Cruce teórico entre Trotsky y Gramsci. Tres etapas, algunos acuerdos y claras diferencias

Este trabajo es la ponencia presentada por Sergio García, Director de Periodismo de Izquierda y dirigente del MST en el Frente de Izquierda Unidad en Argentina, al IIIº Evento Internacional León Trotsky. Y también publicada en la edición de noviembre de Alternativa Socialista.

La crisis sistémica del capitalismo requiere una estrategia revolucionaria que se proponga terminar con este sistema perverso que pone en riesgo la vida en el planeta. Una estrategia hacia una sociedad socialista donde las y los trabajadores gobernemos y decidamos todo. Para ese objetivo tenemos el valioso capital teórico, filosófico, político y científico de Marx y Engels. Enriquecido por la gran experiencia de la Revolución Rusa en materia de organización política, teoría y práctica, que Lenin y Trotski nos legaron.

No fue casual que tras ese avance revolucionario y a lo largo de la década del veinte del siglo pasado se desarrollaran en Alemania, Italia y otros países, intentos revolucionarios. Esa oleada de ascenso culminó con algunas derrotas importantes y el arribo de un nuevo fenómeno político: el fascismo con Mussolini como expresión italiana y años más tarde el ascenso de Hitler en Alemania. El movimiento revolucionario fue precisando políticas para confrontar al fascismo. Y tuvo que responder a otro fenómeno regresivo: la consolidación de un fuerte aparato burocrático dentro de la primera experiencia socialista, con su correlato en la Tercera Internacional.

No hay manera de comprender cabalmente las ideas de Antonio Gramsci sin ubicarlas en este contexto europeo en general e italiano en particular, que determinaron sus actos, escritos y la esencia de su principal legado teórico: los Cuadernos de la cárcel.

Partiendo de la base política y teórica leninista y trotskista que creemos vigente, abordaremos críticamente las elaboraciones de Gramsci. En un cruce teórico entre su elaboración y la de Trotski, veremos acuerdos e importantes desacuerdos. Por supuesto, hay elementos valorables en la obra de Gramsci, tanto escrita como en su accionar como dirigente socialista. Fue un honesto militante que intentó construir una organización socialista en Italia, se acercó a Rusia y a la Tercera, enfrentó el ascenso del fascismo, fue detenido en terribles condiciones y años después liberado, cuando su enfermedad lo llevaba a la muerte.

En nuestro estudio de Gramsci partiremos de contextualizar, esquematizar y analizar tres etapas centrales: la primera desde la Revolución Rusa hasta pasado el bienio rojo italiano; la segunda durante los debates en la Tercera y con el fascismo consolidándose en Italia. Y la tercera etapa entraremos de lleno a sus cuadernos de la cárcel. 

1.- El impacto de la Revolución rusa en Gramsci

Nacido en la isla de Cerdeña, Italia, desde muy joven Gramsci eligió una vida militante y destacó por sus dotes de buen escritor. No es casual que a lo largo de los años y en diferentes etapas y nombres, haya estado a cargo o jugando roles centrales en proyectos de prensa de organizaciones socialistas. Se fue ganando un lugar, su nombre comenzó a ser cada vez más reconocido y sus ideas tenían por entonces un desigual peso en los debates internos del Partido Socialista Italiano (PSI), con diferentes grupos y tendencias debatiendo por el rumbo del partido, con alas reformistas moderadas y otras que comenzaban a sentir el impacto de la Revolución Rusa.

Como reflejo de esos vientos de cambio desde Rusia y movimientos ascendentes en Italia, Gramsci bregaba por lograr una claridad y compromiso militante. Por eso escribía en 1917:

Adherirse a un movimiento quiere decir asumir una parte de la responsabilidad de los acontecimientos que se preparan, convertirse en artífices directos de esos acontecimientos mismos. Un joven que se inscribe en el movimiento socialista juvenil realiza un acto de independencia y de liberación. Disciplinarse es hacerse independiente y libre… Así, el que no sigue una disciplina política es materia en estado gaseoso o ensuciada por elementos extraños: por tanto, inútil y dañosa. La disciplina política hace que precipiten esas impurezas y da al espíritu su mejor metal, una finalidad a la vida, sin la cual no valdría la pena vivirla. Todo joven proletario que sienta lo que pesa el fardo de su esclavitud de clase debe realizar el acto inicial de su liberación, inscribiéndose en la agrupación juvenil socialista que esté más cerca de su casa”(1).

Entre ese año, que pronto pasaría a la historia con la Revolución Rusa triunfante; y 1918, donde todos esos debates políticos y anhelos darían un salto en sus niveles de entusiasmo; al interior de Italia y del PSI se fue exacerbando la lucha por el rumbo político y práctico a seguir, conjugándose un escenario de fuerte confrontación entre alas moderadas y reformistas y otras que, reflejando el impacto de la Revolución Rusa, orientaban la disputa desde posiciones más a izquierda.

