Colombia: gobierno de Petro ¿El cambio son las reformas?

Por Comité de Unificación Impulso Socialista – Grupo de Trabajadores Socialistas

Tras siete meses de posesionado el gobierno de Petro y del Pacto Histórico está en pleno ejercicio. Poco sirve ahora usar el retrovisor para cargar responsabilidades sobre los gobiernos anteriores. Lo que está en juego es si, ante las necesidades agobiantes y problemas profundos que afectan a millones, el gobierno desarrolla las acciones necesarias para lograr “el cambio” anhelado y prometido.

El presidente del Senado, Roy Barreras, importante dirigente del Pacto Histórico, ha repetido una y otra vez que el cambio son las reformas. Entre la multitud de proyectos ley en trámite en la actual legislatura, luego de la reforma tributaria del semestre anterior, el gobierno centra sus esfuerzos en la reforma a la salud, laboral, pensional y en los proyectos relacionados con la política de “paz total”.

Entre las expectativas, las dudas y los interrogantes

Los millones de trabajadores, campesinos pobres, población indígena y afrodescendiente, jóvenes estudiantes y desempleados que votaron por Petro, sumergidos en su vida cotidiana repleta de dificultades, con un aumento desmesurado del costo de la vida, con tarifas de servicios públicos que no paran de subir, sin conseguir un trabajo estable con remuneración suficiente, continúan a la expectativa sobre el cambio que traerán las reformas, pero no se sienten partícipes y actores directos de las mismas. Las ven como un asunto que definirá el Congreso, a través de los pactos, acuerdos, modificaciones y votaciones.

Entre centenares o escasos miles de luchadores revolucionarios (en organizaciones de distinto tipo, con reducida coordinación o unidad entre ellas) cunden las dudas e interrogantes. Esas dudas también existen entre muchos miembros de base del Pacto Histórico. La mayoría de esas organizaciones, en lo electoral, llamaron a votar por Petro; sin respaldar la totalidad o puntos de su programa. A medida en que el gobierno precisa los proyectos de ley, con el tira y afloje con los partidos que lo respaldan y la confrontación a algunas iniciativas de los de oposición y de gremios patronales, se comienza a tener claridad de la escasa profundidad que, al final del proceso, tendrán las tan publicitadas reformas o sea, que tan superficial será el cambio.

El pánico a quedar suspendido en el aire

El proceso político y social de los años anteriores, que aprovechó Gustavo Petro para ganar la presidencia, no alcanzó a ser una verdadera revolución; no barrió ninguna de las instituciones fundamentales del régimen político. El Pacto Histórico, a través de las direcciones mayoritarias en el movimiento de masas, y el mismo Petro frenaron los procesos de movilización, organización y lucha que se estaban desarrollando, los desviaron y condujeron al callejón sin salida del cual el gobierno de Petro y su plan de reformas es expresión.

Se ganó la presidencia pero no se conquistó una mayoría parlamentaria. A riesgo de convertirse en un gobierno suspendido en el aire, con pánico ante ello, con una mayoría parlamentaria que le podía ser adversa, Petro optó por profundizar los acuerdos y pactos que traía desde antes con fracciones burguesas que contribuyeron a su triunfo. Avanzó de los acuerdos con el santismo y el samperismo a los acuerdos con el partido Liberal de César Gaviria y con el partido Conservador y presentó ante las masas ese pacto de gobernabilidad como gran logro. En realidad, comenzaba a estar atado de pies y manos. Esas circunstancias definieron su primer gabinete.

El proyecto de reforma a la salud y la crisis ministerial

En la reforma tributaria, tramitada después de la toma de posesión de Petro, hubo conciliación y acuerdos a granel. De entrada, Petro se bajó de la propuesta de 50 billones de pesos para grandes planes de asistencia social. La propuesta de elevar impuestos en forma significativa a los grandes industriales, banqueros y terratenientes terminó en menos de la mitad, en 20 billones. En forma directa o indirecta esos 20 billones terminarán siendo pagados por los millones de asalariados. En esta “primera prueba” la burguesía se acomodó, algunos de sus sectores se ajustaron un poco (muy poquito) el cinturón y, mal que bien, ellos y el gobierno sonrieron y se dieron la mano.

