Por Pedro Franco Cifuentes
La tormenta que se desató con el Consejo de ministros del pasado martes 4 de febrero, transmitido en vivo y en directo por la televisión, con todos los episodios que son de conocimiento público, no termina. Luego de la renuncia inmediata e irrevocable del director del DAPRE, Jorge Rojas, quien se había posesionado hacía solo seis días, vino la del ministro de Cultura, también irrevocable. El domingo 9 se precipitaron las renuncias de las ministras de Ambiente y Trabajo, con similar carácter. Ante ello, Petro tuvo que lanzarse a una reestructuración completa del gabinete, pidiendo la renuncia protocolaria a sus más altos funcionarios.
Cómo continuará esta crisis está por verse. Pero la tormenta del Consejo de ministros ha opacado la del domingo 26 de enero por la negativa del gobierno a dejar aterrizar a dos aviones con deportados enviados por los Estados Unidos; superada luego de aceptar todas las condiciones de Trump. A su vez, la del 26 había opacado, en mucho, la tragedia de miles de habitantes del Catatumbo que tuvieron que huir ante la ofensiva militar del ELN contra las disidencias de las FARC; la cual marca el fracaso total de la paz total.
Por las características del actual gobierno, por el conjunto de condiciones económicas, sociales y políticas del país, por la significativa variación que se ha dado en el gobierno de Estados Unidos luego de la posesión de Trump, por el momento más general de la situación mundial, porque ya está en curso la campaña electoral para la sucesión de Petro, lo más probable es que el año y medio que falta del gobierno transcurra en medio de ventiscas, vientos huracanados, huracanes o ciclones de distinta magnitud. Y que, contrariando el dicho popular, después de cada tempestad no vendrá la calma. O será muy breve.
La última tormenta, que no será la última
Un análisis superficial solo verá en la gazapera del Consejo de ministros un show político, montado quizás por el presidente; quien es dado a la política espectáculo debido a su formación en la guerrilla del M-19 cuyas acciones tuvieron esa característica esencial. Habríamos asistido a un espectáculo de mago de circo en el cual la totalidad de los incumplimientos del gobierno (74.8%, según el mismo presidente) son completa responsabilidad de un grupo de ministros que él eligió y debe dirigir. A él, a un presidente “revolucionario” –como se declara, para luego afirmar que no es de izquierda y nada tiene que ver con la izquierda– no le cabría ninguna responsabilidad.
Otros podrán ver en ese Consejo y en la crisis que desató una genial maniobra de quien, según el mismo Petro, fue decisivo para el triunfo electoral: Armando Benedetti. Benedetti fue alejado de la cúpula de palacio desde el inicio –por los líos judiciales que enfrentaba y aún enfrenta, ahora llamado a juicio por la Corte Suprema de Justicia–. Cayó en desgracia en la primera gran crisis del gobierno, la crisis de las maletas de dinero de Laura Sarabia, la investigación a su empleada doméstica Marelbys Meza y las posteriores declaraciones de Benedetti afirmando que si hablaba todos se iban a la cárcel. Benedetti soportó el destierro en Caracas, el breve período “desempleado” y el posterior ostracismo en la placentera embajada en la FAO, en Roma, revivida para él.
Benedetti, al faltar ya solo un año y medio de gobierno, habría regresado a cobrar lo mucho que le deben y a exigir más pues si no se lo pagan con creces abrirá la boca y dirá en voz alta, y con bastantes vulgaridades, verdades que, como afirma el anciano excanciller Álvaro Leyva Durán, son vox populi. De ser así, Benedetti necesitaba precipitar la crisis para presionar la salida (o pérdida de capacidad) de los ministros que se oponen a él y a la ahora Canciller Laura Sarabia. Las verdades que ocultan Benedetti, Petro y Sarabia (el trío infernal, como podría ser denominado en una novela sobre el poder detrás de bambalinas) los obligarían a estar abrazados hasta la muerte, si es necesario.
