Por Verónica O’Kelly – Dirección Nacional de Revolución Socialista-PSOL
El pasado domingo (25), Bolsonaro y su banda de golpistas llenaron la Avenida Paulista de la ciudad de São Paulo. Fue un acto multitudinario, con la presencia de gobernadores, diputados, senadores y diferentes representantes evangélicos como el pastor millonario Silas Malafaia. Fue una demostración de vitalidad en las calles que plantea una pregunta urgente: ¿cómo frenar el avance de la extrema derecha y de Bolsonaro en Brasil?
Todos celebramos, con razón, la derrota electoral de Bolsonaro en diciembre de 2022. Pero algunos de nosotros, incluso antes de las elecciones, advertimos que una derrota sólo por la vía institucional de las elecciones burguesas significaba una derrota parcial y sin duda transitoria. Hoy, a poco más de un año de las elecciones, Bolsonaro y la ultraderecha siguen siendo un actor político que disputa la gobernabilidad (incluso por fuera de las propias instituciones del régimen y hasta apostando a un golpe de Estado), gana sectores de masas y disputa las calles, el verdadero escenario donde se dirime la lucha de clases.
En el acto de la Avenida Paulista, Bolsonaro y todos los que hablaron en el escenario pronunciaron discursos alineados con la agenda reaccionaria y contra los derechos conquistados por las mujeres, la disidencia de género y sexual, los negros y las negras y, esencialmente, contra la clase trabajadora y los sectores populares. Nada nuevo. Por supuesto, también hubo una fuerte presencia de banderas israelíes y de apoyo al Estado sionista genocida. Fue un acto que reforzó el perfil de una fuerza política que está dispuesta a seguir disputando el poder, ganándose la simpatía de amplios sectores retrógrados cooptados por una ideología reaccionaria.
La extrema derecha bolsonarista sabe muy bien lo que hace, tiene el objetivo de disputar el gobierno y cambiar el régimen, y actúa en consecuencia. El crecimiento de este sector político no será derrotado con bellas palabras pacifistas y «democráticas». Debe ser derrotado política e ideológicamente en el terreno de la lucha de clases, de lo contrario veremos manifestaciones cada vez más grandes llenando cada vez más lugares.
El gobierno de conciliación de clases es el principal responsable del surgimiento y crecimiento del monstruo Bolsonaro
Asistimos a un proceso mundial de crecimiento de la extrema derecha. Vemos cómo este fenómeno crece, con desigualdades, tras las experiencias de las masas con gobiernos «progresistas». Así ha sucedido en América Latina, como en Brasil donde, tras 12 años de gobierno del PT, surgió la execrable figura de Bolsonaro; o en Argentina donde, tras décadas de gobiernos peronistas, nació Milei. No es casualidad, las masas quieren soluciones a sus problemas concretos como trabajo, vivienda, educación, salud, seguridad y demás derechos sociales y democráticos. Los gobiernos que prometen soluciones pero no las cumplen decepcionan a las masas, que, frustradas, buscan alternativas políticas que despierten esperanzas de un futuro mejor o de un mundo distinto al de la miseria de las mayorías explotadas y oprimidas. Lamentablemente, a falta de alternativas políticas de la izquierda radical con peso de masas, las mayorías encuentran la extrema derecha, que, en apariencia, se presenta como algo completamente «nuevo».
La extrema derecha está creciendo en todo el mundo, no podemos negar esta realidad, la cuestión es por qué está ocurriendo y qué caminos debemos construir para derrotar estos proyectos.
El «progresismo» defiende una ilusión
Las fuerzas políticas del «progresismo» o de la centroizquierda sostienen que, para derrotar a Bolsonaro, debemos defender el gobierno Lula-Alckmin sin críticas e incluso estar en el gobierno. Es con esta tesis que Sonia Guajajara (PSOL) se convirtió en ministra de un gobierno que también tiene como ministros a Celso Sabino (União Brasil) en Turismo, Silvio Costa Filho (Republicanos) en Puertos y Aeropuertos, André Fufuca (PP) en Deportes, entre otros. Todos ellos bolsonarista que participaron y construyeron la manifestación en la Avenida Paulista el domingo pasado. ¡O sea, la política es derrotar al bolsonarismo uniéndose con bolsonaristas…!
Confiar en un gobierno de conciliación de clases es de por sí equivocado y peligroso, pero depositar expectativas en un gobierno con presencia de la extrema derecha es aún más injustificable.
Respetamos a los luchadores honestos que aún creen en esta ilusión creada sobre la necesidad de construir frentes amplísimos para garantizar el «mal menor», pero advertimos que esta política no derrota ni derrotará el crecimiento de la extrema derecha. De hecho, esta política equivocada la refuerza.
El antídoto está en las calles y a la izquierda
Ver tanta gente reunida en Paulista debería ser un impulso para militar por la derrota de este proyecto de liquidación de nuestros derechos conquistados. Pero por encima de cualquier ilusión en las urnas o en las instituciones, las calles hablan. Debemos militar para multiplicar la movilización necesaria para derrotar a Bolsonaro y a la extrema derecha. Ningún «canto de sirena» debe alejarnos de las luchas y de las calles.
Debemos militar para construir una alternativa política de izquierda, radical, a la raíz de los problemas, que pueda superar el oportunismo y el sectarismo para levantar una herramienta socialista, revolucionaria e internacionalista que pueda no sólo derrotar a los Bolsonaros, sino transformarlo todo y construir un sistema donde la mayoría trabajadora decida sobre los recursos, la riqueza social y democráticamente cómo organizar la sociedad y la producción, es decir, un sistema socialista. Revolución Socialista y la Liga Internacional Socialista militan con este objetivo y te invitamos a construir con nosotros el único futuro posible, el futuro socialista.