Desde Haití, compañeros de ROZO (Red de Organizaciones de la Zona Oeste) nos han enviado el siguiente texto, con pedido de publicación, de un referente de la Coordinación de la Renovación Democrática que cuestiona a los sectores progresistas que avalan el Consejo de Transición pactado con el imperialismo norteamericano.
Por Yves Pierre Politólogo. Miembro de la Coordinación de la Renovación Democrática
Por una renovación del progresismo haitiano
Durante las últimas décadas, el progresismo haitiano se ha distinguido por una lucha incansable por la emancipación del pueblo, la afirmación de la soberanía nacional y la conquista de la justicia social. Sin embargo, hay que decir que este movimiento emancipador atraviesa actualmente una de las pruebas más decisivas de su historia reciente. Al avalar las recientes negociaciones bajo la égida de las potencias imperialistas para la formación de un Consejo Presidencial de Transición (CPT), algunos de sus franjas se han dejado arrastrar por una pendiente resbaladiza, hasta las mismas puertas de la recuperación y la traición de sus ideales fundacionales.
El primer escollo fue aceptar el marco mismo de estas conversaciones, que se celebraban bajo la égida de la CARICOM pero a la sombra del imperialismo estadounidense, institución con probados intereses geoestratégicos en Haití. Desde el principio, al someterse a este proceso dominado por fuerzas neocoloniales y bajo la influencia predominante de Washington, estas fuerzas progresistas han avalado una forma flagrante de injerencia en la soberanía haitiana.
En lugar de promover una auténtica dinámica popular endógena para resolver la crisis multidimensional, han tomado el camino más fácil aceptar una pseudo “solución importada” bajo la tutela conjunta de las potencias regionales y de la superpotencia imperialista estadounidense. Fue la primera capitulación ideológica ante el imperialismo yanqui, negando al pueblo haitiano la capacidad de forjar su propio destino, libre de toda dominación exterior.
El error se vio agravado por la composición del Consejo Presidencial surgido de estas negociaciones. Lejos de ser el producto de un auténtico proceso democrático y soberano, este CPT no es más que una cáscara vacía, una estructura administrativa supervisada por la “comunidad internacional” y desprovista de toda legitimidad popular.
Al apresurarse a unirse a este organismo burocrático servil a los mandatos occidentales, estas fuerzas supuestamente progresistas han avalado una transición farsesca que priva al pueblo haitiano de su derecho inalienable a la autodeterminación. Una negación de su vocación primordial de defender la plena emancipación de la nación.
Pero es la capitulación definitiva ante la agenda neocolonial lo que marca el cruce de una línea roja insuperable. Al respaldar el llamamiento de la CPT para el despliegue de una fuerza militar extranjera en suelo haitiano, estos sectores progresistas han respaldado la opción más retrógrada y reaccionaria.
No sólo respaldan una nueva ocupación que socava los principios de independencia y soberanía duramente ganadas, sino que refuerzan la narrativa opresiva de la impotencia congénita de los haitianos para resolver sus propios problemas, reforzando aún más los estereotipos racistas y paternalistas heredados del colonialismo. Lejos de proporcionar una solución duradera, esta opción militar forma parte del ciclo infernal de injerencia extranjera supuestamente benévola que sólo ha exacerbado el caos y la violencia durante décadas. Al igual que con las anteriores fuerzas de la ONU, ¿cómo podemos esperar que este nuevo contingente traiga por fin la estabilidad duradera tan ansiada?
En realidad, respaldar esta intervención equivale a respaldar la militarización de una crisis con raíces infinitamente más profundas y sistémicas. En lugar de trabajar para revisar las estructuras socioeconómicas y políticas heredadas del sistema colonial, estos progresistas capituladores optan por el atajo ilusorio de la solución securitaria en detrimento de las reformas de fondo.
Peor aún, al unirse a esta opción belicosa, contribuyen a sofocar las verdaderas dinámicas progresistas capaces de provocar un cambio estructural y emancipador basado en las fuerzas vivas de la nación. Sofocan la movilización ciudadana, el diálogo inclusivo y la búsqueda de soluciones haitianas a los problemas haitianos.
Al final, al tomar este camino de colaboración con el imperialismo, estas franjas supuestamente progresistas se han metido en un callejón sin salida. Han traicionado definitivamente la causa antiimperialista, anticolonial y emancipadora que encabezó el progresismo histórico de Haití.
Han optado por la salida fácil en lugar de una verdadera ruptura con el sistema de opresión neocolonial. Se han convertido en los incondicionales del statu quo y de la perpetuación del sometimiento de Haití a los intereses de las potencias occidentales y de la oligarquía compradora local.
Semejante rendición nunca podrá conducir a un verdadero progreso social y nacional. Sólo consolidará la dinámica de empobrecimiento sistémico que aflige a las masas haitianas desde hace siglos, en beneficio de unos pocos privilegiados.
Por ello, el verdadero movimiento progresista y emancipador haitiano debe romper definitivamente con esos elementos capituladores y reaccionarios. Debe renovar su firme postura antiimperialista y su exigencia intransigente de una verdadera independencia, para poder llevar a cabo por fin la alternativa estructural, endógena y soberana que reclama el pueblo.
De ello depende el futuro de la nación y de un verdadero progreso social en Haití. El progresismo sólo podrá preservar su alma a este precio: el del rechazo definitivo de las sirenas del neocolonialismo para inspirarse en las aspiraciones más profundas y legítimas de las masas populares.