Escribe: Nicolás Zuttión
Las PASO del 13 de agosto, además de arrojar la sorpresa de Javier Milei como el candidato más votado, como también lo fue su fuerza, plasmó un nuevo escenario político electoral en Argentina. Además de los tres tercios, las viejas coaliciones mayoritarias sufrieron un fuerte retroceso de votos. Juntos por el Cambio es parte de este fenómeno de rechazo, ya que contó con una merma de electores muy importante. ¿La razón? Cuatro años de ajuste con Mauricio Macri al mando del país y el retorno del FMI.
Algo se rompió y está cambiando, al menos en términos de representación política electoral dentro del régimen capitalista argentino. La peor elección del peronismo, que quedó tercero por primera vez en la historia de las elecciones en nuestro país, junto a la sorpresa de Javier Milei y el retroceso que no para de profundizarse por parte de Juntos por el Cambio, arroja un nuevo panorama. Las viejas coaliciones mayoritarias, que integraban la falsa grieta que marcó la política durante largos años, parecen empezar a diluirse. Uno de los elementos centrales, sin dejar de destacar lo contradictorio de esta elección, ya que cualquier tercio puede estar en la tercera vuelta y ganar, es la bancarrota de Juntos por el Cambio. Una pesada herencia, la de Mauricio Macri, no sólo pesa en Argentina sino también en el frente que supo armar.
Los números que ahogaron el tsunami amarillo
Un poco envalentonados por la crisis del oficialismo y una gestión que castigó y castiga a las grandes mayorías, el PRO, nacido en CABA, pero fortalecido al calor del conflicto de la 125, junto a la vieja nueva estructura de la UCR que parecía fortalecerse en algunas elecciones provinciales adelantadas, tuvo un cachetazo de realidad.
Los números que se conocieron en el escrutinio provisorio de estas primarias, arrojaron que la ganadora de la interna, Patricia Bullrich, obtuvo apenas un poco más de cuatro millones de votos, superando el 60% de votos totales de su coalición. Mientras, Horacio Rodríguez Larreta, actual jefe de Gobierno de CABA, de quien se esperaba una elección que lo deje a tiro de una eventual tercera vuelta, solamente se hizo de algo más de dos millones seiscientos mil votos, apenas el 40% de la interna de Juntos por el Cambio.
De esta manera, sumando la totalidad de los votos, Juntos quedó ubicado segundo con el 28,27% de los votos válidos, algo que en comparación con las mismas elecciones de 2019 refleja un retroceso de 1,5 millones de votos o 5 puntos porcentuales. Tal es la debacle que, comparando aún con la elección mencionada, la dupla Bullrich – Larreta tuvo peores resultados que Macri en 18 de los 24 distritos del país. Esto último es lo que muestra que sólo pudieron obtener victorias en Entre Ríos, Corrientes y CABA. Si nos referimos a la provincia de Buenos Aires, el candidato que ganó la interna, Néstor Grindetti, ni siquiera pudo ganar la localidad que gobierna (Lanús). Y en el caso de la Ciudad, si ponemos la lupa en el PRO, podemos decir que “el primo” de Macri apenas se alzó con la victoria por unos pocos puntos contra Martín Lousteau. Más allá de que la sumatoria de ambos supera ampliamente a Santoro, no se sabe si concretamente no habrá alguna maniobra entre radicales para hacer diluir un poco más la performance de Jorge Macri.
Las razones de la debilidad de Juntos
Sin descuidar el concepto de giro a derecha electoral de estas elecciones, las coaliciones electorales más añejas del régimen empiezan a facturar gobiernos desastrosos que han sido el cimiento de una Argentina con el 40% de pobreza y trabajadores formales que no llegan con su sueldo a fin de mes.
La experiencia que encabezó Mauricio Macri y terminó con una derrota electoral en 2019, producto de grandes ajustes efectuados y el retorno del FMI, dejando la suerte del país atada al organismo de crédito, sirvió como salvavidas de plomo a un espacio que pensaba ser la alternancia más frecuente del peronismo. Además de que, en los últimos años, más allá de alguna discrepancia, han sido socios del oficialismo para aprobar presupuestos de más recortes a áreas sensibles y la legalización de la estafa conocida como deuda externa que contrajeron.
Con la aparición de Milei, quien denuncia y reniega de la casta política, más allá del voto a derecha que ha logrado consolidar, muchas voluntades embroncadas con el ajuste de lo que supo conocerse como Cambiemos y el actual oficialismo han ido a parar al espacio del liberfacho. Toda esta debacle electoral tendrá que ser revertida con una candidata que ni siquiera sacó individualmente el 20% de los votos. Algo que, además, la convierte en una fotocopia del original si piensa radicalizarse aún más y competir con la figura de la Libertad Avanza.
Un botón de muestra de debilidad del régimen ante el agotamiento de sus fuerzas principales, más allá del resultado electoral final de octubre o noviembre. Este elemento, sin embargo, no habilita facilismos. Necesitaremos de un Frente de Izquierda fuerte, activo y preparado para combatir cualquiera fuese la facción de derecha que llegue a la Rosada el próximo 10 de diciembre.