La ciudad sureña ha comenzado a ser violentamente atacada. Ni los pobladores ni los refugiados tienen a donde ir. Para Netanyahu la vida no vale nada, sólo busca limpieza étnica y genocidio. Romper con el sionismo, sus socios y apoyar a los palestinos es una obligación de las organizaciones y de las personas que se digan humanitarias, con la bandera en alto de “Palestina libre del río al mar”.
Por Rubén Tzanoff
Los bombardeos en el sur
Después de la orden de evacuación de la zona norte en octubre y la posterior devastación, Netanyahu le ha ordenado a los invasores centrar los ataques en el sur, particularmente en un punto clave, Rafah. Se trata de la ciudad limítrofe con Egipto que ha quintuplicado su población, con más de un millón y medio de palestinos que llegaron refugiados huyendo de las bombas desde el norte. Viven como pueden, en tiendas o viviendas improvisadas entre los escombros, algunos comen pasto para animales, tienen 1,5 litros de agua disponible por día y la red de hospitales tiene cada vez más problemas para proporcionar ayuda básica y detener la propagación de enfermedades.
“¿A dónde debemos ir?
Es una pregunta de desesperación que se hacen los refugiados ya que conocen la respuesta: no hay a dónde ir. No puedan regresar al norte, al sur la frontera está cerrada, al oeste está el mar Mediterráneo y al este el ejército israelí, que bombardea el enclave y cuya incursión podría causar un brutal baño de sangre. La matanza de civiles, particularmente mujeres y niños, ha comenzado a trasladarse de Jan Yunis a Rafah. Estos hechos desnudan por enésima vez las mentiras sionistas. No se están defendiendo, están atacando a civiles refugiados con la intención de provocar el vaciamiento poblacional de Gaza, por muerte y/o desplazamiento. En definitiva, continúan las acciones de limpieza étnica y de genocidio más allá del fallo del Tribunal Internacional de Justicia.
Para Netanyahu la vida no vale nada
Israel anunció la liberación de dos rehenes en Rafah, mediante una operación conjunta de las Fuerzas de Defensa, el servicio de seguridad interior Shin Bet y la Unidad Especial de Policía. Para ello asesinaron a por lo menos cien personas e hirieron a centenares más, poniendo cada vez más en riesgo la vida de los rehenes por el alcance de sus propios ataques. A Netanyahu le importa poco la vida de los rehenes, los utiliza como excusa para avanzar en la guerra, por eso rechaza los ofrecimientos de Hamas para una tregua.
Basta de doble cara: ruptura de relaciones y boicot
La situación es tan grave que, hasta el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, planteó la necesidad de que se dejen de enviar armas a Israel. En el intento de aparecer algo “humanitario” Joe Biden dijo que los ataques de Israel son “desproporcionados” y “excesivos”, pero al mismo tiempo, el imperialismo norteamericano sigue abasteciendo militarmente a los genocidas. Lo mismo hacen otros gobiernos que “reclaman” el fin de las matanzas, pero no hacen nada concreto para frenarlas, más bien las alimentan sosteniendo las relaciones diplomáticas, comerciales y militares con Israel. En cada país hay que exigir la ruptura de relaciones del gobierno con Israel y a la par de participar en todas las acciones de boicot a los intereses económicos sionistas que también da resultados.
Alto los bombardeos, Palestina libre del río al mar
Algunos medios de comunicación siguen mostrando lo que sucede, aunque con limitaciones y parcialidades, como sea, no hay forma de esconder la conmovedora resistencia palestina. En las redes sociales aparecen miles y miles de videos tomados por las víctimas palestinas, las personas solidarias y los periodistas que arriesgan su vida ya que también son blanco de los ataques israelíes. La solidaridad en la movilización por el pueblo palestino y la denuncia del genocidio son una obligación elemental para la izquierda, el progresismo y toda persona que se diga humanitaria. Más aun en Israel, donde hay algunas expresiones contra Netanyahu y la guerra que han de profundizarse y extenderse, no sólo contra el actual gobierno de ultraderecha sino también rompiendo con el proyecto colonialista y el sionismo. Para toda la región hace falta una salida de fondo, una Palestina única, laica, democrática y socialista.