El proyecto de reforma a la salud se negoció y tramita hoy en circunstancias distintas. Desde el inicio los sectores burgueses involucrados pelaron los dientes; teniendo como principal vocero al ex ministro de Salud de Santos, ministro de Educación de Petro, Alejandro Gaviria. Las objeciones a la reforma de la ministra Corcho llovieron cual aguacero tropical en época de cambio climático. La tensión que se generó condujo a la crisis ministerial y a la salida de la cabeza de la oposición dentro del propio gobierno.

En seguidilla los partidos Liberal y Conservador (partidos de gobierno) anunciaron reparos sustanciales al proyecto y exigieron modificaciones profundas. Petro dio el brazo a torcer el pasado 13 de marzo, en reunión en Palacio con las direcciones de esos partidos. Las promesas de campaña de eliminar las intermediarias EPS (lo cual no significa como algunos creen que la salud deje de ser un negocio; solo significa eliminar un intermediario parasitario) comenzaron a diluirse. Qué salga al final del debate parlamentario está por verse. Lo que sí se puede asegurar es que el gobierno, ante el pánico de perder la coalición parlamentaria y quedar suspendido en el aire, dio marcha atrás en aspectos que consideraba sustanciales y que en el Congreso se harán nuevos recortes; sin descartar que por vicios de trámite luego la Corte la tumbe, como muchos advierten.

La semana trágica

Como semana trágica para Petro fueron catalogados los días finales de febrero y primera semana de marzo cuando se presentaron las denuncias de la ex esposa de Nicolás Petro (hijo del Presidente) de apropiación por Nicolás de donaciones de dudosa procedencia (¿de narcotraficantes?) en la campaña presidencial; la crisis ministerial; el doblegamiento ante una manifestación campesina en el Caquetá contra la petrolera Emerald Energy de un contingente de más de 70 hombres del ESMAD; la decisión del Consejo de Estado de suspender el decreto por el cual asumió la facultad de regular tarifas de servicios públicos; el inicio del paro minero en el Bajo Cauca antioqueño con las actuaciones de grupos armados (Clan del Golfo entre otros). A lo anterior, se sumaron los pobres resultados de la segunda ronda de negociaciones con el ELN en México, sobre las cuales el ex presidente Ernesto Samper señaló en un trino el lunes 13 de marzo que: “Mientras el proceso de paz con el ELN no avanza […] la situación humanitaria en los territorios se complica y aumenta el dolor de la población civil.”

Las lánguidas movilizaciones de respaldo

En los siete meses anteriores han sido convocadas tres jornadas de movilización de respaldo al gobierno y sus reformas. Cada una de ellas ha sido más débil que la anterior. La primera, a los 100 días, todavía al calor del triunfo electoral, cuando las reformas aún seguían siendo promesas y declaraciones. La segunda, el pasado 14 de febrero, convocada por el propio presidente, se convirtió en un pulso contra la convocada por la oposición para el día siguiente. Ese pulso lo perdió Petro pues, siendo ambas raquíticas vista la dimensión de los problemas en juego, la de respaldo al gobierno fue mucho menor. La tercera, el pasado 16 de marzo, convocada por las burocracias sindicales que adhieren al Pacto Histórico para respaldar las reformas puede ser calificada de lánguida.

La respuesta a los llamados a movilizaciones de respaldo muestra que, a nivel de masas, no hay un fervor, un sentimiento, una sólida motivación de respaldo al gobierno y a sus proyectos. El pacto de gobernabilidad con los partidos que durante décadas han gobernado, odiados y repudiados por millones, está pasando la factura de cobro a Petro y al Pacto Histórico. Adicional, a nivel de las formas de ejercicio del poder político, tampoco el gobierno Petro expresa una diferenciación profunda y radical. Los viajes internacionales de la denominada Primera Dama, los nombramientos en puestos diplomáticos de políticos de oscura trayectoria, la grave estocada del escándalo generado por su hijo y una innumerable cantidad de hechos muy similares a los de gobiernos anteriores, están pasando una factura de desgaste en la confianza y credibilidad en el gobierno por parte de muchos que tuvieron ilusiones y expectativas en el mismo.