Los más ingenuos, o quienes quieren tapar el sol con un dedo justificando hasta el absurdo lo injustificable, verán en el Consejo de ministros un acto de transparencia gubernamental genial y heroico, al cual ningún gobierno anterior se había atrevido. Sin embargo, hasta ahora, nadie afirma –ni el mismo Petro– que la cosa salió bien. Fue una tremenda tormenta, de la cual persisten fuertes coletazos; la última tormenta del actual gobierno, que no será la última.
Solo un florero de Llorente
Sin embargo, yendo más a fondo, la presencia de Benedetti al lado de Petro en el Consejo de ministros fue solo un florero de Llorente. Permitió a miles de “espectadores” vislumbrar en directo –y luego por trozos de vídeo, frases y análisis, algunos bastante sesgados, a todo el país– las características esenciales del actual gobierno. Esas características son las que originan las crisis pasadas y las viviremos en el año y medio que resta.
Analizar esas características permite ubicarse ante ellas y proponer opciones verdaderamente revolucionarias para los millones que, repletos de ilusiones, con esperanzas de cambio y renovación de los procesos sociales, económicos y políticos del país, respaldaron con su voto al Pacto Histórico y elevaron a Gustavo Petro a la presidencia. Una parte significativa de esos millones quedó atónita o pasmada, desconcertada, desilusionada, desmoralizada, luego del Consejo de ministros.
¿Qué expresó el triunfo de Petro?
Uno de los factores decisivos para que Petro ganase la presidencia fue el estallido social; ese alzamiento masivo de protesta, rebeldía, angustia o desesperación que se dio contra el gobierno de Iván Duque. Ese estallido profundizó la división de la burguesía, la acorraló políticamente, “quemó” a todos sus posibles candidatos. Petro, al lado de Francia Márquez, aparecieron ante millones como la opción de cambio y renovación y, repletos de ilusiones y esperanzas, depositaron su voto por ellos.
Esos millones de obreros, trabajadores, campesinos pobres, indígenas y afrodescendientes –unidos en la votación con importantes franjas de la llamada clase media de las grandes y medianas ciudades– derrotaron en la segunda vuelta al payaso en torno al cual se unificó la enorme mayoría de las fuerzas de la burguesía y terratenientes, Rodolfo Hernández. Algunas fracciones de la burguesía (el santismo, el samperismo) unieron fuerzas con Petro por considerarlo el mejor para contener o desviar al proceso de lucha y movilización que se había expresado en el estallido social, el cual podía volver a explotar en cualquier momento.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que si bien Petro capitalizó el descontento social su campaña no generó un arrollador fenómeno político de masas. En la segunda vuelta presidencial hubo una abstención del 42% y Petro triunfó solo con el 50,44% frente al 47,31% de su contendor. Eso significa que millones de pobres, desempleados, habitantes de sectores populares muy pobres de la ciudad y el campo no respaldaron políticamente a Petro; aun cuando habían sido, sin duda, una fuerza importante del estallido social.
¿Cuál es la esencia del gobierno Petro?
El gobierno de Petro tiene una contradicción que determina sus crisis, que atraviesa todas sus acciones, que frena, empantana o recorta hasta las tímidas más reformas con las que intenta poner paños de agua tibia al hambre, miseria, falta de servicios públicos, de salud y educación de millones. Esa contradicción le impide adoptar medidas revolucionarias que generen un fervor de masas a su favor. Petro dice a menudo –y en eso no le falta razón– que la causa de todos los problemas de la humanidad es el capitalismo. Pero a renglón seguido afirma que él quiere desarrollar una forma de capitalismo, un capitalismo humano; en el cual todos podrían ser felices y con el cual se comenzarán a solucionar todos los problemas.
Esa concepción de Petro, que domina su gobierno, está en la médula de todos los partidos que conforman el Pacto Histórico. Son partidos que expresan, con diversidad de matices, a sectores de la pequeña burguesía y que, por tanto, por su esencia de clase, no levantan –y nunca levantarán consecuentemente– una alternativa revolucionaria por la destrucción del sistema capitalista.
