Uruguay: las FF.AA. y un debate que se tiene que dar

El Parlamento está considerando la reforma de la caja militar, que tiene media sanción. El senado la aprobó sólo con los votos del Frente Amplio. Se hace una pequeña quita de sus privilegios, pero en esencia se los mantiene. Al mismo tiempo se prepara una nueva «ley orgánica» militar. También se prepara una reforma regresiva de todas las jubilaciones en general, alargando la edad de retiro. La diferencia que se hace con los militares es escandalosa, y recuerda las “categorías A, B y C” de la dictadura.

No es menor que el tema haya dado pie a una eclosión mediática del militarismo pretendiendo hacer del jefe del ejército un «mártir» defensor de los «pobres soldados».

El tratamiento propuesto para la caja militar es el más «benevolente» de los de las cajas paralelas reformadas, y además se han demorado acá veinte años.

Los militares, que hoy al jubilarse siguen cobrando el 100% de su sueldo pasarían a cobrar el 85%, y sería de cualquier manera casi el doble de lo que es para un trabajador común y corriente. Y no se ve que para la reforma general de la jubilación se quiera aplicar un «gradualismo» como con los militares, que retrasa los efectos de los cambios en 15 años, mientras tanto el déficit de la caja militar se mantiene. Un déficit de 500 o 600 millones de dólares anuales.

En las jubilaciones de los trabajadores, la verdadera causa del desequilibrio social entre activos y pasivos es la falta de puestos de trabajo, y la disminución de la remuneración, calidad y estabilidad del trabajo. Y esto se debe a la necesidad capitalista de compensar, por medio de la súper explotación del trabajo, la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia. Si los trabajadores ganasen más y tuviesen mayor estabilidad (posible hoy por el aumento de la productividad del trabajo), aportarían más para mejores jubilaciones. La reforma regresiva es para mantener la mayor explotación del trabajo. El peso muerto no son los ex trabajadores sino los explotadores, que cada vez concentran una parte mayor de la riqueza.

Las jubilaciones de los militares son un problema totalmente diferente porque tanto los activos como los pasivos son siempre un peso muerto para el Estado. Los militares son improductivos y por lo tanto siempre deficitarios. El sueldo del trabajador público sale también del Estado, pero su trabajo CREA la riqueza del Estado. Lo mismo cuando se presta un servicio necesario (como la recolección de residuos) que el Estado provee. Los soldados salieron a recoger la basura en una huelga de municipales. Pero no se recurrió a otros trabajadores porque tienen (a diferencia de los soldados) verdaderas cosas que hacer que no pueden abandonar, y no gastan su tiempo inútilmente.

Que el soldado se jubile aún joven (un criterio pensado para ejércitos destinados a pelear guerras reales, no como el nuestro) agrava mucho más el problema, entre los trabajadores hay dos años de actividad por uno de pasividad, entre los militares uno de actividad por dos de pasividad.

Y si hoy se propone diferir en algo la edad de jubilación de los militares y no llenar las vacantes que se van produciendo, es porque nadie piensa seriamente en que esos soldados tengan alguna vez que ir a ninguna guerra, serían totalmente inútiles como fuerza de combate. Los propios jefes militares se lo dijeron abiertamente a Tabaré Vázquez cuando él propuso una guerra con Argentina. Si es impensable que para Uruguay pueda plantearse alguna vez una guerra semejante, más desfachatado es, para los militares, reconocer que para eso no sirven y aun así querer conservar sus privilegios por la “especificidad” de su función.

La especificidad de los militares, de estos militares, es que son incapaces de cumplir con la especificidad de los militares.

Pero lo que la vaca gorda bancaba, la vaca flaca ya no aguanta. La parodia de un ejército para defender el territorio nacional en guerras que nunca ocurrían y que de ocurrir de nada serviría, se ha mantenido más de un siglo. Ahora, con los problemas crecientes de nuestra economía, es insostenible. Y el impulso de reforma no ha venido de sectores del ala izquierda del partido de gobierno sino por el contrario del Ministerio de Economía, no por motivación ideológica sino pragmática. Porque en estas condiciones de achique económico, es un lujo de la miseria.