Gramsci se ubicaría en este último sector y escribiría lo siguiente sobre el debate: “El que considera a Lenin utopista, el que afirma que el intento de la dictadura del proletariado en Rusia es un intento utópico, no puede ser un socialista consciente…La utopía es el filisteísmo, tal como lo ridiculizó Heinrich Heine: los reformistas son los filisteos y los utopistas del socialismo, igual que los proteccionistas y los nacionalistas son los filisteos y los utopistas de la burguesía capitalista”(2).

Gramsci era reflejo del ímpetu que la Revolución Rusa generaba en miles de trabajadores y jóvenes de diversos países de Europa. Admirador de la dirección bolchevique de Lenin y Trotski que poco a poco iría conociendo y ala cual se acercó personalmente en sucesivos viajes y eventos. Fueron los años de un ida y vuelta tanto de él como de otros dirigentes italianos, entre Rusia e Italia, que estaba gestando un proceso de ascenso, organización obrera y desarrollo de consejos fabriles en el cual los socialistas italianos intervendrían y del cual Gramsci sacaría conclusiones políticas y organizativas. 

a.- El bienio rojo y su experiencia

En Italia ese impulso revolucionario acercó a miles de trabajadores a las filas de la izquierda, y en las ciudades fabriles como Turín provocó un salto en la organización y disposición de lucha de la clase obrera. Las fábricas eran un hervidero político y social, donde una amplia vanguardia obrera daba pasos en su organización y disposición de lucha; y los paros, movilizaciones y tomas de fábrica eran recurrentes.

Esos pasos no eran solamente reivindicativos de conquistas obreras parciales, se relacionaban directamente con el contexto revolucionario proveniente de Rusia y con las dramáticas consecuencias que en el continente había dejado la Primera Guerra Mundial recién finalizada. De la combinación de esos factores se va profundizando una experiencia obrera, que venía gestándose previamente y que entre 1919 y 1920 pondría en vilo a las patronales y al poder burgués italiano. Para alentar el proceso y ganar apoyo en la población, se comenzó a difundir el semanario L’Ordine Nuovo, del cual Gramsci fue fundador el 1° de mayo de 1919, junto a Terracini, Togliatti y Tasca.

Desde esas páginas y en cada intervención concreta, con posiciones pro bolcheviques, confrontaba con las posiciones dela mayoría del PSI, que acuñaba para ese proceso posiciones reformistas que obstaculizaban la lucha obrera por el poder y una perspectiva revolucionaria. Esa puja se va a ir profundizando al calor del desarrollo de la lucha de clases y del accionar de los Consejos fabriles.

Para 1920 la lucha por el desarrollo y extensión de los Consejos continuaría y Gramsci escribía en un informe enviado al Comité Ejecutivo de la Internacional:

Tras la terminación de la guerra imperialista, el movimiento proletario hizo progresos rápidos. La masa obrera de Turín comprendió que el periodo histórico abierto por la guerra era profundamente diferente de la época anterior a la guerra. La clase obrera turinesa intuyó inmediatamente que la III Internacional es una organización del proletariado mundial para la dirección de la guerra civil, para la conquista del poder político, para la institución de la dictadura proletaria, para la creación de un orden nuevo en las relaciones económicas y sociales. Los problemas económicos y políticos de la revolución eran objeto de discusión en todas las asambleas obreras. Las mejores fuerzas de la vanguardia obrera se reunieron para difundir un semanario de orientación comunista, L’Ordine Nuovo…La propaganda por los Consejos de fábrica fue acogida con entusiasmo por las masas; en el curso de medio año se constituyeron Consejos en todas las fábricas y todos los talleres metalúrgicos; los comunistas conquistaron la mayoría en el sindicato metalúrgico; el principio de los Consejos de fábrica y del control de la producción se aprobó y aceptó por la mayoría del Congreso y por la mayor parte de los sindicatos pertenecientes a la Cámara del Trabajo… El Consejo de fábrica tiene que constituirse según el principio de la organización por industria; tiene que representar para la clase obrera el modelo de la sociedad comunista, a la cual se llegará por la dictadura del proletariado”(3).

b.- Disputas en el PSI y fundación del PCI

Todo el proceso se dio con fuertes debates sobre qué curso político adoptar. Diferentes alas y sectores desplegaban posiciones unas contra otras. La disputa central se dio al interior del PSI que jugaba un rol regresivo en todo el proceso. Tomemos en cuenta que el desarrollo de los consejos de fábrica tuvo puntos culminantes a lo largo de 1920, confrontaciones de clase muy duras con las patronales, soportaron lockouts empresarios en diferentes establecimientos y se defendieron de la represión en otras jornadas. En medio de todo esto el PSI nunca quiso nacionalizar ni el proceso ni el apoyo a los consejos fabriles. Llevó adelante una política a tono con su concepción contraria a que los consejos lucharan por el poder y solo le asignaba tareas por reivindicaciones obreras. Por esa razón el proceso no pudo avanzar más ni nacionalmente ni en unidad con sectores sociales oprimidos. Y si bien logró algunas conquistas específicas a mediados de ese año, la situación se impregnó de un sentimiento de no haber podido ir más allá.