Los partidos del Pacto Histórico son partidos que desde décadas atrás o en años recientes se han integrado al régimen político, viven y parasitan de las instituciones de ese régimen y de algunos de sus gobiernos, dependen de que este régimen se mantenga. Son partidos que colocan la influencia que tienen en sectores obreros, del campesinado pobre y populares al servicio de sus intereses; en lo fundamental de obtener respaldo electoral. Si bien esos partidos controlan la mayoría de las direcciones del movimiento de masas hay que tener presente que los niveles de organización (así sea solo sindical) de la clase obrera es bajísimo y eso hace que no tengan la fuerza necesaria para obligar siquiera a algunas reformas radicales.
La pequeña burguesía no puede levantar una estrategia programática sólida para enfrentar a la burguesía y derrotar al sistema capitalista, luchando por una nueva forma de sociedad que sólo puede ser socialista. La pequeña burguesía ruega, suplica, anhela y pide desesperadamente a la burguesía que sea generosa, que pague salarios justos, que “distribuya” algo de su riqueza. La pequeña burguesía se doblega y arrodilla ante las exigencias del imperialismo; por eso a lo más que llega es a convertirse en socia o sirviente de la burguesía imperialista “democrática”, como sucedió con el gobierno Petro respecto al gobierno de Biden. En ocasiones algunos sectores políticos que expresan los intereses políticos de la pequeña burguesía incluso llegan a alzarse en armas para luchar contra un régimen político especialmente reaccionario, como fue el caso del M-19 en Colombia. Pero nunca tendrán una sólida estrategia de revolución social. La enorme mayoría de las veces terminan capitulando e integrándose a los regímenes burgueses capitalistas.
Las características de clase del gobierno de Petro son las que determinan que no pueda realizar ninguna transformación profunda o radical de las condiciones económicas y sociales del país. Prueba irrefutable de ello son la actual crisis de la salud –ahora controlada directamente por el gobierno, en su gran mayoría– o los reducidos alcances de la reforma agraria, donde se ha limitado a comprar algunas decenas de miles de hectáreas a precios comerciales a los grandes terratenientes que en décadas anteriores se habían apropiado de manera violenta de ellas.
No se puede negar que las características personales de un presidente afectan el ritmo de su gobierno. La divagación constante en trinos inconexos y muchas veces incoherentes sobre lo divino y lo humano, sobre la prehistoria y la historia del país y del mundo, sobre las guerras de independencia del continente han llegado a sembrar dudas sobre el estado mental de Petro. Sin embargo, nos negamos a considerar este como el factor decisivo de su deriva política, de la falta de ejecución del gobierno, de sus acciones erráticas. Por encima de los individuos siempre están los intereses de las clases y Petro es la condensación suma de las características de una pequeña burguesía timorata y cobarde ante la burguesía y el imperialismo.
Tomar otro camino
Por supuesto compartimos la indignación que genera la presencia de Armando Benedetti en el gabinete. Pero no se trata solo de la presencia del personaje, sino de lo que él significa y de cuál es la concepción política que inspira al gobierno Petro y a todas las corrientes políticas que lo respaldan. Todos los ministros que cuestionan la presencia de Benedetti están de acuerdo con esa concepción y programa para gobernar en común con la burguesía. Lo que desearían es que ese gobierno se haga con personajes que generen menos asco.
El camino no es luchar porque “salgan los ministros burgueses” del gabinete, como proclaman algunos. Sin “ministros burgueses” las políticas y programas del gobierno seguirán igual: aplicando paños de agua tibia a las llagas generadas por el capitalismo.
El camino es luchar por construir una nueva alternativa política para orientar las luchas de obreros, campesinos, indígenas y sectores populares; con plena y total independencia de este gobierno y de los partidos que lo sustentan. A andar ese camino llamamos a las decenas y miles de luchadores honestos, que confiaron –y algunos aún confían o tienen esperanzas– en el gobierno de Petro. Es necesario, desde una verdadera izquierda, que no es la que está agrupada en las cúpulas de los partidos del Pacto Histórico, avanzar en la titánica lucha por derrotar a las direcciones políticas reformistas, pequeño-burguesas y burguesas que actualmente controlan y dirigen al movimiento de masas. Al servicio de esa tarea están las fuerzas de la Unidad Obrera y Socialista – ¡UNÍOS!, levantando en alto las banderas de lucha nacional e internacional por una revolución socialista.
Originalmente publicado en El Trabajador Socialista