Revanchismo, radicalismo, motivación ideológica y sesgada, dice la oposición. ¿Y qué “orden instituido” están defendiendo acá?

Si estas fuerzas armadas no son capaces de enfrentar a ninguna otra fuerza de algún país del mundo, ¿para qué están, y por qué es tan importante mantener sus privilegios?

Al espiar, por ejemplo, continuadamente las actividades de la sociedad civil, y en forma encubierta, demuestran que es la sociedad civil su enemigo, las fuerzas de defensa del Estado uruguayo son para defenderse de la sociedad uruguaya.

Estas fuerzas hipertrofiadas no son simplemente una herencia de la dictadura, porque la dictadura militar vino como producto orgánico de las propias fuerzas armadas. Su contenido fue producto del programa burgués para esa coyuntura, pero su forma fue producto de la corporación militar misma. Su condición hipertrofiada es previa y estructural.

Para darles algo que hacer y que se ganen el sueldo, porque ya que es demasiado evidente que no sirven para la guerra, se propone (entre otras cosas) ponerlas directamente en la represión interna, no solamente como disuasión pasiva y recurso de última instancia. Así, también se refuerza la filosofía punitiva como método de combate del delito, como se hace reiteradamente no para combatir el delito sino para impulsar mecanismos de control social desde el poder y para alentar y utilizar la guerra entre pobres. Un sinceramiento tan completo es políticamente peligroso.

Por ejemplo, decir qué los militares que hayan cumplido servicios en la «misiones de paz» en el exterior estarían preparados para esa función interna porque lo han hecho en otros lados, es un sinceramiento peligroso. Invadir otros países es aprender a invadir el propio, a la vista tenemos el ejemplo de Brasil. El retorno de la derecha descarnada en el continente viene acompañado de una nueva ola de militarismo.

Las «fuerzas de paz» nunca cumplen funciones de combatir el delito, a no ser el «delito» político de resistencia, como fuerza de represión abierta contra la protesta. Tal fue el caso de la MINUSTAH en Haití, donde la participación uruguaya no fue muy «honrosa».

Lo mismo ocurre con otras propuestas de encontrarles una función que las justifique.

La izquierda tiene hoy un deber insoslayable, político, ideológico y cultural. Hay una rica tradición antimilitarista en nuestra historia, con propuestas de eliminación de las FFAA, por parte de, en tres momentos diferentes, Emilio Frugoni, Julio César Grauert, y Carlos Quijano. Una propuesta además sustentada en otro tiempo por un amplio espectro político, académico y social, Carlos Real de Azúa, Miguel Soler Roca, etc. Incluso entre los militares, no de una forma tan radical (Pedro Montañez, Víctor Licandro, etc.).

Pero esta tradición no está presente hoy en las fuerzas políticas. La actitud el Frente Amplio en este caso ha sido vergonzosa, una solución que no soluciona nada, y al mismo tiempo pone en evidencia sus contradicciones internas. Esto es producto de su adaptación al ejercicio del poder en el marco capitalista, cohabitando con el garante armado de ese sistema social.

La actitud de Unidad Popular, hasta ahora, no ha sido mejor, sino peor. Hace un año anunciaron su voto contrario al proyecto que hoy se concreta, y luego confirmaron esa actitud al bloquear el impuesto a las jubilaciones militares; ahora anuncian su voto contrario en diputados si no se hacen ciertos cambios.

La actitud de la UP en este punto contradice su planteo de anulación de la ley de impunidad, pues tanto esa ley como el actual sistema de la Caja Militar son una situación privilegiada de poder derivada de la dictadura Sólo consideraciones oportunistas políticas podrían explicar esa contradicción.

Bloquear esta reforma por mínima que sea es ponerse del lado de la corporación militar y sus privilegios. Si el proyecto no se aprueba ahora se postergara todo hasta el próximo gobierno.

A su vez, los argumentos que se aducen son insostenibles, como ser «una reducción de efectivos, sin lesionar las tareas propias de la defensa nacional, que concebimos con un sentido antiimperialista y con participación popular».