La experiencia haría dar un salto cualitativo en las disputas políticas en el PSI. Gramsci critica que no haya participado de reuniones importantes de la Tercera y en un texto promueve una crítica fuerte a su política dentro de Italia:

Las fuerzas obreras y campesinas carecen de coordinación y de concentración revolucionaria porque los organismos directivos del Partido Socialista han mostrado que no entienden absolutamente nada de la fase de desarrollo que atraviesa en el periodo actual la historia nacional e internacional, y que no comprenden nada de la misión que incumbe a los organismos de lucha del proletariado revolucionario…el Partido Socialista ha seguido siendo un partido meramente parlamentario, que se mantiene inmóvil dentro de los estrechos límites de la democracia burguesa” (4).

Trotski años después, desde otro lugar, compartiría esa crítica en una carta titulada Problemas de la revolución italiana donde recordaba que la socialdemocracia traicionó la revolución italiana en 1920 y que podría volver a hacerlo.

Una consecuencia de esta lucha política fue la fundación del Partido Comunista de Italia (FC) en 1921, en el Congreso de Livorno, con peso de Bordiga en su dirección, quien le imprimiría errores políticos. Así se comenzó a organizar en un nuevo partido al sector de la militancia obrera y socialista que hasta entonces se organizaba dentro del PSI y quería seguir una línea política más a tono con el bolchevismo y la Tercera. No se podía impulsar una política socialista consecuente ni enfrentar al fascismo atados a la política reformismo del PSI. La independencia política era imprescindible y también el tener políticas de frente único frente a Mussolini, tema de debate central en Italia y en la Internacional.

Resumiendo este período convulsionado de la historia italiana, las conclusiones indican que fue el momento de mayor acercamiento de Gramsci a las posiciones esenciales de la dirección bolchevique, incluyendo a Trotski. Más allá de diferencias de entonces y de no pretender hacer aquí un balance pormenorizado de cada posición defendida por Gramsci esos años, en términos generales se ubicó dentro de una estrategia socialista haciendo esfuerzos por unir la experiencia de la Revolución Rusa con el proceso italiano. Gramsci ganaría peso en el PCI hacia 1924. Lamentablemente los años siguientes comienza a manifestar graves errores políticos.

1921, fundación del Partido Comunista Italiano.

2.- Años de grandes errores: los debates en Rusia y la Internacional

Al avance político del fascismo y Mussolini en Italia,y a la derrota en Alemania de la revolución, se le suma el avance de la burocracia stalinista dentro de Rusia y en la conducción de la Internacional. Años complejos donde la oposición de izquierda encabezada por Trotski daba, en difíciles condiciones, una lucha política esencial dentro de la internacional y de Rusia. Esos debates sin Lenin, que había fallecido ,eran los más importantes de la época y marcaban el futuro. No eran debates tácticos ni pasajeros, era una lucha de estrategia revolucionaria de la primera experiencia socialista, enmarcados en el retroceso de la situación general y el agotamiento de la combativa vanguardia bolchevique tras años de guerra civil. Ese contexto dio la posibilidad a Stalin de avanzar y colocó a la oposición en un marco de dificultades.

¿Porqué recordamos el carácter decisivo de esta disputa estratégica? Porque en este período Gramsci se ubicó en líneas generales apoyando las posiciones de la mayoría stalinista y criticando los planteos de Trotsky y la oposición de izquierda. No hay manera de minimizar sus graves errores políticos y las consecuencias que tendrían en sus elaboraciones políticas y teóricas posteriores.

Hacia 1926, cuando los debates se iban intensificando, Gramsci y demás dirigentes del PCI toman partido claramente por la mayoría encabezada por Stalin y envían una carta donde definen:

“…en vísperas de vuestra XV Conferencia, no tenemos ya la seguridad del pasado; nos sentimos inevitablemente preocupados; nos parece que la actitud actual del bloque de oposición y la virulencia de las polémicas del PC de la URSS exigen la intervención de los partidos hermanos…vemos que se verifica y se profundiza una escisión en el grupo central leninista que ha sido siempre el núcleo dirigente del partido y de la Internacional. Una escisión de este tipo, con independencia de los resultados numéricos de las votaciones de Congreso, puede tener las repercusiones más graves, no solo si la minoría de oposición no acepta con la máxima lealtad los principios fundamentales de la disciplina revolucionaria del partido, sino también en el caso de que dicha minoría rebase, en el modo de llevar su lucha, ciertos límites que son más importantes que todas las democracias formales…La Oficina Política del PCI ha estudiado con la mayor diligencia y atención posibles en sus condiciones todos los problemas que hoy están en discusión en el Partido Comunista de la URSS…declaramos que consideramos fundamentalmente justa la línea política de la mayoría del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, y que en ese mismo sentido se pronunciará sin duda la mayoría del partido italiano si llega a ser necesario plantear enteramente la cuestión… Repetimos que nos impresiona el hecho de que la actitud de la oposición afecta a toda la línea política del Comité Central y hiere, por tanto, el corazón mismo de la doctrina leninista y de la acción política de nuestro Partido de la Unión…Del mismo modo los reformistas, después de alguna huelga general que aumenta la cohesión y la disciplina de la masa, pero que con su larga duración empobrece aún más a los obreros, dicen: «Para qué ha servido la lucha? Os habéis agotado y empobrecido». Es fácil hacer demagogia en este terreno, y es difícil no hacerla cuando, la cuestión se plantea desde el punto de vista del espíritu corporativo y no desde el del leninismo, desde el punto de vista de la doctrina de la hegemonía del proletariado que históricamente se encuentra en una determinada posición y no en otra. Ese es para nosotros el elemento esencial de vuestras discusiones. En este elemento se encuentra la raíz del error del bloque de oposición y el origen de los peligros latentes contenidos en su actividad. En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalismo, la que ha impedido hasta ahora al proletariado occidental organizarse como clase dirigente”(5).

