La muerte de trabajadores de la ONG World Central Kitchen (WCK) ha generado más rechazo a la barbarie sionista. No fue un “error involuntario” sino una operación militar contra la ayuda solidaria. Los matices políticos entre EE. UU. – Israel están en un punto inédito, pero no cuestionan el blindaje al Estado. Biden se acongoja por las muertes civiles que él mismo provoca con el envío de armas.
Por Rubén Tzanoff
Un atentado a la solidaridad
Un dron del ejército israelí le causó la muerte a siete integrantes de WCK, un palestino, una australiana, un polaco, un norteamericano y tres ingleses; motivo por el cual hay fuertes quejas diplomáticas que involucran a distintos países. La ONG fue fundada por el chef de origen español José Andrés y desde entonces ha realizado tareas humanitarias por el terremoto de Haití, la pandemia, la guerra en Ucrania y otras circunstancias de emergencia. En Gaza la organización colabora desde primer envío de ayuda a la zona a través del corredor marítimo desde Chipre. El segundo envío con 332 toneladas de alimentos llegó a la región en el barco Open Arms y se transportó por tierra el lunes 1º de abril hacia el centro de Gaza. Entonces, luego de realizar la descarga, la formación de WCK fue atacada con tres cohetes, uno a cada vehículo.
Nada nuevo bajo el sol
Las autoridades israelíes dijeron que fue un “error involuntario” porque entendieron que en los transportes viajaban dos milicianos de Hamas armados. Lo cierto es que los trabajadores y los vehículos estaban claramente identificados con los logotipos de WCK y que bombardearon a la oenegé “a pesar de haber coordinado sus operaciones con el ejército israelí», como informó José Andrés. Por el grave incidente, los sionistas cesaron y amonestaron a comandantes, a un jefe de brigada y a un coronel en la reserva. Pero esto no resuelve nada porque no se trata de un hecho aislado, sino de un nuevo crimen de guerra, de los cuales hay decenas de ejemplos en Hospitales, panaderías y otros sitios de concentración civil. Esta masacre se enmarca en las operaciones de guerra genocida, limpieza étnica, en las que buscan desalentar la llegada de ayuda humanitaria y castigar a quienes realizan tareas solidarias. Los datos son contundentes, a los más de 33.000 palestinos muertos, mayoritariamente mujeres y niños, y más de 62.000 heridos; se suman 196 trabajadores humanitarios asesinados, hasta 700 sanitarios y al menos 95 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación. La mira sionista no se posa solamente en Hamas, sino también en todos los civiles que no sean israelíes. El asesinato a civiles indefensos no es la excepción sino la regla dominante a lo largo de 75 años de colonialismo.
Matices entre “amigos” y nada nuevo bajo el sol
Luego de la masacre de trabajadores humanitarios, el gobierno español profundizó sus quejas y los medios de comunicación internacionales dieron cuenta de una comunicación del presidente norteamericano Joe Biden con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Biden se mostró «indignado y desconsolado» por la noticia y se quejó que Israel «no ha hecho suficiente para proteger a los civiles» en su ofensiva militar. Incluso le habría pedido por primera vez un «alto el fuego inmediato» en Gaza. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, manifestó que su presidente «le ha dejado claro que la política de EE. UU. con respecto a Gaza estará determinada por nuestra evaluación de las acciones inmediatas de Israel en relación con estas medidas». «Queremos ver cambios reales del lado israelí y, si no vemos estos cambios, tendremos que cambiar nosotros, pero no voy a prever decisiones que no hemos tomado todavía«. Las incomodidades de EE. UU. que no son desdeñables, no llegan a cuestionar el sostén al Estado genocida, además, cabe recordar que el sionismo ha crecido y se ha consolidado al amparo de los imperialismos, inglés primero y norteamericano después, sincronizando intereses como socio menor y, al mismo tiempo, conservando para sí cierto margen de decisión propia. Aunque las advertencias mutuas están sobre la mesa, no son el único ingrediente.
El doble rasero imperialista
El “desconsuelo” de Biden, tiene que ver con la situación estadounidense interna, donde existe un importante rechazo popular al accionar israelí que influye en el terreno electoral. Y, principalmente, con el habitual cinismo imperialista que se presenta como “defensor de la paz, la democracia y los derechos humanos”; mientras que arma a Israel hasta los dientes. El dron Hermes 450 que causó la matanza es de origen estadounidense, al igual que el arsenal aprobado por el Departamento de Estado a transferir el mismo día del atentado, compuesto según lo confirmado por The Washington Post y la CNN por: “más de 1.000 bombas MK82 de unos 250 kilos, más de 1.000 bombas de pequeño diámetro y espoletas para bombas del tipo MK80”. Esta asistencia se añade a la aprobada una semana antes, de 1.800 bombas MK84 de una tonelada, 500 bombas MK82 y 25 cazas F-35, y a la ayuda anual de 3.800 millones de dólares.
Castigo a los crímenes de lesa humanidad
Los crímenes del sionismo ya están probados, lo que hace falta es castigarlos, para lo cual lo fundamental es la continuidad y el fortalecimiento de la solidaridad movilizada con la resistencia palestina y su pueblo. ¡Fuera Israel de Palestina y EE. UU. de Medio Oriente! ¡No al envío de armas a Israel, boicot económico y ruptura de relaciones con su gobierno!¡Castigo a los asesinos de civiles, responsables del genocidio y la limpieza étnica!¡Por una palestina única, laica, democrática, no racista y socialista!