Han caído un gobierno y un régimen dictatoriales, pero hay una transición que no se sabe hacia dónde se dirige. Sobre el proceso en curso actúan fuertes presiones imperialistas y fundamentalistas islámicas para redefinir el destino del país. Nos solidarizamos con el pueblo sirio desde una perspectiva socialista.
Por Rubén Tzanoff
Cambio histórico en el poder
El 8 de diciembre de 2024 fue derrocado el gobierno de Bashar al-Asad (Partido Baaz Árabe Socialista). En sólo once días se hizo añicos un régimen opresor de 54 años, un hecho de trascendencia histórica que el pueblo sirio festejó en las calles como una liberación. Tomó el poder una heterogénea milicia de facciones islámicas en equilibrio inestable1 que colocó en el denominado Gobierno de Salvación Nacional de Siria a Ahmed Hussein al-Sharaa, también conocido por su nombre de guerra como Abu Mohammad al-Golani.
Al haberse cumplido un mes del cambio de situación política, el nuevo gobierno se presenta como el conductor de una transición que transcurre por un camino intrincado, con señales contradictorias, confusas y destino indeterminado. La etapa mundial de la lucha de clases reafirma la ocurrencia de guerras, revoluciones y rebeliones populares, cruzadas por el gran problema de la ausencia de un liderazgo revolucionario para que el proceso tome un rumbo socialista.
Fragmentación e inestabilidad política
Después de la caída de Bashar al-Ásad y a finales del año pasado, miles de miembros de la minoría alauita2 protestaron en varios puntos del país a partir de la supuesta agresión a un templo de su fe. En Homs, zona central, hubo varios muertos, se impuso el toque de queda y se realizaron operaciones de “peinado a gran escala” para buscar “criminales de guerra”. También hubo incidentes en las regiones costeras de Tartus y Latakia, corazón alauita en un país de mayoría suní.
El nordeste de Siria está controlado por los kurdos, que en un primer momento han acercado posturas con el nuevo Gobierno islamista, sin que las partes hayan anunciado el arribo a un entendimiento definitivo. La zona ha vuelto a recalentarse porque las milicias pro Ankara han intensificado sus ataques a los kurdos y hay acumulación de tropas del ejército turco en la frontera con Kobane. Existe el peligro que las milicias que reciben el apoyo económico y militar de Turquía se vean tentadas de hacerse con el enclave kurdo y asfixiar la Rojava, ya que Recep Tayyip Erdoğan los considera una base para el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) al que combate con vehemencia. El viejo régimen fue derrotado, pero continúan las hostilidades en varios frentes de un territorio inestable y fragmentado.
Transición ¿hacia dónde?
En distintas instancias el nuevo gobierno sirio ha anunciado que quiere un país “normal”, que “los grupos minoritarios serán protegidos” y que habrá “libertad de expresión”. Sin embargo, el sentimiento de la población oscila entre la esperanza y el miedo a lo que vendrá, principalmente frente a la posibilidad de un gobierno islámico estricto. Aún hay muchas preguntas sin respuestas: ¿Quién y cómo dirigirá Siria definitivamente? ¿Se creará un califato o permanecerá un gobierno provisional que convoque a una Asamblea Constituyente, la someta a referéndum y llame a elecciones? ¿Habrá un gobierno de unidad nacional, la imposición de un sector sobre otro o se producirán enfrentamientos militares entre integrantes de la coalición rebelde?
Cabe recordar que suníes, alauíes, chiíes, cristianos y kurdos étnicos se han enfrentado a menudo unos contra otros, ya sea por el gobierno de El Asad o por la guerra civil que comenzó hace 14 años, en tal sentido es lícito preguntarse ¿Qué sucederá con los derechos democráticos de las minorías étnicas y con las distintas religiones? ¿Qué sucederá con los kurdos y con los refugiados? A la par de los interrogantes, hay unas pocas certezas: se hizo añicos una institucionalidad reaccionaria, se relocaliza el drama de millones de refugiados y se agudiza la disputa de las potencias por la influencia sobre Medio Oriente.
Cayó un régimen opresor y asesino
Después que los rebeldes controlaron Damasco y Bashar al-Ásad abandonó el país, tomaron estado público las violaciones a los derechos humanos, por ejemplo, el hallazgo en Al Qutayfah de una fosa común del tamaño de un campo de fútbol, en la que se estima que hay miles de cadáveres en sacos de harina sin identificar, Según las ONG sirias, existen otras cuatro fosas con más “desaparecidos”. El último recuento de víctimas provocadas por los más de trece años de guerra civil del Observatorio Sirio de Derechos Humanos arroja datos aterradores: al menos 528.592 muertos, de ellos, 181.939 civiles, de los cuales 15.207 son mujeres y 25.284 son niños. Estas aberraciones se refriegan en la cara de quiénes en el pasado se han alineado miserablemente con el tándem Bashar-Putin con argumentaciones campistas.
El drama humanitario de los refugiados
Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) la guerra ha provocado el desplazamiento interno de 7,2 millones de personas de las cuales recientemente han regresado a sus áreas de origen unas 225.000, sobre todo en las regiones de Hama y Alepo. Y todavía quedan 6,2 millones sirios refugiados fuera del país, principalmente en Turquía, Líbano, Jordania, Irak, Egipto y Europa. Cuando más personas decidan volver, encontrarán poblaciones, edificios e infraestructuras desbastadas, ocasionadas por los bombardeos que en distintos momentos realizaron fuerzas norteamericanas, francesas y británicas por un lado, y gubernamentales y rusas por otro. La terrible situación de los refugiados sirios vuelve a ocupar un lugar preponderante en la consideración mundial.