El posicionamiento de Gramsci y otros dirigentes italianos fue un desastre político y una incomprensión absoluta de las estrategias que estaban en juego. No queremos con esto decir que Gramsci se hubiera convertido al stalinismo. Pero sí marcar que acompañó esos años sus nocivas políticas. En la misma carta se nota su desubicación sobre lo que acontecía en verdad. Sobre una mayoría siniestra y burocrática que comenzaba a atacar a toda la oposición y años después regaría de represión la historia soviética, escriben: “creemos estar seguros de que la mayoría del comité central de la URSS no desea super vencer en esa lucha, sino que está dispuesta a evitar las medidas excesivas”.

Trotsky en una sesión del Tercer Congreso de la III Internacional.

a.- La revolución permanente que Gramsci cuestiona y no comprende

En torno a la revolución permanente se manifiesta uno de los principales desaciertos de Gramsci y un marcado desencuentro con Trotski. El sardo dedicó diferentes textos a criticar la teoría del revolucionario ruso. Actuaba en él una incomprensión profunda del proceso de revolución permanente, combinado con el peso de la derrota italiana y el avance del fascismo que de una u otra forma, lo acercaba a la teoría nacional y regresiva del stalinismo.

Refiriendo a las posiciones de Trotski y las de Stalin y la mayoría, desarrolla una de sus explicaciones políticas equivocadas en gran magnitud. Dice Gramsci:

“…en la formulación de su fundador, pero especialmente en las precisiones de su gran teórico más reciente(se refiere a Stalin), la situación internacional tiene que considerarse en su aspecto nacional. Realmente la relación «nacional» es el resultado de una combinación «original» única (en cierto sentido) que tiene que entenderse y concebirse en esa originalidad y unicidad si se quiere dominarla y dirigirla. Sin duda que el desarrollo, lleva hacia el internacionalismo, pero el punto de partida es «nacional», y de este punto de partida hay que arrancar…La clase dirigente lo es solo si interpreta exactamente esa combinación, componente de la cual es ella misma, y, en cuanto tal, puede dar al movimiento una cierta orientación según determinadas perspectivas. En este punto me parece que está la discrepancia fundamental entre Leone Davidovici (Trotski) y Bessarione (Stalin) como intérprete del movimiento mayoritario. Las acusaciones de nacionalismo son ineptitudes si se refieren al núcleo de la cuestión. Si se estudia el esfuerzo realizado desde 1902 hasta 1917 por los mayoritarios, se ve que su originalidad consiste en una depuración del internacionalismo, extirpando de él todo elemento vago y puramente ideológico (en sentido malo) para darle un contenido de política realista. El concepto de hegemonía es aquel en el cual se anudan las exigencias de carácter nacional, y se comprende bien que ciertas tendencias no hablen de ese concepto o se limiten a rozarlo. Una clase de carácter internacional, en cuanto guía estratos sociales estrictamente nacionales (los intelectuales) e incluso, muchas veces, menos aún que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), tiene que «nacionalizarse» en cierto sentido, y este sentido no es, por lo demás, muy estrecho, porque antes de que se formen las condiciones de una economía según un plan mundial es necesario atravesar múltiples fases en las cuales las combinaciones regionales (de grupos de naciones) pueden ser varias…Los conceptos no-nacionales (es decir, no referibles a cada país singular) son erróneos, como se ve por su absurdo final: esos conceptos han llevado a la inercia y a la pasividad…Las debilidades teóricas de esta forma moderna del viejo mecanicismo quedan enmascaradas por la teoría general de la revolución permanente, que no es sino una previsión genérica presentada como dogma, y que se destruye por sí misma, por el hecho de que no se manifiesta fáctica y efectivamente(6).

