsonaro fue el instrumento útil para el objetivo de la burguesía.

Este «mal necesario» para la burguesía no siempre correspondía, por supuesto, a una relación lineal. El mismo Régimen que convivió con el gobierno Bolsonaro durante cuatro duros años también fue muchas veces amenazado en su existencia – el STF fue el más atacado. Tampoco fueron pocas las veces que Bolsonaro ensayó golpes de Estado, incluso con documentos preparados, como se está denunciando, donde su ministro de Defensa Anderson Torres planeaba un Decreto de «Estado de Defensa» no realizado que anularía el proceso electoral y garantizaría en la práctica la continuidad de Bolsonaro en la presidencia, el objetivo final.

Incluso derrotado electoralmente, Bolsonaro fue capaz de regimentar una parte significativa de las fuerzas represivas que al final es parte explicativa de la invasión golpista. Hay muchas acusaciones contra la Policía Militar, el Ejército en el cuartel general y las fuerzas policiales de los tres poderes del Estado, con imágenes que prueban su indulgencia con los invasores. Esta experiencia muestra que no será tan simple estabilizar las relaciones con las fuerzas represivas como Lula-Alckmin desearía, incluso con el ministro José Múcio (PTB), un nombre de la burguesía y con buena relación con los ultra reaccionarios.

¿Defender la democracia o nuestros derechos?

Muchos activistas honestos creen que hace falta paciencia para que Lula-Alckmin gobierne y vuelva a poner el tren en marcha, revocando las contrarreformas y los ataques, aprobando más derechos. Otros sostienen que la movilización puede echar agua en el molino del bolsonarismo. Nosotros no lo vemos así. Los cuatro años de gobierno de Bolsonaro han demostrado cómo los derechos conquistados no son ad aeternum. En política, o se avanza o se retrocede. Solo la movilización es capaz de garantizar derechos, conquistar más y enterrar de una vez por todas a Bolsonaro y al bolsonarismo, una necesidad urgente que lleva más de cuatro años postergada. La negociación en las alturas, más aún en tiempos de aguda polarización de la lucha de clases en el mundo, resulta inviable.

No se pueden ignorar las lecciones de la invasión golpista de Brasilia. La confianza del nuevo gobierno en el ministro Múcio, defendida por otros ex ministros de Defensa, incluso del PT, como importante en la «conciliación» con las Fuerzas Armadas, repite de nuevo el intento de una resolución conservadora arriba, pero sin garantías. Del mismo modo, la confianza ciega en la instrumentalidad legal para derrotar a la extrema derecha también puede golpear la puerta de la izquierda.

Los miles de personas que asistieron a la toma de posesión del nuevo gobierno lanzaron un mensaje inequívoco: «¡No a la amnistía!», un grito que se repitió en la movilización del día 9 en respuesta al golpe. Muchos votaron a Lula, incluso con Alckmin, para derrotar electoralmente al gobierno de Bolsonaro, pero también para revocar las contrarreformas y otros derechos arrebatados, garantizar empleos seguros con salarios por encima de la inflación real, vivienda y comida en el plato de los millones que pasan hambre. Nuestra tarea, organizando y movilizando, debe ser ésta y para la conquista de mucho más. De forma inmediata, es necesario que Lula atienda al grito de las bases que piden la destitución de Múcio, ministro de Defensa, la extradición y castigo de Bolsonaro y la confiscación de los bienes de todos los golpistas

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