Imperialismos y sus socios en disputa
Irán y Rusia se han visto debilitadas por la caída de Bashar al-Ásad, particularmente Rusia que está preocupada por el futuro de sus bases, una naval en Tartus y otra aérea en Khmeimim, importantes para su injerencia imperialista en la zona y en África. Israel aprovechó el caos en Siria para ingresar con tropas la zona desmilitarizada entre los Altos del Golán, que ocupa desde la guerra de 1967, lo que desató protestas de Egipto y la ONU. Turquía alimenta a las milicias que combaten a los kurdos y considera aliados a los insurgentes que derribaron a Bashar al-Ásad. EE. UU. apoya a los kurdos que combaten a Estado Islámico. Occidente ha iniciado los contactos con el nuevo liderazgo sirio para averiguar cuáles son sus intenciones, algunos países han reabierto sus embajadas en Damasco y EE. UU. y la Unión Europea evalúan el levantamiento de las sanciones que le habían impuesto a la dictadura, a condición de que haya “una transición pacífica”. La complejidad del tablero se completa con la injerencia de Arabia Saudita, Qatar, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos, que apoyan a una u otra facción.
De las soluciones inmediatas a las estratégicas
Reafirmamos la vigencia de la política expresada en la declaración de la Liga Internacional Socialista (LIS) “Siria. Un dictador sangriento menos, un futuro incierto” y nos solidarizamos con el pueblo sirio, así como lo hicimos durante la Primavera Árabe y la Guerra Civil.
Desde que Bashar el Asad huyó con su familia desde Siria hacia Rusia, goza de una vida de lujo, de las riquezas acumuladas y del asilo político que le ha brindado el Kremlin “por motivos humanitarios”(¿!). Lo cierto es que Vladimir Putin le devuelve favores a uno de sus principales aliados y protegidos regionales. Bashar al-Ásad y los miembros del régimen han de ser enjuiciados y castigados por sus crímenes y violaciones a los derechos humanos, sin que ello implique un ataque velado al conjunto de la minoría popular alauita.
La población residente, los refugiados de regreso, las minorías étnicas, religiosas y políticas han de contar con plenos derechos democráticos y sociales. Es necesario acentuar la amenaza sobre los derechos de las mujeres ya que en una entrevista al portavoz del nuevo Gobierno islamista de Damasco, sentenció que las mujeres, por su “composición biológica y psicológica”, no están hechas para servir en el ejército o ser juezas. El país ha de ser reconstruido sin condicionamientos económicos y políticos de las potencias capitalistas, en primer lugar de Turquía que ya anunciado “ayudas” para la recuperación de algunos aspectos de la infraestructura siria.
En Europa del Este, en Medio Oriente y en el Pacífico se ha agudizado la disputa por la hegemonía mundial, lo cual se refleja por la intervención del imperialismo occidental comandado por EE. UU. y los imperialismos de Rusia y China en expansión, detrás de los cuales se alinean otras potencias y países. No hay imperialismos “malos” y “menos malos” por los cuales tomar partido, dentro de los márgenes que les permite la crisis sistémica del capitalismo, todos mueven fichas guiados por sus intereses geoestratégicos y no por el bienestar de los pueblos involucrados. Lo que sucede en Siria reafirma la necesidad de levantar las banderas de la unidad movilizada contra la injerencia de los imperialismos en Medio Oriente.
Desde hace un mes en Siria hay una transición en curso sin destino definido, con presiones del fundamentalismo islámico, del expansionismo turco y los imperialismos. También cabe mencionar a ISIS (Estado Islámico, Daesh) que, aunque no integra la alianza por ser rival del HTS, existe y en la crisis actual podría reactivarse y recuperar presencia.
En Siria tiene que debatir y decidir democráticamente el pueblo trabajador junto a los refugiados de regreso, imponiendo con la movilización la convocatoria a una Asamblea Constituyente libre y soberana para reorganizar el país dando prioridad a las demandas económicas y sociales de la población bajo la matriz de la liberación nacional y social, la laicidad estatal para la convivencia pacífica entre pueblos y religiones, la autodeterminación kurda y la solidaridad con Palestina y Líbano ante la agresión del Estado sionista de Israel.
Ante la amenaza latente que una dictadura sanguinaria sea reemplazada por otro régimen reaccionario, es fundamental el reagrupamiento de los socialistas revolucionarios sirios, para pelear por un programa anticapitalista. La unidad de los socialistas sirios es indispensable para debatir y elaborar políticas que respondan a las necesidades inmediatas, llevar a cabo acciones en común y postular una Siria Socialista como parte de la estrategia regional de una Federación Socialista de Medio Oriente. La LIS está comprometida con esta perspectiva.
1 La alianza rebelde está conformada por: Comité para la Liberación del Levante (Hayat Tahrir al-Sham, HTS): grupo islamista sunita que se presenta como fuerza “moderada”. Ejército Nacional Sirio (ENS): apoyado por Turquía, que sumó al Frente Nacional de Liberación. Fuerzas Democráticas Sirias (FDS): milicias kurdas dirigidas por las Unidades de Protección Popular (YPG). Hombres Libres de Siria (Ahrar al-Sham): fusión de grupos ultra islamistas, con influencia del talibán afgano.
2 Alauitas: rama del islam derivación del chiísmo al que pertenecen los Al-Ásad.