Durante esos años Gramsci repetidas veces desarrolla planteos equivocados y confunde las verdaderas posiciones que había en los debates en Rusia y en la Tercera. En su afán de polemizar con la oposición y Trotski, le endilga una supuesta incomprensión de la necesidad de tener políticas para otros sectores y para enfrentar al fascismo. En realidad Trotski fue uno de los artífices de las políticas de Frente Único en el seno de la Internacional y fue redactor de esas tesis. Años después fue Stalin quien cambio esa política por la línea del llamado “tercer período”, política criminal e ultraizquierdista que rechazaba el Frente Único, ubicaba al reformismo junto al fascismo y debilitó la lucha contra los fascistas. Tan evidente fue ese giro equivocado que Gramsci tuvo que criticarlo. Ytuvo que expresarse en contra de las brutalidades hacia la oposición, por parte de una mayoría que antes creía no iba a tomar represalias. Esto le otorgó después desconfianza por parte del aparato stalinista, lo cual no elimina el hecho político central:el haber acompañado a esa mayoría burocrática en los años claves donde se jugaba el futuro de la revolución rusa y mundial. Allí Gramsci, en honor a la verdad, no pasó la prueba.

Sergio García en la presentación de la ponencia.

3.- Cuadernos de la cárcel: aportes, errores y complejidades ambiguas

Estudiando esos trabajos de Gramsci, que refieren a una diversa cantidad de temas y enfoques que en este trabajo no pretendemos abordar, apreciamos una serie de cuestiones centrales y un contexto complejo en su elaboración teórica. En su trabajo hay diferentes aspectos rescatables dentro de una temática variada que va desde la filosofía, la historia italiana y europea en general, el rol de los intelectuales en diferentes sociedades o la educación y la cultura como herramientas para las mayorías, temas que abordaremos en otros trabajos. Aquí priorizamos la serie de cuestiones que hacen a lo primordial de la utilización posterior de sus teorías: sus definiciones sobre guerra de movimiento y guerra de posiciones, hegemonía, nuevo bloque histórico, voluntad colectiva nacional-popular y revolución pasiva.

a.- Guerra de movimiento, guerra de posiciones y desarme en perspectiva

Sobre este tema resulta evidente que Gramsci partía en su elaboración con el peso de la derrota de la revolución italiana y el ascenso del fascismo. Toma elementos de la realidad como el cambio de situación, pero los lleva a una concepción general esquemática y equivocada que desarmaba para las perspectivas de lo que luego fue Europa y el mundo con la 2° Guerra Mundial y la posguerra. Teoriza que no hay ninguna posibilidad de avance revolucionario al estilo de Rusia y Europa Oriental, avance que él llama “guerra de movimiento”. “En la época actual, la guerra de movimiento se ha dado políticamente desde marzo de 1917 hasta marzo de 1921, y le ha seguido una guerra de posiciones cuyo representante, además de práctico (para Italia), ideológico, para Europa, es el fascismo” (7).

Por ese análisis jerarquiza como tarea concreta el paso de guerra de movimiento a guerra de posición. Y no casualmente, al hacerlo vuelve a polemizar con Trotski:

En este caso se podría decir que Bronstein, que se presenta como un «occidentalista», era, en cambio, un cosmopolita, o sea, superficialmente nacional y superficialmente occidentalista o europeo. En cambio, Ilich era profundamente nacional y profundamente europeo. Bronstein recuerda en sus memorias que de su teoría dijeron que había demostrado su bondad… al cabo de quince años, y contesta a ese epigrama con otro. En realidad, su teoría como tal no era buena ni quince años antes ni quince años después; como les ocurre a los testarudos de que habla Guicciardini. Bronstein adivinó en general, es decir, tuvo razón en cuanto a la previsión práctica más general; lo cual es como predecir a una niña de cuatro años que llegará a ser madre y luego, cuando es realmente madre, concluir: «ya os lo había dicho yo», sin recordar que cuando tenía cuatro años quería estuprar a la niña, seguro de que se habría convertido en madre. Me parece que Ilich, por el contrario, había comprendido que era necesario pasar de la guerra de movimiento, victoriosamente aplicada en Oriente el año 17, a la guerra de posición o de trinchera, que era la única posible en Occidente…Solo que Ilich no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aparte de que no podía profundizarla sino teóricamente, mientras que la tarea fundamental era nacional, es decir, exigía un reconocimiento del terreno y una determinación de los elementos de trinchera y de fortaleza, representados por los elementos de la sociedad civil, etc.”(8).

Gramsci intenta contrastar a Trotski (Bronstein) con Lenin (Ilich) de acuerdo a sus  hipótesis de lo que Lenin, ya fallecido, opinaría. En la misma línea explica las implicancias de su razonamiento en el plano político:

Paso de la guerra de movimiento (y del ataque frontal) a la guerra de posición también en el campo político. Esta me parece la cuestión de teoría política más importante planteada por el periodo de la posguerra, y la más difícil de resolver acertadamente. Está relacionada con las cuestiones suscitadas por Bronstein, el cual puede considerarse, de un modo u otro, como el teórico político del ataque frontal en un periodo en el cual ese ataque solo es causa de derrotas…La guerra de posición requiere sacrificios enormes y masas inmensas de población; por eso hace falta en ella una inaudita concentración de la hegemonía” (9).

