Las crudas imágenes que muestran cuando agentes de civil de Scotland Yard sacan a las rastras de la embajada de Ecuador en Londres al periodista Julián Assange con el objetivo de extraditarlo a EEUU, nos muestran hasta donde la democracia imperial está dispuesta avanzar, para llevarse por delante a aquellos que osen cuestionar su poder, cimentado en oscuros secretos y matanzas. En este caso tuvo la colaboración del entreguista gobierno de Lenin Moreno. Los socialistas revolucionarios sumamos nuestras voces a los que exigen su inmediata libertad.
Hacía ya casi siete años que Assange estaba refugiado en la embajada ecuatoriana escapando de la «justicia» yanqui, que no le perdonaba el haber publicado en WikiLeaks miles de documentos secretos del gobierno, producto de su colaboración con el analista de inteligencia en Irak del ejército norteamericano, Chelsea Manning, quién facilitó 700.000 documentos reservados. Entre ellos, videos que muestran las masacres de las tropas yanquis contra civiles en la invasión a Irak, la revelación de las atrocidades realizadas en ese país y en Afganistán, y la oscura y tremenda diplomacia secreta contra los pueblos develada en miles de cables entre el Departamento de Estado y las embajadas yanquis en todo el mundo, que se dieron a luz en WikiLeaks.
Manning pagó caro su osadía de dar a conocer los secretos de las atrocidades del amo del norte. Primero fue a la cárcel condenado a 35 años, donde fue torturado, según lo constata la relatora especial de la ONU sobre la tortura, Agnes Callamard. Luego Obama lo indultó. Pero el pasado 8 de marzo fue encarcelado de nuevo por negarse a declarar contra Assange frente al gran jurado. Paga con prisión la defensa de sus principios, lo que lo ha convertido en un símbolo entre los jóvenes norteamericanos.
La aparición de Assange y WikiLeaks dio un gran impulso al periodismo independiente de investigación en el mundo. Casos como el del ex agente de la CIA Edward Snowden, actualmente refugiado en Rusia, que reveló cómo la Agencia de Seguridad norteamericana utiliza redes como Google para meterse en la vida privada de la gente, o la investigación sobre los Panamá Papers, entre otras, son estocadas a la impunidad que el sistema capitalista imperialista no puede soportar.
Por eso Trump, que durante la campaña electoral que lo llevó a la presidencia, coqueteaba oportunista-mente con aquel que había develado los secretos militares, matanzas y otros entuertos que los Clinton habían encubierto, ahora en el gobierno auspicia el reclamo de su «Justicia», que siguiendo los mandatos del complejo militar industrial y del corazón del establishment yanqui reclama la extradición, juicio con sentencia ya dictada y prisión del periodista. Assange tiene el raro privilegio de tener tanto a la dirigencia republicana como demócrata en su contra.
Quieren amordazar al periodismo independiente
La campaña imperial para lograr un escarmiento ejemplificador no escatima recursos. Todo indica que el presidente Moreno negoció la entrega de Assange en una reciente visita del vice yanqui Mike Pence a cambio de que se le facilite un crédito del FMI de 4.000 millones de dólares. La extradición de Assange a EEUU es casi una pena de muerte asegurada si la movilización mundial no logra arrebatarlo de las garras imperialistas. Callamard señala que la extradición a EEUU de Assange pone en peligro su vida. En el mismo sentido se han pronunciado, entre otros, Amnistía Internacional y la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).
El ataque contra su persona es tan brutal que en el ámbito de las relaciones diplomáticas tiene pocos precedentes. Lo sacaron policías ingleses de un territorio que tiene inmunidad como es la embajada ecuatoriana, lo encierran en un penal de alta seguridad acusado de violar la libertad condicional británica, cuando era solicitado por la justicia sueca por una causa de supuesta violación y acoso. La justicia sueca ha suspendido su reclamo y ahora los yanquis reclaman su extradición.
Hasta la democracia imperial inglesa intenta disimular tanto atropello diciendo que no va a permitir que se lo extradite a un país con torturas y pena de muerte, algo totalmente cínico después de las barbaridades de Guantánamo. Los laboristas para intentar despegarse un poco piden que sea extraditado a Suecia para que respondan por las acusaciones de delitos sexuales que pesan sobre él.
La ofensiva contra las libertades civiles, que esta persecución contra el creador de WikiLeaks representa, ha generado una importante el reacción de intelectuales, personalidades y de aquellos que defienden los más elementales derechos democráticos, exigiendo su libertad. Una a una se van cayendo las excusas y argumentos imperiales. Desde las tonterías de que Assange habría vulnerado el código de convivencia por usar una patineta en su reclusión en una pequeña pieza con su gato, a otras de corte escatológico. Lo cierto es que los días de Assange estaban contados en la embajada, después de que el gobierno ecuatoriano acusara a WikiLeaks de revelar datos que vinculan a Lenin Moreno con cuentas bancarias en Panamá y propiedades en el exterior.
Las acusaciones yanquis pretenden hacer pasar a un periodista de investigación como un hacker al servicio de Rusia, acusándolo de violar secretos que afectan a su seguridad nacional. Una «seguridad» responsable de la «inseguridad» del resto de los pueblos, sobre los que la democracia imperial, descarga su terror, sea en la forma de brutales planes de ajuste y explotación, o de bombas de última generación si es necesario.
Pese al grave ataque a la libertad de prensa, notas en el Washington Post o el New York Times justifican la extradición. La CNN divide sus comentarios entre los que están en contra (la mayoría) y los que están a favor de Assange. Si la acusación de conspirador fructifica puede ser usada contra cualquier periodista de investigación que dé a conocer secretos estatales «non santos», como ya ocurrió en la historia estadounidense con el famoso caso Watergate o, más recientemente, con Obama en el 2013, cuando el periodista de Fox News, James Rosen, fue acusado de conspirador por alentar a funcionarios para que revelen secretos clasificados.
Movilizarse exigiendo la libertad
La detención de Assange, independientemente del juicio que podamos tener sobre sus posiciones políticas o actitudes personales, es un ataque del imperio contra los derechos democráticos de los pueblos. Es necesario que la campaña mundial por su liberación, a la que hay que sumar la de Manning y la del experto en privacidad digital y código abierto, Ola Bini, recientemente apresado en Ecuador bajo el cargo de conspiración, se haga muy fuerte y obligue a los amos del imperio y sus cómplices menores a retroceder.
En este sentido el martes 16/04 miles de ecuatorianos se manifestaron en Quito reclamando contra el acuerdo firmado con el FMI y repudiando el retiro del asilo a Julián Assange.
Gustavo Giménez