Pintar con esos colores a estas fuerzas armadas, además de vergonzoso es ridículo. El ejército brasileño, hoy en plena represión interna contra el pueblo, regala ahora a su colega uruguayo, previa autorización expresa de EEUU, ya concedida, unos tanques que no les sirven para una guerra pero serían útiles a los uruguaya para «seguridad interna». El regalo viene con «manual de instrucciones», como vemos.

Al igual que UP, los sectores del ala izquierda del FA hablan también solamente de reducción, y no de soluciones de fondo. ¿Pero qué sería esa reducción?

En relación a su población Uruguay tiene cuatro o cinco veces más efectivos que los países vecinos. Reducir en esa proporción las fuerzas armadas significa llegar al límite en qué sería mejor suprimirlas del todo. Y si se quiere para llegar a un nivel -teóricamente- efectivo, habría que militarizar todo el país. Reducción con «profesionalización» también se dice. Pero una modernización a la técnica militar actual, implica un costo insostenible, y ni así. Ya el mantenimiento de los viejos equipos actuales es defectuoso, y son un peligro,

En la izquierda extra frentista se mantiene la lucha contra la impunidad, contra las «misiones de paz», y todas las manifestaciones reaccionarias del militarismo. Pero ¿no nos quedaremos en tratar el síntoma e ignorar la enfermedad?

Lo único que corresponde es la eliminación total de las fuerzas armadas. Uruguay no las necesita para nada.

No estamos diciendo dejar a casi 30 mil personas en la calle. Eso es lo que pasa, por cierto, cuando se desmantela cualquier industria en este país, y al Parlamento no se le mueve un pelo. Pero si nosotros no admitimos esa barbaridad en un caso, tampoco estamos proponiendo hacerla en el otro. Decimos: quitarles a los militares su condición de tales, y asimilarlos como civiles en servicios estatales productivos, transfiriendo al mismo tiempo, también, todos los recursos materiales que tengan utilidad para fines civiles.

El Hospital Militar cuenta con una buena estructura de servicios y personal especializado. Se transfiere a ASSE, quedando accesible para todos. Ninguno de los trabajadores que allí cumplen el servicio de salud quedará sin trabajo, ninguno de los usuarios de hoy quedará sin atención. Y así, en todos los casos en que se pueda. Por supuesto, las cosas improductivas cesan, los gastos en armamentos, los sueldos abultados de altos oficiales, los viáticos al exterior para fines secretos, el servicio de espionaje.

Y para tener en cuenta los «derechos adquiridos», derecho de sindicalización de la tropa, que hablen por sí mismos y defiendan sus derechos en la misma dinámica de negociación colectiva que cualquier gremio

Pero también de ida y vuelta, lo que sea al soldado, para todo trabajador. Jubilarse con el 85% del sueldo, todos, y no jubilaciones A, B y C.

Y es hora también de que la izquierda deje la defensa servil del paradigma del estado-nación, que hace en este caso justificar la existencia de un aparato armado que no defienden al Estado de otra cosa que del propio pueblo. Esa justificación es hija de la vieja y caduca idea de que es posible y progresivo un capitalismo de «liberación nacional», democrático, y con un desarrollo capitalista propio. Si hay un país en el mundo en que eso no tiene sentido, es Uruguay.

Convocamos por tanto a todos a una acción conjunta para el rechazo de los privilegios militares exigiendo su eliminación completa.

Y en el camino del desmantelamiento de las fuerzas armadas, buscamos todos los acuerdos totales o parciales que sean posibles.

Este acuerdo de hoy entre dos grupos, para la acción y para la discusión, es una invitación a sumarse a todos los luchadores por la liberación social de nuestro pueblo, en la amplitud y profundidad que cada uno lo entienda. Una discusión que no debe postergar la acción inmediata. Este llamamiento general lo acompañaremos por invitaciones concretas a cada uno de todos ustedes.

Setiembre de 2018
Pro Unir – Rumbo Socialista