En estos conceptos gramscianos vemos aspectos de realidad con una mezcla de problemas mal resueltos. Efectivamente en ese momento el desarrollo de las sociedades capitalistas de Occidente había ganado en complejidad y en nuevas relaciones desde la superestructura con el conjunto de la población: nuevos hilos de acción y presión sobre la conciencia para mantener su poder. El problema es que la pretendida solución a esa complejidad, estaba signada en Gramsci por cierto escepticismo, unilateralidades y de nuevo con una incomprensión de las opiniones de Trotski, a quien le endilga ser un generalizador del avance permanente. Cuando en verdad Trotski acompañó a Lenin en la lucha política contra visiones ultraizquierdistas, en particular en Italia a inicios de los años 20. Además, Trotski frente al avance del fascismo proponía la táctica del Frente Único y escribió:

Los reformistas temen al potente espíritu revolucionario de las masas; su arena más preciada es la tribuna parlamentaria; las oficinas de los sindicatos, las cortes de justicia, las antesalas de los ministerios. Por el contrario, lo que a nosotros nos interesa, aparte de toda otra consideración, es arrancar a los reformistas de su paraíso y ponerlos al lado nuestro ante las masas. Usando una táctica correcta, solo podemos ganar. El comunista que duda o teme esto, parece aquel nadador que aprobó las tesis sobre el mejor modo de nadar, pero que no quiere arriesgarse a zambullirse” (10).

Para Gramsci la conclusión de su caracterización y su prioritaria guerra de posiciones es la necesidad de “Una inaudita concentración de hegemonía”.  Y unifica los conceptos al afirmar: “la guerra de posiciones, en política, es el concepto de hegemonía, que solo puede nacer después del advenimiento de ciertas premisas, a saber las grandes organizaciones populares de tipo moderno”(11).

Pero el mundo después de Gramsci no fue ni lineal ni esquemático como sus previsiones. Hubo la necesidad de ganar peso en franjas de la sociedad, de acumular fuerza, de preparación previa para siguientes momentos de auge: no era eso lo incorrecto en Gramsci. Lo equivocado fue eliminar la necesidad de prepararse y pelear para una ofensiva (guerra de movimiento) cuando en la posguerra que él no vivió hubo repetidas ocasiones donde estuvo planteado disputar y pelear por el poder político para la clase obrera y el pueblo. Si en medio de procesos revolucionarios variados no se consiguió hacerlo fue por el rol nefasto de aparatos y direcciones opuestas a la revolución y por ausencia de direcciones revolucionarias con peso en franjas de masas. La teoría de Gramsci, al ver en perspectiva centralmente una situación defensiva relacionada a guerra de posiciones, no preparaba correctamente para las tareas políticas planteadas. 

b.- Hegemonía, bloque histórico y utilización reformista

Gramsci dedicó gran parte de sus conclusiones a explicar que, en la situación objetiva que él veía, había que buscar una nueva hegemonía y un bloque histórico que la sustente. En su explicación del tema se ve un desarrollo general, sin definiciones precisas de clase sobre quién hegemoniza y a quienes. Al hacerlo así, más allá de sus intenciones, abrió la puerta a la utilización de sus categorías por parte de diferentes proyectos reformistas en las últimas décadas del siglo XX e inicios del XXI. Es evidente que buscar hegemonía desde la clase trabajadora es muy necesario para una estrategia socialista, hoy en pleno siglo XXI esa necesidad está vigente en un nuevo contexto. Gramsci fue un militante e intelectual culto y honesto que intentó avanzar en definiciones teórico-políticas y que explícitamente no escribió a favor de un proyecto reformista. Sólo que al definir en general sobre hegemoníaexpresó una ambigüedad confusa, permitiendo todo tipo de interpretaciones posteriores.

Eso explica que uno de los primeros estudiosos de Gramsci en Argentina, Juan Carlos Portantiero, escribiera lo siguiente:

Gramsci, en efecto, va a percibir con claridad que la problemática del frente único implica mucho más que un mezquino ajuste de cuentas con los partidos de la Segunda Internacional: en el fondo, la clave del frente único remite a la necesidad de construcción de la unidad política de las clases populares, cualquiera fuese su encuadramiento partidario, a través de la creación de organizaciones de masas capaces de superar las divisiones ideológicas” (12).

De su estudio gramsciano recoge como propuesta la unidad política que supere divisiones ideológicas, algo diferente a la estrategia socialista donde el frente único era indispensable para la lucha antifascismo, sobre la base de la independencia política del reformismo.