Ante el imperialismo solo reclamos respetuosos

En la relación con el imperialismo, en especial con Estados Unidos, del cual Colombia ha sido siempre parte del patio trasero y todos los gobiernos anteriores lacayos serviles, el “gobierno del cambio” solo presenta reclamos respetuosos. En los planes económicos y sociales cumple a pie juntillas los dictados de la OCDE y del FMI y forcejea, con enorme debilidad, cambios en la política anti-drogas. Su independencia de la potencia del norte va muy poco más allá de los discursos. No ha roto ninguno de los programas de “asesoría” y “colaboración” de las Fuerzas Armadas colombianas con el Pentágono. Por el contrario, ha ofrecido públicamente conformar una fuerza militar conjunta para “cuidar la Amazonía”.

Con el riesgo de perder la “certificación” y los casi 500 millones de dólares anuales que ello significaría por la “ayuda para la lucha anti-drogas” el gobierno de Petro se mueve en un terreno minado, dominado por ese imperialismo, con el cual es incapaz de romper. Eso también genera dudas y profunda desconfianza entre luchadores revolucionarios y sectores de masas; pues perciben a un gobierno que considera al gobierno Biden, el gobierno del mayor enemigo de los pueblos del mundo, como aliado, socio y colaborador.

¿Qué se puede esperar?

Si el cambio son las reformas, hoy es difícil pronosticar qué terminará siendo aprobado de los timoratos proyectos del gobierno. Mucho será recortado y reducido, “peluqueado”; hasta micos se les treparán, como es costumbre en el antro parlamentario. Para el gobierno y partidos burgueses que lo respaldan, gremios y asociaciones patronales, burocracias sindicales, se trata de cambiar algo para que lo esencial continúe igual.

Petro nunca pretendió ni pretende impulsar y dinamizar una movilización social que confronte el andamiaje del régimen político, que conquiste reales y profundas transformaciones sociales, económicas y políticas. Su plan estratégico fue y es intentar desactivar el volcán del conflicto y luchas social que hizo erupciones espasmódicas en los años anteriores. Ese es el proyecto que vendió, diversas fracciones burguesas lo respaldaron y respaldan y otras lo aceptan sin mayores reparos. Por algo las frecuentes reuniones amigables del mismísimo Petro con el expresidente Uribe.

Lo que aparece claro es que ya la fuerza política del gobierno Petro no radica en la movilización y lucha de la cual se aprovechó para ganar la Presidencia. En términos de fuerza y capacidad de maniobra política el gobierno está parado en una tabla resbaladiza: los acuerdos para mantener su mayoría parlamentaria; sin la cual, el gobierno comenzaría a estar suspendido en el aire.

¿Qué hacer?

Es necesario y urgente un reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias que estén dispuestas a asumir una posición de clara y completa independencia del gobierno, de su plan político, de su programa y estrategia.

Es elemental que en las reformas propuestas por el gobierno hay puntos en los que hay que estar a favor. Algunos de ellos, como en la laboral, serían pequeñas recuperaciones de derechos anteriores (dominicales pagos en forma plena, horario nocturno desde 6:00 pm., por ejemplo). Sin embargo, ello no puede llevar a quienes proclaman posiciones revolucionarias a convertirse en acólitos de un plan de concertación y conciliación, como es el plan del Pacto Histórico.

Acolitar la estrategia de acuerdos parlamentarios del gobierno, simplemente respaldando las reformas propuestas y dejando en manos del gobierno la negociación de las mismas, conduce a envilecer la conciencia del movimiento de masas. Hay que agrupar fuerzas para desarrollar acciones de movilización que exijan y defiendan los derechos y las reivindicaciones; sin depositar ninguna confianza en los trámites y acuerdos parlamentarios.

Hay que tener absoluta claridad de que incluso los puntos pequeños o aspectos favorables que puedan llegar a ser aprobados en las reformas propuestas por el gobierno son producto y resultado de las luchas de años y en nada y para nada producto de la negociación y acuerdos con los grandes empresarios. Ellos, por el contrario, estarán agazapados buscando la menor oportunidad para hacer retroceder las conquistas.

Bogotá, 24 de marzo de 2023