Bombardeos indiscriminados, desplazamientos forzados y nuevos asentamientos ilegales en Cisjordania evidencian el carácter colonial y criminal del régimen de Netanyahu. Los gobiernos tienen que romper relaciones con el Estado sionista. La exigencia movilizada de un alto el fuego se hace acuciante en el camino de una Palestina libre, del río al mar.
Por Rubén Tzanoff
Mayo a sangre, fuego y ocupación
El 15 de mayo, “A 77 años de la Nakba”, los bombardeos en Yabalia asesinaron al menos a 103 personas, entre los cuales se encontraba el periodista Hassan Majdi Abu Warda que falleció junto a varios miembros de su familia.
El 17 de mayo los agresores ya habían iniciado una nueva fase de su ofensiva terrestre en Gaza, avanzando hacia el este de Deir al Balah y otras áreas con la intención de ocupar hasta el 75% del territorio en dos meses.
Después que el ejército invasor ordenó el desplazamiento forzado de toda la población de Jan Yunis hacia Al Mawasi, una zona costera ya saturada y también bajo fuego; sobrevinieron los bombardeos que mataron en su vivienda a nueve de los diez hijos de la pediatra Alaa al-Najjar, cuya familia no tenía vínculos con actividades políticas o militares y a Yaqeen Hammad, una niña palestina conocida por promover mensajes de paz y humanidad en las redes sociales.
El 26 de mayo un ataque aéreo alcanzó una escuela en Gaza que servía de refugio para desplazados, causando la muerte de al menos 30 personas. Y el 29 de mayo, el gobierno israelí aprobó la creación de 22 nuevos asentamientos en la ocupada Cisjordania, incluyendo la legalización de puestos avanzados previamente no autorizados, lo que constituye una nueva violación del derecho internacional.


Se quejan hasta los cómplices
La salvaje ofensiva militar, el bloqueo impuesto por Israel y la catastrófica situación en Gaza profundizaron el rechazo de los pueblos del mundo al genocidio, a tal punto que hasta algunos socios y amigos del sionismo hacen críticas y ejercen presión. Por supuesto, no se trata de una genuina preocupación por los derechos humanos, ni a un repentino giro hacia la autodeterminación palestina del imperialismo occidental; sino una reubicación parcial e hipócrita ya que no implica la ruptura de relaciones diplomáticas, económicas y militares de los gobiernos con Israel.
Donald Trump negoció directamente con Hamás la liberación de un rehén estadounidense y estableció acuerdos con las traidoras monarquías de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Esto sugiere un distanciamiento parcial de la política de Netanyahu ante su negativa a aceptar un alto el fuego como plantea el imperialismo norteamericano.
Europa también ejerce presión sobre Israel. Por ejemplo, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, pidió a Israel que detenga la «abominable escalada» de violencia en Gaza, advirtió sobre posibles sanciones y la revisión de acuerdos bilaterales si no se produce un cese inmediato de las agresiones. El Congreso de los Diputados en España inició la tramitación urgente de una ley para imponer un embargo de armas a Israel y el gobierno británico anunció la suspensión de contactos comerciales. Hasta en Eurovisión 2025 hubo reiteradas muestras de repudio al genocidio. Netanyahu ha intentado contrarrestar estos hechos victimizándose a partir del asesinato de dos empleados de la embajada de Israel en Washington el 21 de mayo.

Alto el fuego, Palestina libre del río al mar
La ofensiva para eliminar a Hamas y liberar a los rehenes que comenzó en Octubre de 2023, se ha demostrado sólo una excusa que hasta la fecha asesinó a 53.000 palestinos, hirió a otros 120.000, en su mayoría mujeres y niños, y causó el desplazamiento interno y externo de millones de personas.
Cuánto más aislado políticamente está Netanyahu, más sangrienta es su respuesta militar que extiende en el tiempo para no rendir cuentas a nivel nacional e internacional, por esto es un criminal al que hay que frenar y castigar. Es acuciante la necesidad de multiplicar las movilizaciones masivas por un alto el fuego, el apoyo al pueblo palestino y por la ruptura de relaciones con el Estado sionista.
El genocidio, la limpieza étnica y la ocupación de Palestina reflejan al Estado de Israel en el espejo de los peores regímenes nazi-fascistas. Es un enclave racista y colonialista con el cual jamás habrá ni paz justa ni convivencia solidaria entre distintos pueblos, algo que sólo se podrá lograr con una Palestina única, laica, democrática, no racista y socialista, como parte de la Revolución Socialista en Medio Oriente.