Problemas similares tienen sus conceptos de bloque histórico y voluntad colectiva nacional-popular. La forma general y poco precisa de expresarlos, en ocasiones remitiendo al desarrollo de la sociedad italiana y su proceso de unidad nacional entre regiones y clases, no fue de ayuda. Él decía:

“…la dirección política de ciertas fuerzas que es necesario absorber para realizar un bloque histórico económico-político nuevo, sin contradicciones internas, y como dos fuerzas «semejantes» no pueden fundirse en un organismo nuevo sino a través de una serie de compromisos o por la fuerza de las armas, poniéndolas en un plano de alianza o subordinando la una a la otra mediante la coerción, la cuestión consiste en saber si se tiene esa fuerza coactiva y si es «productivo» emplearla. Si la unión de dos fuerzas es necesaria para vencer a una tercera, el recurso a las armas (si es que de verdad se tiene esa posibilidad) es pura hipótesis metódica, y la única posibilidad concreta es el compromiso, porque la fuerza se puede utilizar contra los enemigos, pero no contra una parte de sí mismos que se quiere asimilar rápidamente y de la que se necesita «buena voluntad» y entusiasmo”(13).

Por ese tipo de definiciones, desde los PC´s necesitados de oxigenación teórica tras el desastre del stalinismo, pasando por la intelectualidad posmarxista de fines de siglo XX y por diferentes variantes reformistas de este siglo XXI, todos encontraron en escritos de Gramsci un salvoconducto teórico que sustentara sus estrategias. Por tomar dos ejemplos, vemos a García Linera, intelectual ex vicepresidente de Bolivia que no tiene una estrategia socialista y revolucionaria, nos dice:

En eso va a radicar la hegemonía, ahí nos ayuda Gramsci, de convertirla decisión de pocos en una decisión de muchos. Eso es lo que Gramsci llamaba la capacidad de dirección de un bloque social sobre el resto: una clase domina no porque aplasta a otra y la margina: una clase domina porque es capaz de tomar decisiones ella, que satisfacen parcialmente las necesidades de otras clases que no son ella misma. Es decir: es dirección, no es solamenteimposición”(14).

Recordemos que ese modelo teórico en Bolivia conllevó a negociaciones permanentes con la burguesía y a búsquedas de consensos sin imponer. Y terminó mal.

Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en su famoso librotambién definieron:

Lo que hay en Gramsci de radicalmente nuevo es una ampliación, mayor que en cualquier otro teórico de su tiempo, del terreno atribuido a la recomposición política y a la hegemonía, a la vez que una teorización de la naturaleza del vínculo hegemónico que va claramente más allá de la categoría leninista de «alianza de clases»…Ni los sujetos políticos son para Gramsci «clases» —en el sentido estricto del término—, sino «voluntades colectivas» complejas; ni los elementos ideológicos articulados por la clase hegemónica tienen una pertenencia de clase necesaria”(15).

Los teóricos posmarxistas cierran esa idea central de su libro citando a Gramsci:

“…la voluntad colectiva resulta de la articulación político–ideológica de fuerzas históricas dispersas y fragmentadas. «[…] De esto podemos deducir la importancia del “aspecto cultural”, incluso en la actividad (colectiva) práctica. Un acto histórico sólo puede ser llevado a cabo por el “hombre colectivo”, y esto presupone el logro de una unidad “cultural–social” a través de la cual una multiplicidad de voluntades dispersas, con objetivos heterogéneos, son soldadas en torno a un único objetivo sobre la base de una común e igual concepción del mundo…”

Más allá de valoraciones subjetivas sobre qué pensaba o quiso expresar Gramsci, habilitó con sus escritos este tipo de planteos disímiles con una verdadera estrategia socialista. Su moderno Príncipe, el partido político, deambulaba entre complejos y ambivalentes conceptos.

c.- Interpretaciones equivocadas de un sector trotskista

Partiendo de esas generalidades, ambigüedades y de otras definiciones, se tomaron otras corrientes para un objetivo diferente: tratar de equiparar varias de las posiciones de Gramsci a las de Trotski. El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) es quien más equivocadamente utiliza ese recurso, forzando los escritos de Gramsci y dándole interpretaciones propias de escaso sustento, para que ingresen como contrapunto bien combinado con algunas concepciones trotskistas. Haciendo propia la idea equivocada que la concepción de hegemonía en Gramsci era su forma actual de la revolución permanente ,cuando la realidad inobjetable es que Gramsci cuestionó esa teoría completamente y su concepción de hegemonía partía de criterios diferentes.

Este sector del trotskismo además se ve reflejado en la definición de “revolución pasiva” de Gramsci, tomada del historiador Vicenzo Cuoco. La misma se refiere en su análisis a cambios producidos-restaurados desde arriba, asumiendo cambios como forma de conservar y sin revoluciones que decidan desde abajo. Opinan que esa definición de Gramsci se aplicó en la posguerra:“(…) creemos que, despojado de todo gradualismo a destiempo de las posibilidades de renovación del capitalismo que hay en Gramsci, es muy productivo el concepto de “revolución pasiva” para explicar la segunda posguerra”(17).También Juan Dal Maso aporta a esa equivocación y confusión, al definir: “En el pensamiento de Gramsci, la revolución permanente es el par conceptual contradictorio de revolución pasiva, es decir de la revolución-restauración”(17).

