Elecciones en Francia: debate con Revolución Permanente

Por Gérard Florenson

Frédéric Lordon, conocido economista y a menudo compañero de ruta de la extrema izquierda, publicó un texto en su blog Médiapart llamando a bloquear el peligro de que los fascistas lleguen al poder votando al Nuevo Frente Popular. Lordon fustiga a los izquierdistas sectarios que se niegan a ensuciarse las manos con esta votación dándoles una apariencia de lección de leninismo. También pinta un cuadro de la catástrofe inminente que llama a evitar mediante la movilización electoral.

Paul Morao responde con un largo artículo publicado en el sitio web Révolution Permanente donde llama a considerar las cuestiones para ir más allá de los reflejos de pánico. Entonces sí, un saludable ejercicio para debatir (sin invectivas) posibles cambios a corto plazo en la situación política y social, sin jugar a los adivinos sino para prepararnos para nuestras tareas.

¿Mañana las camisas negras?

Para Frédéric Lordon, un gobierno de Agrupamiento Nacional alineado con Ciotti y la extrema derecha, apoyado por una mayoría de diputados, sería algo más que la continuidad un poco más reaccionaria de las políticas de Macron y sus ministros. Podemos reconocer que habría una ruptura con la alternancia de las últimas décadas entre la derecha clásica y la falsa izquierda y debemos leer atentamente sus argumentos sobre los peligros inmediatos de tal situación. Y más aún cuando en el sistema electoral vigente, en el que todo se decide en segunda vuelta con transferencias de votos, hace posible este escenario.

Por supuesto, Lordon insiste en el tema. Un gobierno de extrema derecha resultante de las urnas, con mayoría en la Asamblea pero no en el Senado, con Macron como presidente de la república por ahora, que sigue siendo la piedra angular de las instituciones, no sería la marcha sobre Roma y los diputados de izquierda no correrían inmediatamente la suerte de Matteotti. Pero Lordon no hace política-ficción cuando teme que la victoria de la extrema derecha libere no sólo las palabras sino también las acciones de los más radicales de sus partidarios: el manganello (garrote) y el aceite de ricino, no antes de las elecciones sino después. Las primeras víctimas serían, por supuesto, los inmigrantes, las personas LGTBI y los activistas que se oponen a los ataques medioambientales. Los fascistas se sentirían alentados no sólo por el programa real, apenas camuflado de la RN, sino también por la pasividad de una fuerza policial corrompida por la extrema derecha.

Al mismo tiempo, tendremos una oleada de demandas de las patronales para avanzar más rápido y con más fuerza que los gobiernos anteriores. Atrás quedaron los días en que los “interlocutores sociales” se enfrentaban por la distribución de los frutos del crecimiento antes de llegar a un compromiso. La dirección de INVIVO[1] muestra el camino: quiere poner fin a los obstáculos insoportables que son la inspección del trabajo, los tribunales laborales, las instituciones representativas del personal y, finalmente, los propios sindicatos. La multiplicación de querellas contra militantes sindicales va en la misma dirección. ¿Quién puede creer que un gobierno de extrema derecha no los satisfaría rápidamente desmantelando las barreras que quedan contra la arbitrariedad patronal? No sería fascismo, por supuesto, pero las condiciones de la lucha serían aún más difíciles, lo cual no nos es indiferente.                   

Ilusión de un Nuevo Frente Popular más a la izquierda

Puede que Lordon tenga pánico, pero no delira y sus argumentos deben tomarse en serio. Lo que es mucho más cuestionable es la última parte de su texto, donde evoca la muy improbable posibilidad de una victoria del Nuevo Frente Popular, después de haber intentado diferenciar un ala de derecha y una de izquierda (¿Mélenchon?) dentro de la coalición.

Recuerda con razón, y esto es muy útil frente a la historia oficial, que en 1936 fue la huelga general y no la bondad de Blum la que estuvo en el origen de las principales conquistas sociales. Desgraciadamente, intenta reflejar la situación actual con el clásico estribillo « los elegimos pero luego los controlamos y los empujamos al volante », olvidando que no siempre sucede así. Hubo 1936 pero también 1981. La elección de François Mitterrand había despertado entusiasmo e inmensas esperanzas, pero no se repitió lo de 1936: los dirigentes del PCF y del PS, con los burócratas sindicales, supieron imponer a la base que mantuviera la calma y dejara trabajar a los camaradas ministros. Sabemos lo que pasó después.

Entonces la idea de un “frente popular de lucha”… Sin duda, la capacidad de control de los aparatos burocráticos ya no es la misma, pero tampoco lo es la situación del movimiento obrero. Las movilizaciones antifascistas, por Palestina, por el medio ambiente, muestran disposición a la lucha de amplios sectores, en particular entre los jóvenes, pero no sorprende que Lordon olvide la ausencia del factor subjetivo indispensable : la organización revolucionaria.

En su apuro por promover el “voto útil”, Lordon olvida que en Francia hay dos vueltas de votación. Muchas veces decimos que en la primera elegimos, es decir votamos según nuestras convicciones, y en la segunda se elimina, por ejemplo, al candidato o candidata de la derecha o de la extrema derecha votando al candidato del Frente Popular. Quienes voten, a pesar de la presión de la izquierda pseudo institucional, por el NPA-R, Revolución Permanente o Lucha Obrera estarán, para una gran parte de ellos, expresando su rechazo a Macron y al Rassemblement National, a la par de marcar su desconfianza hacia los reformistas que pretenden salvarles.

Revolución Permanente gira el bastón en sentido contrario

En su respuesta a Lordon publicada en el sitio RP, Paul Morao argumenta extensamente contra lo que le parece el producto del pánico que se ha apoderado de personalidades de izquierda, a menudo mejor inspiradas en sus análisis. Como hemos indicado antes, también creemos que una lamentablemente posible mayoría de extrema derecha en la Asamblea Nacional y un gobierno resultante de ella no significaría el establecimiento de un régimen fascista del tipo Hitler o Mussolini. No obstante, no relativizamos las consecuencias inmediatas de una política no sólo autoritaria sino también violenta, apoyada por una parte del aparato del Estado.

¿Un régimen bonapartista? Por supuesto, es mejor ser precisos en nuestros análisis, pero en la historia de Francia hay algo más que el episodio Doumergue. En 1934 fue el “Bonaparte austríaco”, Dollfuss, quien aplastó al proletariado de Viena y liquidó el partido socialdemócrata. También en 1934 fue el ejército, y no los fascistas, el enviado por un gobierno de derechas contra la «Comuna de Asturias», la represión causó miles de muertos y heridos, y encarceló a miles de militantes obreros. Entonces si aparece un comando de extrema derecha, por sentido común hay que disparar primero y luego discutir si el término «fascistas» era el apropiado.

Y aquí se nos plantea una duda. La distinción entre fascismo y bonapartismo, de por sí pertinente, ¿no pretende justificar de antemano la negativa a llamar a votar en la segunda vuelta, como por desgracia pasó en 2022, a un/a candidato/a del Nuevo Frente Popular opuesto al Agrupamiento Nacional?


[1] Un grupo cooperativo europeo que dice preservar el medio ambiente (se autodenominan “la cooperativa verde”) profundizando el agronegocio y con posiciones antisindicales y de clara explotación laboral.