Por Luis García R.
El Consejo de ministros televisado del 4 de febrero desató una crisis en el gobierno Petro, crisis que aún se mantiene. El 6 de febrero, con carácter de editorial, la página de internet del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia (PST-C) publicó un análisis e interpretación de esa crisis. (Ver Editorial: Ni sectarismo ni canibalismo, antagonismo de clase – PST-Colombia).
No nos cabe la menor duda que al PST-C hay que caracterizarlo como una organización marxista, socialista revolucionaria, trotskista. Al analizar los procesos sociales –y los políticos que de ellos se derivan– las organizaciones marxistas los refieren a los intereses de clase que a través de ellos se expresan y enfrentan. Aparentemente así lo hace el editorial mencionado. Pero solo en apariencia.
Si bien el editorial utiliza múltiples veces el término burguesía y contrapone los intereses de ella a los intereses de la clase obrera, por ninguna parte, en ningún sentido, incluye en su análisis un hecho social y político esencial, de clase. Para el editorial del PST-C no existe en Colombia la pequeña burguesía ni sus organizaciones políticas.
Programas, partidos e individuos
Los programas y propuestas estratégicas de las organizaciones políticas, y los individuos que orientan y dirigen esas organizaciones, expresan a las clases sociales. Sus contradicciones son expresión de la lucha de clases.
En el editorial del PST-C llama poderosamente la atención que por ningún lado hace una caracterización de clase de las organizaciones políticas que, aliadas con sectores burgueses, sustentan al gobierno de Petro. ¿Las organizaciones que confluyen en el Pacto Histórico son organizaciones de la clase obrera? El editorial ni lo afirma ni lo niega; lo olvida, escurre el bulto.
Al no hacer una caracterización de clase del programa y del carácter de las fuerzas que sostienen al gobierno Gustavo Petro el editorial termina presentando los choques, enfrentamientos o contradicciones como diferencias profundas e irreconciliables entre individuos o grupos de individuos que hacen presencia en el gabinete ministerial; escondiendo que todos defienden y respaldan la misma estrategia: la conciliación de clases que endilga solo a Petro y a quienes están de su lado.
Para el editorialista, de un lado estaría el “caudillo presidente” respaldando a dos figuras detestables (en eso coincidimos plenamente); colocándose como acérrimo defensor de acuerdos y pactos políticos con los sectores burgueses que participan del gobierno. De otro lado estaría un agrupamiento que, al rechazar a las dos figuras detestables, expresarían una profunda contradicción de clase; una contradicción directa entre la clase obrera y la burguesía. Esto es un análisis bastante superficial que, como consecuencia, conduce a un grave error: creer que el sector opuesto a Benedetti y Laura tiene una estrategia distinta a la de Petro.
Afirma el editorial “…los representantes de la burguesía terminan aislando, y dejando en segundo plano a quienes vienen de la clase trabajadora y los sectores oprimidos, aunque se trate de la propia vicepresidenta. La realidad es que la conciliación de clases solo sirve a una clase: la burguesía.”
Tal parece, asunto bastante exagerado por decir lo menos, que Petro es un “representante de la burguesía”; pues es Petro quien ha llevado la voz cantante contra quienes alzaron su voz en contra de la presencia de Armando Benedetti y Laura Sarabia.
Mirando por el otro lado el editorial da a entender, sin afirmarlo categóricamente, que Susana Muhamad, Augusto Rodríguez, Gustavo Bolívar, Alexander López, Juan David Correa y todos aquellos que sienten asco por la presencia en el gabinete de Laura y Benedetti representan plenamente los intereses políticos estratégicos e inmediatos de la clase obrera y los sectores populares del país. Nada más errado. Quienes de este sector han renunciado en medio de la crisis afirman a voz en cuello que defienden el programa del gobierno de Petro; programa que poco o nada tiene que ver con un programa obrero.
¿Qué es el gobierno Petro?
Coincidimos parcialmente con el editorial en que en la sociedad capitalista “Los intereses de clase son antagónicos, y nada tienen que ver con explicaciones psicológicas o animadversiones personales; no existe ese mundo armónico donde podamos convivir y ser “multicolor” con la burguesía nacional e imperialista, las multinacionales expoliadoras, los asesinos de los 6402, los genocidas y los corruptos que se apropian del dinero público, gente que tortura a la niñera, etc.” y en que para Petro “En su mundo imaginario, es posible conciliar los intereses de explotadores y explotados, opresores y oprimidos, víctimas y victimarios, y lo demás es sectarismo.”
¿Por qué parcialmente? Porque eso puede afirmarse respecto a los intereses de la burguesía enfrentados a los de la clase obrera. Pero no olviden, compañeros del PST-C que para el marxismo existe esa otra clase llamada pequeña burguesía, que ustedes ni una sola vez nombran en el editorial.
La pequeña burguesía y sus representantes políticos (léase en este caso todos los partidos del Pacto Histórico) consideran que sus intereses no son antagónicos con los de la burguesía. Es una clase que oscila, que unas veces –según el proceso social y político– se inclina hacia la clase obrera y otras hacia la burguesía.
Adicionalmente, no lo olviden tampoco compañeros, ni la burguesía ni la clase obrera son homogéneas. Igual sucede con la pequeña burguesía. A su interior existen sectores y luchas.
La única manera de comprender, desde el punto de vista del marxismo, las contradicciones, crisis y encrucijadas del gobierno Petro es ubicándolo como un gobierno que se sustenta, en lo fundamental, en fuerzas de la pequeña burguesía; tanto social como políticamente. Lo anterior no significa que no haya ganado respaldo y apoyo electoral en amplios sectores obreros y populares o que muchos de sus dirigentes no provengan socialmente de esos sectores. Pero como representantes políticos de la pequeña burguesía la enorme mayoría de ellos, al integrarse al régimen político, al ganar el control del gobierno, se han convertido más en agentes de políticas burguesas que en luchadores por la defensa de los intereses obreros y populares.
Originalmente publicado en El Trabajador Socialista