Como ya vimos en relación a guerra de movimiento y guerra de posiciones, la posguerra tuvo todo tipo de eventos, incluido cambios desde arriba que el capitalismo imperialista llevó adelante en el marco de acuerdos con el stalinismo. Pero desde la posguerra y hasta la actualidad no hubo solo eso, ni menos un proceso pasivo: fueron décadas de crisis, guerras, revoluciones y rebeliones. Por lo cual es equivocado emparentarlas a ese concepto limitado y cuestionable.

Agregando un marcado escepticismo sobre la actualidad, Juan Dal Masso profundiza esas equivocaciones y dice: “la dificultad para pensar la “forma actual” de la revolución permanente reside, sencilla y burdamente, en la ausencia de revoluciones…La combinación entre formulación típica, posteriores especificaciones/ampliaciones, forma actual y formas elementales, podría acercarnos a una mirada más flexible que nos permita hacer operativa la teoría en la actualidad, aunque hasta el momento estemos lejos de su dinámica típica o virtuosa”(18).Así manifiesta un análisis por detrás de lo que acontece en realidad, y cuestiona de hecho la actualidad de la revolución permanente.

Las equivocaciones del PTS no logran acercar a Gramsci con Trotski. Y sí lo acercan a definiciones equivocadas de Gramsci a la vez que lo alejan de puntos esenciales del trotskismo. Profundizaremos sobre esto en otros materiales. Aquí solo damos un ejemplo práctico: la negativa de compañeros del PTS a intentar que el Frente de Izquierda se transforme en algo cualitativamente superior, que organice a miles de militantes, actúe en común en la lucha de clases y se posicione hacia una real disputa del poder político, se debe a que no cree que haya condiciones para ese objetivo estratégico. Se ubica en forma conservadora asimilando la guerra de posiciones gramsciana, a la cual, para peor, la combina con su política de fuerte impronta electoral. Importante error, cuando la realidad necesita una estrategia ajena al parlamentarismo, con centro en la lucha de clases, en la disputa por la dirección y en la estrategia de disputa por el poder, para la cual nadie se prepara si se detiene en los límites defensivos de la guerra de posiciones.

4.- Conclusiones finales

Hemos intentado precisar a través de diferentes etapas los márgenes de acuerdos y diferencias entre Trotski y Gramsci. El tema por supuesto da para abordarlo desde otros enfoques y temáticas, que por razones de espacio exceden este escrito. En resumen, ante la pregunta concreta de si los aportes teóricos y políticos de Gramsci son esencialmente correctos o equivocados, creemos que en esencia, por sus dos últimas etapas, priman lo equivocado o ambiguo, y por ende los desacuerdos con la visión y teoría trotskista-leninista. Y aunque dialécticamente sus escritos contienen elementos correctos y aportes positivos, un análisis general sobre un trabajo teórico determinado, se define por su integralidad y sus consecuencias políticas y no por fragmentos específicos.

Tomamos en cuenta el contexto represivo y de censura de sus años en la cárcel, que condicionaron en más de una ocasión qué escribir o qué palabras utilizar, no perdemos de vista las consecuencias prácticas de ese entorno hostil. Aun así, como marxistas, tenemos que analizar lo escrito y masivamente difundido y utilizado hasta la actualidad. Sobre eso tenemos una visión crítica, más allá de las condiciones de origen y de ser un militante socialista quien las escribió. La estructura teórica gramsciana en su esencia no se ha demostrado correcta y sí muchas veces se demostró útil a la utilización de proyectos no revolucionarios. Negarlo es negar la realidad.

En este siglo XXI con crisis capitalista, polarización y disputas inter imperialistas, necesitamos más que nunca de un análisis marxista y de clase. Buscar ganar el apoyo de las mayorías populares desde una hegemonía de la clase trabajadora, definida y programáticamente anticapitalista y socialista. Bajo una estrategia internacionalista y de revolución permanente.


Notas – Bibliografía

  • Disciplina y libertad, 1917, Antonio Gramsci
  • Utopía, 1918, A.G
  • Informe enviado por A.G. al Comité Ejecutivo de la II Internacional
  • Por una renovación del Partido Socialista.1920, A.G.
  • Carta al Comité Central del Partido Comunista bolchevique de la Unión Soviética, 1926
  • C. I.; M., 114-115, Cuadernos 31.33
  • Abril- mayo de 1932, Cuadernos
  • C. VII; M., 67-68, Cuadernos 29.32.
  • C. VIII; P. P. 71, Cuadernos 29.32
  • Las tácticas del Frente Único, marzo de 1922
  • Febrero del 1932Cuadernos 8 &52
  • Los usos de Gramsci, Juan Carlos Portantiero.
  • C. XXX; M. Cuadernos 29.37
  • Del Estado aparente al Estado integral, García Linera.
  • Hegemonía y estrategia socialista, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
  • Trotsky y Gramsci – Convergencias y divergencias, Emilio Albamonte y Manolo Romano.
  • El marxismo de Gramsci, Juan Dal Maso
  • Revolución permanente: forma actual, formas elementales y formulación ampliada, Juan Dal Maso.